El caim¨¢n
Quince a?os atr¨¢s, en La Habana, un compa?ero polic¨ªa se me quiso llevar al cuartelillo porque, mientras hac¨ªa cola en una tienda, me re¨ªa a mand¨ªbula batiente leyendo esa antolog¨ªa del disparate que es el libro que re¨²ne los discursos de Fidel Castro sobre el proceso de rectificaci¨®n puesto en marcha en la isla a partir del giro que dio a la pol¨ªtica sovi¨¦tica su odiado Gorbachov. No me detuvieron, claro: yo no era cubana.
Los cubanos est¨¢n siendo rectificados permanentemente por el viejo caim¨¢n rectificador. Rectif¨ªquese a la disidencia meti¨¦ndola en prisi¨®n por la eternidad: sobre todo cuando la disidencia es tan razonable como la ¨²ltima, tan necesitada de respirar, tan seria y poco agusanada. Rectif¨ªquese a los desesperados, que se lanzan a secuestrar para huir, por el procedimiento en que se rectific¨® a tantos otros: pared¨®n, despu¨¦s de la parodia de juicio.
Durante la realizaci¨®n de aquel lejano reportaje, otro funcionario, pero ¨¦ste de Cultura (otro g¨¦nero de represi¨®n), me dej¨® tiesa al preguntarme, temeroso: "?T¨² crees que a nosotros nos pasar¨¢ lo mismo que a Franco con el turismo, que no tendremos m¨¢s remedio que hacer una apertura?". El tipo ni se dio cuenta del paralelismo que estaba trazando. El turismo, all¨ª, hizo otra cosa, como todos sabemos: algo de alivio econ¨®mico, ning¨²n beneficio pol¨ªtico, mucha prostituci¨®n tolerada y rectificada sucesivamente.
Dicen que los ¨²ltimos cr¨ªmenes de la dictadura de Fidel son la sangrienta pataleta final de alguien que sabe que tiene que decidir la sucesi¨®n, pero que preferir¨ªa la reencarnaci¨®n, como idea para seguir en el trono. Reencarnarse en s¨ª mismo y seguir ejerciendo el poder durante la eternidad. Rectificando, perdido en su nebulosa de superviviente de un movimiento hermoso que el propio Fidel se encarg¨® de asesinar, con la inestimable ayuda de la fan¨¢tica torpeza estadounidense.
?Con qui¨¦n sue?a Castro? ?Sue?an los viejos dictadores que la sangre de sus v¨ªctimas repta por sus piernas y les acosa, atorment¨¢ndoles? No existen indicios. Ellos est¨¢n muy contentos de haberse conocido, incluso de haber conocido a otros que fueron como ellos, o como aquello en que se convirtieron. El querido Franco, ?no es cierto, Fidel?
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