Mirador sobre aguas turbulentas
Un paseo por los acantilados de gneis que flanquean el r¨ªo Moros cerca de Valdeprados, en el sur de Segovia
Cuenta una leyenda segoviana que, all¨¢ por el siglo XV o XVI, el conde de Pu?onrostro le regal¨® a su hijo un caballo negro con doble sorpresa: herraduras de oro y la promesa de un se?or¨ªo all¨ª donde el corcel se detuviese tras galopar a su albedr¨ªo. El motivo de tanto agasajo, ni consta ni importa.
El caso es que el cuadr¨²pedo fue aguijoneado en Segovia y, al llegar a Valdeprados, a 25 kil¨®metros al suroeste, cay¨® rendido.
De las herraduras nunca m¨¢s se supo, pero s¨ª del corcel, pues a¨²n da nombre a la torre del Caballo Moreno, cuya mole se?orea esta buc¨®lica aldea rodeada de prados, trigales y aguas que bajan reidoras de la cercana sierra de la Mujer Muerta.
Que el noble bruto se rilara en Valdeprados fue una suerte para todos: para nosotros, que siguiendo hoy su rastro hemos dado con uno de los pueblos m¨¢s cucos de Segovia; para el propio ¨¦quido, que, de haber prolongado su carrera un kil¨®metro m¨¢s, se hubiera despe?ado en la Risca del r¨ªo Moros.
El r¨ªo Moros bravo corre encajonado entre paredones de 40 metros de altura
Y no digamos para el condecito, a quien en tal caso le habr¨ªa tocado gobernar un ca?¨®n de roca pelada y aguas rugidoras. Resulta muy espectacular desde el punto de vista excursionista, pero un fiasco desde el de un se?or del siglo XV o XVI, poco acostumbrado a vasallos tan altaneros como los milanos y a vasallas tan escurridizas como las truchas.
A escasos metros de la torre del Caballo Moreno -hoy, museo del escultor Sanguino-, tomando como referencia la fachada que mira a poniente, descubrimos un art¨ªstico panel de madera que nos ilustra sobre la ruta de la Risca.
Y es ¨¦sta, en su inicio, una amplia pista de tierra que sale de Valdeprados en direcci¨®n a la finca de Navasotero, cruza enseguida el arroyo del Quejigal y baja a su vera por una sombr¨ªa chopera que convierte en un dulce suspiro, de no m¨¢s de un cuarto de hora, el paseo hasta la orilla del r¨ªo Moros.
Aqu¨ª hay un puente que no cruzamos (ya lo haremos a la vuelta). Y hay una portilla met¨¢lica, aguas abajo, que franqueamos para seguir una senda que gana altura por la cada vez m¨¢s escarpada margen derecha. De la amarillenta y fr¨¢gil roca caliza, pasamos s¨²bitamente al gris¨¢ceo y duro gneis en que est¨¢ labrado el ca?¨®n de la Risca. Del r¨ªo manso entre alamedas, al Moros bravo que corre encajonado entre paredones de 40 metros, sin m¨¢s compa?¨ªa que la encina equilibrista, la rapaz piruetera y el at¨®nito excursionista.
La Risca es deslumbrante y atronadora como un rayo, y tambi¨¦n muy breve. Tan r¨¢pido como se cerr¨®, el valle vuelve a abrirse a la llanura segoviana, donde nos topamos con un molino en ruinas y, como a una hora del inicio (contando paradas contemplativas), con la moribunda aldehuela de Guijasalbas. En primer t¨¦rmino, el camposanto con un solitario par de cruces. M¨¢s all¨¢, el casco de la iglesia, con techo pero sin tejas. Y al fondo, la vieja carretera de ?vila, que cruza el r¨ªo Moros por una bella puente que ya no usa nadie, salvo nosotros. El regreso por la margen contraria, la izquierda, nos puede llevar otra hora, o quiz¨¢ algo m¨¢s, pues ahora la ruta discurre a campo traviesa y con vallas, oblig¨¢ndonos a abrir y cerrar unos cuantos zarzos.
As¨ª, atravesando estas toscas portillas de alambre y bances de madera, empezamos surcando un prado ribere?o donde yacen los restos de un horno de cal, luego trepamos por la ladera para superar un espol¨®n calc¨¢reo y acto seguido descendemos por el prieto encinar bordeando la alambrada que delimita una antigua mina de caol¨ªn.
Tras rebasar la mina, buscando para ello paso casi por la misma orilla, nos plantamos otra vez en el ca?¨®n de la Risca, el cual bordeamos de nuevo por lo alto siguiendo un cerca de piedra -por el lado izquierdo, pues el derecho es propiedad privada- y gozando ahora de la visi¨®n de las cumbres serranas.
All¨ª, entre la Mujer Muerta y el Mont¨®n de Trigo, el Moros tiene su cuna. Aqu¨ª, a nuestros pies, aprovechando un despiste de la vieja llanura, el r¨ªo vive un romance breve y turbulento con la Risca. Es su segunda juventud, y la ¨²ltima.
Gu¨ªas y croquis, en Internet
- D¨®nde. Valdeprados (Segovia) dista 75 kil¨®metros de Madrid. Se va por la carretera de A Coru?a (A-6) hasta San Rafael y luego por la nueva autopista de Segovia (A-31), tomando la primera salida (Otero de Herreros) y siguiendo las indicaciones viales que aparecen en el cruce inmediato. El panel informativo y el inicio del camino se encuentran frente a la torre del Caballo Moreno.
- Cu¨¢ndo. Cualquier ¨¦poca, excepto pleno verano -pues el r¨ªo pierde caudal y belle-za-, es buena para emprender este paseo circular de seis kil¨®metros y dos horas y media de duraci¨®n, con un desnivel acumulado de 100 metros y una dificultad baja. Al discurrir por el borde superior de los cortados -el fondo del ca?¨®n es intransitable-, deben observarse las precauciones que dicta el sentido com¨²n.
- Qui¨¦n. La Asociaci¨®n para el Desarrollo Rural de Segovia Sur (carretera de Segovia, 5, Espirdo, Segovia) ha se?alizado ¨¦sta y otras rutas de senderismo por la zona. Asimismo, ha publicado gu¨ªas con croquis que pueden solicitarse llamando al tel¨¦fono 921 44 90 59 o bien consultarse de forma directa en Internet: www.a-segovia.com
- Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: hoja 17-20 del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o la equivalente (507) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional.
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