En torno a Isabel la Cat¨®lica
Isabel la Cat¨®lica muri¨® en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504. Esta precisi¨®n cronol¨®gica nos indica que estamos en el umbral de una nueva efem¨¦rides, de un nuevo ciclo de celebraciones que movilizar¨¢ a las instituciones, a los historiadores y a los editores. M¨¢xime si tenemos en cuenta la significaci¨®n de su reinado, en cuyo transcurso ocurrieron hechos tan trascendentes como la forja de la unidad de Espa?a, la aparici¨®n del Estado moderno, la creaci¨®n del Santo Oficio, la expulsi¨®n de los jud¨ªos, la conquista de Granada y el descubrimiento de Am¨¦rica. A todo lo cual debemos a?adir la existencia de un proceso de canonizaci¨®n que podr¨ªa cobrar una nueva aceleraci¨®n al socaire de tan favorable coyuntura.
Como prueba de lo que decimos, hoy ya podemos dar cuenta de la vanguardia de la public¨ªstica que se avecina y ante la que habr¨¢ que montar una vigilancia cr¨ªtica para separar la ficci¨®n de la realidad, la novela de la historia y los libros bien documentados de las elucubraciones sin fundamento, al margen de los intereses ideol¨®gicos o comerciales en juego. As¨ª, ya disponemos de las primeras obras recientes sobre Isabel la Cat¨®lica, que vienen a sumarse a algunas autorizadas s¨ªntesis del reinado (como la de Joseph P¨¦rez: Isabel y Fernando, los Reyes Cat¨®licos; o la de Miguel ?ngel Ladero: La Espa?a de los Reyes Cat¨®licos), y a alguna cualificada biograf¨ªa anterior, como la ya cl¨¢sica de Tarsicio de Azcona, publicada por vez primera en 1964 y ahora reeditada: Isabel la Cat¨®lica. Estudio cr¨ªtico de su vida y su reinado.
Entre las obras aparecidas en estas fechas hay, sin embargo, que dejar a un lado el libro de C¨¦sar Vidal, Yo, Isabel la Cat¨®lica, que es una novela hist¨®rica en forma de texto presuntamente escrito por la propia soberana. Y tambi¨¦n la obra de Juan G. Atienza, Regina Beat¨ªsima. La leyenda negra de Isabel la Cat¨®lica, cuyas afirmaciones sobre los aspectos analizados no est¨¢n nunca suficientemente fundamentadas.
De este modo, hay que referirse en primer lugar a la extensa y bien documentada biograf¨ªa firmada por Luis Su¨¢rez Fern¨¢ndez: Isabel I, reina (1451- 1504), editada en 2000 y cuyas sucesivas reimpresiones dan testimonio del inter¨¦s que despierta y que ha de seguir despertando en un futuro inmediato la figura de la soberana. El texto del veterano acad¨¦mico es una panor¨¢mica general del reinado, siguiendo el hilo cronol¨®gico propio del g¨¦nero biogr¨¢fico y renunciando a un excesivo aparato cr¨ªtico a fin de llegar a un p¨²blico m¨¢s amplio que el de los especialistas, aunque no puede dudarse de que su relato se basa en una larga frecuentaci¨®n de las fuentes de primera mano y en un conocimiento exhaustivo de la historiograf¨ªa antigua y moderna sobre los Reyes Cat¨®licos. Tan s¨®lo hay que se?alar que su visi¨®n de los actos privados y p¨²blicos de la reina es siempre la m¨¢s favorable posible para la biografiada, a que se evitan las cr¨ªticas por el procedimiento de atribuir al esp¨ªritu de la ¨¦poca las decisiones que hoy nos pueden parecer condenables.
Como ejemplo, baste el caso
de la Inquisici¨®n. Por un lado, el autor se lamenta de que la Iglesia traicionase el mensaje evang¨¦lico creando un instrumento destinado a la represi¨®n de las conductas her¨¦ticas, al tiempo que declara que la decisi¨®n de expulsar a los jud¨ªos "repugna a la doctrina cristiana". Por otro, considera, leyendo fielmente los documentos, que los Reyes Cat¨®licos fueron los responsables de la implantaci¨®n del tribunal y de la expulsi¨®n. Pero finalmente, orillando la existencia en la ¨¦poca de alternativas viables a la intolerancia, se limita a se?alar que los monarcas estuvieron siempre convencidos de la rectitud de su conducta y de estar cumpliendo con su deber.
Otro caso es el de la legitimidad de Isabel la Cat¨®lica para ocupar el trono de Castilla frente a Juana, injustamente llamada la Beltraneja. Aqu¨ª, como tambi¨¦n en su notable biograf¨ªa de Enrique IV, Enrique IV de Castilla, el autor recurre, para justificar la decisi¨®n de Isabel de hacerse con el trono, a una petitio principii: la conciencia de la reina no le hubiera permitido dar ese paso de no estar segura de sus derechos, lo que presupone una conciencia inmaculada de la reina que est¨¢ por demostrar, sobre todo dada la innegable ambici¨®n de poder de que siempre dio pruebas. Contrariamente, Jos¨¦ Luis Mart¨ªn, en su reciente y excelente estudio de dicho soberano, Enrique IV, no tiene las cosas tan claras, sino que se inclina por la legitimidad de Juana, aunque al final califique la cuesti¨®n de verdadero enigma hist¨®rico, por la imposibilidad de una evidencia absoluta en un asunto tan privado como es el acto de engendrar a una princesa. M¨¢s contundente es a¨²n la opini¨®n de Joseph P¨¦rez, para quien Juana era la heredera legal, mientras que Isabel fue una usurpadora que s¨®lo a posteriori conseguir¨ªa redimir del pecado original a su reinado.
La opini¨®n de Joseph P¨¦rez aparece expresada en el pr¨®logo al ¨²ltimo libro que nos corresponde considerar, la biograf¨ªa firmada por Alfredo Alvar Ezquerra (Isabel la Cat¨®lica. Una reina vencedora, una mujer derrotada), una sugestiva obra de s¨ªntesis al mismo tiempo rigurosa y salpicada de iron¨ªa. Basado sobre todo en literatura secundaria, el libro resulta muy recomendable para aquellos que quieran disponer de una breve pero solvente aproximaci¨®n a la figura de la reina, ya que el autor, consciente de la existencia de otros textos dedicados al an¨¢lisis en profundidad del reinado, trata sobre todo de acercarse a la personalidad y a la vida privada de Isabel, aunque sin dejar de dar su opini¨®n sobre las principales decisiones de su gobierno. As¨ª, la reina aparece como gobernante en¨¦rgica, esposa celosa (que sufri¨®, con motivo, el aguij¨®n de los celos), madre amorosa (que tambi¨¦n hubo de vivir el drama de la muerte del pr¨ªncipe Juan y de la locura de la princesa Juana, aunque en este caso no estemos seguros ni de su cualidad ni de su alcance) y mujer religiosa, aunque su fundamentalismo quiz¨¢ la aleja de los c¨¢nones de santidad de nuestros d¨ªas. En todo caso, tendremos oportunidad de seguir discutiendo de estos temas en los meses pr¨®ximos, pues la ofensiva no ha hecho m¨¢s que empezar.
Isabel y Fernando, los Reyes Cat¨®licos. Joseph P¨¦rez. Traducci¨®n de Fernando Santos Fontenla. Nerea. Madrid, 1997. 295 p¨¢ginas. 20,23 euros.
La Espa?a de los Reyes Cat¨®licos. Miguel ?ngel Ladero. Alianza Editorial. Madrid, 2003. 544 p¨¢ginas. 9,42 euros.
Isabel la Cat¨®lica. Estudio cr¨ªtico de su vida y su reinado. Tarsicio de Azcona. La Esfera de los Libros. Madrid, 2002. 672 p¨¢ginas. 29 euros.
Yo, Isabel la Cat¨®lica. C¨¦sar Vidal. Belacqua. Barcelona, 2002. 288 p¨¢ginas. 14,88 euros.
Regina Beatissima. La leyenda negra de Isabel la Cat¨®lica. Juan G. Atienza. La Esfera. Madrid, 2002. 415 p¨¢ginas. 18 euros.
Isabel I, Reina (1451-1504). Luis Su¨¢rez Fern¨¢ndez. Ariel. Barcelona, 2002. 446 p¨¢ginas. 19,23 euros.
Enrique IV de Castilla. La difamaci¨®n como arma pol¨ªtica. Luis Su¨¢rez Fern¨¢ndez. Ariel. Barcelona, 2201. 608 p¨¢ginas. 21,15 euros.
Enrique IV. Jos¨¦ Luis Mart¨ªn. Nerea Madrid, 2002. 366 p¨¢ginas. 22,54 euros.
Isabel la Cat¨®lica. Una reina vencedora, una mujer derrotada. Alfredo Alvar Ezquerra. Temas de Hoy. Madrid, 2002. 304 p¨¢ginas. 17,31 euros.
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