Libertades ciegas. Ep¨ªlogo a la guerra de Irak
1. Una de las pocas alegr¨ªas profundas que depara la historia es el fin de los d¨¦spotas, tr¨¢tese de que pierdan su poder o de que mueran. La ca¨ªda de sus estatuas, la destrucci¨®n de sus im¨¢genes simbolizan ese momento. Hitler, Stalin, Franco, Pinochet, Ceaucescu, Mobutu, Milosevic, Sadam... la lista no tiene fin. Es previsible la ca¨ªda de Castro, Mugabe, Kim Jong Il y una docena m¨¢s; cada d¨ªa que siguen en el poder cuesta vidas humanas. La alegr¨ªa triunfal que se siente cuando pasa a mejor vida una de estas figuras se basa en que uno les ha sobrevivido. Aquello que, seg¨²n Canetti, es el principal motivo que anima el d¨¦spota -el ansia de ver morir a la mayor cantidad posible de hombres antes de que le toque a ¨¦l- encuentra su reflejo en aquellos que le detestan. En esa medida, incluso esta maravillosa sensaci¨®n conserva algo de b¨¢rbaro, pese a que se dirija contra los enemigos de la humanidad.
2. ?Debe uno alegrarse, o no? Las im¨¢genes de la ca¨ªda de Sadam Husein son, aun si no est¨¢n falsificadas, sumamente sospechosas. El alivio es un impulso al que es mejor no ceder. Es m¨¢s meritorio avisar y advertir, y si, a rega?adientes, los pacifistas dicen alguna palabra sobre la victoria, lo que dicen suena forzado. ?No deja de ser embarazoso que haya iraqu¨ªes que saluden a sus ocupantes! A nadie le gusta quedarse en evidencia. No es el primer planchazo de los que avisan y advierten; no es la primera vez que las arrugas de preocupaci¨®n que surcan la frente alemana demuestran ser precipitadas. No hace tanto que aqu¨ª consider¨¢bamos inconmovible la RDA; se pensaba que era una de las naciones industriales de mayor ¨¦xito mundial. La socialdemocracia hizo cuanto pudo para entablar un cordial di¨¢logo con el antiguo SED, el partido comunista de Alemania oriental; el sindicato polaco Solidaridad se consideraba un peligroso perturbador de la paz. La estabilidad lo era todo, la Uni¨®n Sovi¨¦tica un coloso inexpugnable al que s¨®lo provocaban los estadounidenses y otros combatientes de la guerra fr¨ªa, mientras que los heroicos sitiadores de Mutlangen [base estadounidense en Alemania, en la que se almacenaban misiles nucleares, frente a la que hubo numerosas protestas pacifistas en los ochenta] se movilizaban contra la provocadora espiral armamentista de EE UU. ?Qu¨¦ extra?o, y tambi¨¦n qu¨¦ molesto para mucha gente de izquierda, que el coloso resultara tener los pies de barro! Tambi¨¦n se hubiera querido tratar con guante de seda a la Serbia de Slobodan Milosevic, por mor de la paz sacrosanta: cualquier intervenci¨®n en los Balcanes amenazaba con provocar un incendio de incalculables proporciones. ?Y qu¨¦ decir de los talibanes! Quien les atacara se echar¨ªa encima a todo el mundo isl¨¢mico, una imagen apocal¨ªptica. En el caso de Irak hemos asistido a una unanimidad semejante. Se ejercit¨® una especie de mirada hipnotizada por el horror en la que el pacifista adoptaba el lugar del conejo ante la serpiente: "El Gobierno dispone de diversos estudios, entre ellos documentos de la ONU, seg¨²n los cuales se calculan entre 40.000 y 200.000 las v¨ªctimas de las acciones militares. Se teme que otras 200.000 personas mueran como consecuencia indirecta de la guerra" (J¨¹rgen Trittin, ministro de Medio Ambiente alem¨¢n). "Los iraqu¨ªes han tenido un a?o para preparar la guerra. Y se ve que se han preparado bien... por lo que semejante intento sin duda acabar¨¢ con una gran batalla por Bagdad" (Stig F?rster, historiador militar). "Un ataque tendr¨ªa como consecuencia el estallido de Oriente Pr¨®ximo" (Angelika Beer, presidenta de Los Verdes).
3. Seg¨²n datos iraqu¨ªes, 1.300 civiles han muerto en esta campa?a; parece que han ca¨ªdo 153 soldados por parte de la coalici¨®n. Aunque no se puede aceptar sin m¨¢s estas cifras, lo que s¨ª est¨¢ claro es que jam¨¢s ha habido una guerra de tales dimensiones con tan pocas v¨ªctimas. Nunca se han exhibido estas v¨ªctimas con tanto ¨¦nfasis en todos los medios de comunicaci¨®n del mundo, incluidos los de los vencedores. Esta compasi¨®n est¨¢ en peculiar contraste con la ceguera frente a otros hechos: durante el conflicto de Irak, en el Congo han sido asesinados al menos mil civiles en las denominadas guerras tribales; para los grandes medios de comunicaci¨®n, eso es harina de otro costal. En todo el mundo arrastran una existencia fantasmal otras treinta guerras, frecuentemente mucho m¨¢s crueles. Los alemanes de Hamburgo, Colonia, N¨²remberg, Berl¨ªn y Dresde tampoco parecen acordarse; quiz¨¢ porque cualquier comparaci¨®n mostrar¨ªa con cu¨¢nta cautela ha actuado esta vez la coalici¨®n anglo-estadounidense. En general, entre los animados por la paz predomina la extra?a idea de que en esa guerra que quer¨ªan evitar, cuando a pesar de todo se desencaden¨®, en ning¨²n caso pod¨ªa haber muertos; una exigencia que podr¨ªamos llamar conmovedora si no permitiera inferir una p¨¦rdida de contacto con la realidad que pol¨ªticamente no augura nada bueno. P¨¦rdida de contacto que s¨®lo es superada por la negaci¨®n de la realidad del mundo ¨¢rabe, donde la costumbre m¨¢s preciada es el autoenga?o. All¨ª parece que impera sin l¨ªmites el deseo como padre del pensamiento, y cuanto m¨¢s fatal sea un modelo, tanto m¨¢s celosa la adhesi¨®n que suscita: Nasser, Arafat, Gaddafi, Bin Laden, Sadam Husein...
4. Cu¨¢ntas veces, y con cu¨¢n poco resultado, se ha repetido que el c¨®digo de la pol¨ªtica no coincide con el de la moral. Muchos de los que se indignan no logran captar esa distinci¨®n. Su peculiar postura timorata va acompa?ada de una altivez moral que maravilla. Quiz¨¢ ¨¦se sea el motivo por el que su cr¨ªtica desprenda un tufillo espec¨ªfico. El farise¨ªsmo y la hipocres¨ªa alcanzan, antes o despu¨¦s, a la mayor¨ªa de los que protestan. "No a la sangre por petr¨®leo" un eslogan eficaz, aunque resuene en boca de gente que da el m¨¢ximo valor a su coche, su calefacci¨®n, sus vacaciones, y cuya indignaci¨®n r¨¢pidamente encontrar¨ªa otro objeto si las gasolineras estuvieran vac¨ªas, el term¨®metro cayera bajo cero y se anularan los vuelos a Mallorca. Por lo que toca al eje Par¨ªs-Berl¨ªn-Mosc¨², a los estadounidenses se les suponen motivos ruines, materiales, ego¨ªstas, aunque se escamoteen los propios. Rusia y Francia tienen enormes intereses econ¨®micos en Irak, no en ¨²ltima instancia en el negocio del petr¨®leo y de las armas, y Alemania ha destacado durante a?os por sus exportaciones de armas a Irak. Es un hecho que las sanciones decretadas por las Naciones Unidas han tenido consecuencias mucho m¨¢s devastadoras que la guerra para la poblaci¨®n iraqu¨ª; las v¨ªctimas se calculan en cientos de miles. Los pacifistas siempre las denuncian por ese motivo. Si por ellos hubiera sido, el r¨¦gimense habr¨ªa mantenido, y con ¨¦l las sanciones acordadas por la ONU.
5. Un deseo m¨¢s piadoso que el de preservar en la medida de lo posible la tiran¨ªa iraqu¨ª es el de crear una situaci¨®n democr¨¢tica en aquel pa¨ªs. Se objeta a esto que las tradiciones religiosas y pol¨ªticas de la regi¨®n hacen ilusorio tal deseo. Aun prescindiendo de que tales argumentos no carecen totalmente de arrogancia colonial, pasan por alto que un r¨¦gimen como el iraqu¨ª tiene poco que ver con las formas tradicionales de dominio en el mundo ¨¢rabe; ¨¦ste es, en el m¨¢s fatal de los sentidos, moderno, y debe algunos elementos decisivos al modelo de la Alemania nazi y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero no hay nada que una sociedad pague m¨¢s caro que un sistema totalitario. El terror que ejerce no es s¨®lo de tipo f¨ªsico; no se limita a la tortura y al asesinato. Un dominio de este tipo provoca p¨¦rdidas de sustancia humana que se dejan sentir decenios despu¨¦s de su fin. Empieza con la expulsi¨®n y huida de los mejores, una p¨¦rdida de la que una sociedad jam¨¢s se repone totalmente (Rusia, 1917- ; Alemania, 1933- ; Espa?a, 1936- ; Ir¨¢n, 1953- ; Argentina, 1976- ; Yugoslavia, 1991- ; etc¨¦tera, la lista podr¨ªa prolongarse a voluntad). Se transforma la mentalidad de la mayor¨ªa, que se queda en el pa¨ªs, transformaci¨®n tanto m¨¢s duradera cuanto m¨¢s prolongada sea la tiran¨ªa. Los d¨¦ficit de civilizaci¨®n, la ausencia de ley y responsabilidad prevalecen, se producen perturbaciones de la percepci¨®n y caen todos los umbrales de inhibici¨®n. Hasta que no se derrumba un r¨¦gimen de este tipo no se manifiestan estos da?os a largo plazo. La resocializaci¨®n de pueblos enteros, y eso es algo que no se les deber¨ªa haber escapado a los alemanes, es un proceso extremadamente prolongado y complejo.
Podemos estar seguros de que cualquier problema que se produzca en estos casos se achacar¨¢ a quienes han puesto fin al r¨¦gimen. Incluso aunque los estadounidenses y brit¨¢nicos hagan maravillas en Irak, eso no ser¨ªa m¨¢s que una prueba m¨¢s de su p¨¦rfida astucia.
6. En el actual conflicto, el objeto del odio de los enemigos de la guerra no es Sadam Husein, sino G. W. Bush, un hecho que sin duda requiere explicaci¨®n. Cuando se les pregunta por el dictador, porque por s¨ª mismos son reacios a hablar de ¨¦l y de su obra, los portavoces m¨¢s radicales de la izquierda, de los islamistas y del nacionalismo ¨¢rabe hablan de una simetr¨ªa perfecta entre Bush y Sadam; en todo caso, afirman, es m¨¢s peligroso el primero.
El mismo manique¨ªsmo que reprochan al presidente americano sus cr¨ªticos es el que les caracteriza a ellos. Ambos quisieran localizar inequ¨ªvocamente el mal, unos en Irak, los otros en EE UU. Ni con su mejor voluntad pueden concebir que, antropol¨®gicamente, el bien y el mal habitan siempre en el mismo pecho. Parecen ignorar, o consideran irrelevante, la diferencia entre los sistemas pol¨ªticos de los Estados Unidos de Am¨¦rica y de la Rep¨²blica de Irak. Nada tiene de extra?o que los europeos orientales no acaben de entender esa equiparaci¨®n. A ellos, la falta de imaginaci¨®n de los enemigos de la guerra les resulta grotesca; sus experiencias hist¨®ricas le facilitan la percepci¨®n de matices tales como la diferencia entre la vida y la muerte. Especialmente llamativa es la circunstancias de que muchos alemanes hagan suya la ret¨®rica del appeasement (apaciguamiento), exactamente como si jam¨¢s hubieran vivido bajo un r¨¦gimen totalitario. La mayor¨ªa no ve que haya razones suficientes para poner fin a la tiran¨ªa de Irak; no es que le deseen vida eterna, eso ser¨ªa mucho decir, pero se rechaza todo paso decisivo que pueda servir para acabar con ella. ?A pesar de las experiencias alemanas, o a fin de cuentas precisamente a causa de ellas? Quiz¨¢ sea admisible recordar cu¨¢n dif¨ªcil les result¨® y les resulta a los alemanes interpretar la derrota del r¨¦gimen como liberaci¨®n: derrota a la que se denomin¨® "colapso", mientras que los aliados eran "la ocupaci¨®n". Entre los primeros graffiti de la posguerra se cuenta la sentencia "Ami go home". Tampoco el final de la dictadura en la Alemania oriental fue del agrado de todos los habitantes del pa¨ªs. Admitamos que la gratitud no es una categor¨ªa pol¨ªtica. El hecho de que Alemania fuera salvada por los aliados occidentales y de que sin ellos el muro seguir¨ªa hoy en pie no permite por tanto esperar ninguna clase de agradecimiento. En cualquier caso, sorprende la falta de memoria que se manifiesta aqu¨ª. Sin embargo, en este contexto quiz¨¢ no hiciera da?o un poco m¨¢s de valor para la libertad, un ¨¢pice menos de arrogancia.
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