Los ni?os que no se llaman Al¨ª
Enfermos y m¨¦dicos se quejan de que la guerra ha dejado en los hospitales miles de tragedias iguales que la del ni?o sin brazos
Al¨ª, el ni?o que se qued¨® sin brazos, sin 12 miembros de su familia y con el pecho quemado, parti¨® el mi¨¦rcoles hacia Kuwait. Pero en los hospitales de Irak quedan cientos de tragedias. Muchos m¨¦dicos y enfermeros, por cuestiones de transporte o de inseguridad, abandonaron sus centros. Y otros, sin saber cu¨¢ndo volver¨¢n a cobrar un sueldo y qui¨¦nes se lo pagar¨¢n, han dado m¨¢s de lo que estaba en sus manos. Pero no es suficiente. En hospitales como el de Chewoder, en pleno barrio de Zoura, una de las zonas m¨¢s marginadas de Bagdad, los enfermos se retuercen en sus camas y piden m¨¢s atenci¨®n, m¨¢s medicamentos.
Cuando el extranjero saca un billete de 20 d¨®lares, cifra que supera con creces el dinero que mucha gente puede ganar en 15 d¨ªas, el enfermo lo rechaza con una mueca. "No necesito dinero, sino medicamentos, atenci¨®n m¨¦dica. Dif¨²ndalo bien, por favor". La misma escena se repite con varios enfermos m¨¢s.Algunos son pobres. Pero no quieren dinero. En hospitales donde a¨²n sigue llegando gente herida por balas o por bombas de racimo, y donde el sonido de los tiros se oye desde los quir¨®fanos, la gente reclama atenci¨®n. "Sadam s¨®lo estaba interesado por la salud de su familia y de una ¨¦lite. Y ahora llegan los americanos y s¨®lo se interesan por su propia seguridad", se lamenta un enfermo con una herida de bala en la pierna.
Frente a ¨¦l yace Rabia Jaber, la madre de una familia en cuya casa un bomba que cay¨® hace 10 d¨ªas dej¨® secuelas irreversibles: a ella le ha dejado sin una pierna; a su sobrino Muslim, que se encontraba en la casa, tambi¨¦n le arranc¨® una pierna. A su hijo Jasin, tambi¨¦n sin una pierna. Y su hijo Ibrahim, con fragmentos de metralla por todo el cuerpo. La casa, destruida, y el marido de Jaber y el resto de los hermanos est¨¢n viviendo en las de los vecinos.
El director del centro, Mowafa Gorea, dice que hace lo que puede. Pero no es suficiente. "Llevo 27 d¨ªas trabajando a tiempo completo. Hace 16 d¨ªas que no veo a mi familia. La saqu¨¦ fuera de Bagdad y no s¨¦ nada de ellos, ni ellos de m¨ª. Pero tengo que seguir al frente de esto. Antes de la guerra aqu¨ª hab¨ªa una plantilla de 600 personas. Ahora s¨®lo cuento con 23 m¨¦dicos y 120 enfermeras".
"Hay demasiadas tragedias como la del ni?o Al¨ª Smain", lamenta el director del hospital. "Aqu¨ª ha permanecido Al¨ª varios d¨ªas ingresado, hasta que un semanario que se llama The Australian ha hecho las gestiones necesarias para sacarlo fuera del pa¨ªs para que lo atiendan mejor. Pero quedan en Irak demasiados ni?os que han perdido a sus padres y mucha gente que se ha quedado sin miembros", denuncia.
Y a?ade: "Por si todo este trabajo fuese poco, adem¨¢s al personal de este hospital nos ha tocado identificar a los muertos. La oficina del forense ha quedado completamente desvalijada. No tiene ni sillas donde sentarse. As¨ª que nosotros tenemos que sacar fotograf¨ªas a los cad¨¢veres y atender a los familiares que vienen en busca de ellos".
Una hora ante la puerta del hospital Chewoder basta para comprobar que los rescoldos de la guerra no terminan de apagarse. Mientras varios enfermeros armados protegen la puerta, otros ense?an la ambulancia tiroteada "por los americanos". "Dispararon, la bala atraves¨® la puerta y le dio en la cabeza al enfermo que tra¨ªamos al hospital", comentaba el conductor del veh¨ªculo.
Y contin¨²an entrando ni?os con el cuerpo abrasado por bombas recientes que los padres tratan de consolar in¨²tilmente mientras los m¨¦dicos les aplican cremas sobre las heridas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.