En defensa de Ra¨²l Rivero
El poeta Ra¨²l Rivero es inocente de todo lo que le imputan y culpable de todo lo que silencian sus fiscales. El viernes 4 de abril de 2003, en juicio sumario, se dio a conocer el "Encausamiento" que argument¨® en su contra una cadena de veinte a?os de privaci¨®n de libertad, por el delito de "Actos contra la independencia o la Integridad Territorial del Estado". Dos semanas antes, el jueves 20 de marzo, Ra¨²l fue detenido en su departamento de la calle de Pe?alver. Las im¨¢genes del fuerte dispositivo policial fueron transmitidas por la televisi¨®n cubana. Durante setenta y dos horas, en veintinueve juicios rel¨¢mpagos, se condenaron a setenta y cuatro cubanos y una cubana.
La mayor¨ªa de los detenidos pudo nombrar, por derecho, a sus abogados defensores, no lo niego, pero no me nieguen que los representantes tuvieron una limosna de tiempo para articular los alegatos, entre la espada del riguroso calendario y la pared del juzgado. El almanaque no miente. La suma total de los castigos cubrir¨ªa noche a noche un milenio, cuatro siglos y 54 a?os de soledad, los amaneceres que van entre el lejan¨ªsimo 549 de nuestra era y este 2003 que nos acoge entre ca?onazos, invasiones, maleficios y fusilamientos injustificables. Visto el caso y comprobado el hecho (ya se dict¨® sentencia), mi querid¨ªsimo amigo Ra¨²l, el gordo Ra¨²l, periodista de estirpe, autor de poemas cuban¨ªsimos que en su momento se aprendieron de memoria meseras de Coppelia, profesores universitarios, escribanos envidiosos y vecinos vagabundos o polic¨ªas, este camag¨¹eyano m¨¢s camag¨¹eyano que un tinaj¨®n de Puerto Pr¨ªncipe saldr¨¢ de la c¨¢rcel a los 77 a?os de edad, en el imposible aniversario 64? de una revoluci¨®n a la que ¨¦l entonces le habr¨¢ entregado la vida entera y la casi totalidad de su poes¨ªa.
No. No me equivoco. Si la desilusi¨®n fuera un crimen, media isla deber¨ªa ser declarada penitenciar¨ªa. Medio mundo. Media constelaci¨®n de Andr¨®meda
Yo pido, exijo, que me citen una sola l¨ªnea de esos art¨ªculos, un solo verso de Ra¨²l, una sola met¨¢fora, un lamento, una cr¨ªtica, que no evidencie un profundo, casi enfermizo, amor por su pa¨ªs
El testimonio de un revolucionario intachable vale el triple que el de un poeta inconsolable, preg¨²ntenle si no a los cuatro vecinos de la calle de Pe?alver que aceptaron declarar en contra de Rivero
El dedo en la llaga
A Ra¨²l no lo tomaron por sorpresa. Hace unos pocos a?os compuso su propia Suite de la muerte: "Acaban de avisarme que he muerto. / Lo anunci¨® entre l¨ªneas la prensa oficial. / (...) Soy testigo del entierro que me est¨¢n haciendo. / Estuve alerta en el velorio / y anot¨¦ cada gesto, cada comentario. / Lo he visto todo claro desde mi muerte. / Los estoy esperando". Los estuvo esperando cada mediod¨ªa, cada noche, cada amanecer, hasta que por fin una tarde de marzo llegaron a ponerle la casa patas arriba, quiz¨¢ con la esperanza o la convicci¨®n de que en aquella austera cueva de La Habana encontrar¨ªan un arsenal de armas o el cl¨¢sico instrumental de los esp¨ªas o planes cifrados de sabotajes o una banderita con cincuenta y no s¨¦ cu¨¢ntas barras y estrellas, mas ¨²nicamente se llevaron el bot¨ªn de un escritor: papeles y minucias. La esperanza se esfum¨®, no las convicciones. No sembraron pruebas, ni falta que hizo: las inventaron a puras palabras. El testimonio de un revolucionario intachable vale el triple que el de un poeta inconsolable, preg¨²ntenle si no a Ada, Jacinto Inocencio, Arnulfo y Acacia Isabel, los cuatro vecinos de la calle de Pe?alver, entre Franco y Oquendo, que aceptaron declarar en contra de Rivero: seg¨²n ellos, entre otros pecados, el poeta se dedicaba a "tergiversar la realidad". ?Se habr¨¢n sentido aludidos al leer su Apuntes de la calle, un poema que pone el dedo en una llaga que es casi estigma? Apelo a tu estocada, Gordo: Los cubanos somos hiperb¨®licos: / a los hombres que no tienen moral / los acusamos de tenerla doble. Al que le sirva el sayo, que se lo ponga.
As¨ª las cosas, la fiscal¨ªa construy¨® el discurso del "encausamiento" sobre un vocablo de dif¨ªcil comprobaci¨®n, el astuto adjetivo subversivo (citado 17 veces en menos de ocho cuartillas, m¨¢s tres como verbo y una en funci¨®n sustantiva): "Actividades subversivas", "prop¨®sitos subversivos", "revista subversiva que titularon De Cuba", "elementos subversivos nacionales y extranjeros, de contenido contrarrevolucionario y para subvertir el orden social", "grup¨²sculos contrarrevolucionarios, donde se abordan temas subversivos, otros funcionarios norteamericanos que all¨ª imparten sus ¨®rdenes e instrucciones subversivas", "corresponsal a sueldo de la Agencia de Prensa francesa, de corte subversiva Reporteros sin Fronteras", "un libro con ideas y estrategias desestabilizadoras y subversivas, varios casetes de audio y de v¨ªdeo conteniendo informaci¨®n destinada a subvertir el sistema, tres files conteniendo documentos de la llamada prensa independiente, entre otros materiales de car¨¢cter subversivo", "recibe la visita en su domicilio con fines subversivos de personas y autos de la Secci¨®n de Intereses de los EE UU", "y otros materiales de contenido subversivo a distintos vecinos del lugar, confirmar¨¢ la visita de personas en autos pertenecientes a sedes diplom¨¢ticas". La pobreza argumental s¨®lo es superada por el raquitismo del vocabulario. Les ahorr¨¦ algunos ejemplos por fatiga.
Para que no se me acuse de apasionado, si¨¦ndolo, concedo a la fiscal¨ªa cierto valor de uso sobre el t¨¦rmino de "ilegalidad" cuando lo aplica para devaluar las dos instituciones que Ra¨²l Rivero fundara junto a un pu?ado de colaboradores voluntarios, entre ellos a su amigo y coacusado Ricardo Gonz¨¢lez: la agencia de noticias Cuba Press (desde 1995) y la Sociedad de Periodistas Independientes Manuel M¨¢rquez Sterling (desde 2000). La legislaci¨®n cubana en esta materia no deja mucho margen de maniobra. Aun as¨ª me sorprende, por los mismos motivos, que las hayan tolerado tantos a?os si hubiera sido mucho m¨¢s f¨¢cil desmantelarlas o multarlas o prohibirlas desde su nacimiento, sin verse en la necesidad de un juicio sumar¨ªsimo en el momento que las autoridades de la isla hab¨ªan aprendido (supon¨ªamos) que "los independientes" eran sin duda molestos, pero no un obst¨¢culo insalvable para una revoluci¨®n popular, legendaria y poderosa. Los datos oficiales dicen que la aprueba el 98% de la poblaci¨®n con derecho a voto. De nada vale desconfiar de esas estad¨ªsticas. El Gobierno debiera estar tranquilo, digo. El problema, el error, lo oportunista, es afirmar que ambas instituciones (ilegales, reitero, pero no secretas ni con ideales conspirativos, pues eran conocidas, p¨²blicas y, adem¨¢s, infiltradas hasta el tu¨¦tano por agentes de la seguridad del Estado) se crearon con el prop¨®sito de "difundir falsas noticias para satisfacer los intereses de sus patrocinadores del Gobierno norteamericano" o suministrar "informaciones que requer¨ªa el Gobierno norteamericano", dos variantes poco creativas de una misma imputaci¨®n. Y afirmarlo apenas unas pocas horas antes de entreabrir las puertas del tribunal.
Una fiscal¨ªa implacable
La fiscal¨ªa, por otra parte, se vio tan implacable como imprecisa cuando dijo: "El acusado Rivero Casta?eda, a partir del a?o 2000 comienza a suministrar informaciones semanales para la p¨¢gina web Encuentro en la Red, cobrando por cada art¨ªculo, recibiendo tambi¨¦n ingresos por otras publicaciones, persiguiendo todos sus escritos un manifiesto prop¨®sito desestabilizador del Estado cubano (...). Tambi¨¦n, con similares fines, realiza publicaciones subversivas para la revista Encuentro y para el sitio web Encuentro en la Red, que le pagan por cada colaboraci¨®n suya, informando siempre sobre temas que requiere Estados Unidos para mantener su pol¨ªtica hostil dirigida a derrocar la revoluci¨®n cubana". Yo pido, exijo, que me citen una sola l¨ªnea de esos art¨ªculos, un solo verso de Ra¨²l, una sola oraci¨®n, una sola met¨¢fora, un lamento, una queja, un reclamo, una cr¨ªtica que no evidencie un profundo, casi enfermizo, amor por su pa¨ªs. Encontrar¨¢n, por supuesto, frases tristes, octos¨ªlabos desgarradores, p¨¢rrafos angustiados, incluso pesimistas, sobre el presente y futuro de Cuba, pero la tristeza, el desgarramiento, la angustia e incluso el pesimismo no son delitos. ?O me equivoco? No dudo que me equivoque, pues mis amigos dicen que soy terriblemente melanc¨®lico.
No. No me equivoco. Si la desilusi¨®n fuera un crimen, media isla deber¨ªa ser declarada penitenciar¨ªa. Medio mundo. Media constelaci¨®n de Andr¨®meda. Lo del pago por las colaboraciones o los derechos de autor es una pr¨¢ctica habitual, profesional, obligatoria y justa de que cual viven, por dem¨¢s, escritores, m¨²sicos, pintores, ensayistas y hasta pol¨ªticos de la isla. Si se las hubieran publicado en su tierra, las habr¨ªa cobrado en el Banco Popular de Ahorro de Centro Habana. Sin embargo, la afirmaci¨®n de que los temas eran requeridos desde Estados Unidos resulta m¨¢s filosa, aunque no me cabe duda de que, al menos en la obra period¨ªstica y literaria de Ra¨²l Rivero, es sencilla y llanamente una calumnia. ?Acaso la Agencia Central de Inteligencia le "requiri¨®" que escribiera sobre El Chino de la Charada (con sus grabados y sus n¨²meros, tiene siempre un signo de emoci¨®n y esperanza) o las Jineteras de la Quinta Avenida de Miramar (pura fantas¨ªa con sus lentes de Armani) o aquella cr¨®nica sobre su entra?able amistad con Nicol¨¢s Guill¨¦n, a quien quiso como a un padre y quien lo malcri¨® como a un hijo (baj¨® a Ignacio Agramonte de su caballo y a Jos¨¦ Mart¨ª de sus pedestales con unos art¨ªculos l¨²cidos y hondos), por no mencionar su retrato de Heberto Padilla, "un caso" sobre el cual hasta la propia direcci¨®n de la cultura cubana reconoce que se cometieron errores. ?Ah!, Gordo, qu¨¦ ingenuos somos cuando so?amos en voz alta; en ese texto tratas de tranquilizarnos al asegurar que no habr¨¢ posibilidades de repetirlo (el caso Padilla) ni siquiera como comedia. Las posiciones gubernamentales pueden ser inmutables, pero el mundo no. La vida tampoco. Heberto estuvo detenido tres o cuatro semanas en Villa Marista, t¨² pasar¨¢s 7.305 noches en el infierno si hoy no somos capaces de impedirlo por bien de todos, e incluyo a los revolucionarios que en la isla y en silencio se duelen de tu suerte. Sigo.
Sigo. A ver, d¨ªganme qu¨¦ inter¨¦s puede tener la Casa Blanca o el Pent¨¢gono en divulgar la bell¨ªsima despedida que escribi¨® Rivero a sus amigos que se van de Cuba (Irse es un desastre. Una cat¨¢strofe ¨ªntima), publicada nada m¨¢s y nada menos que en el Nuevo Herald de Miami (ahora sabemos, por todo lo que est¨¢ pasando Cuba, que en el espacio que existe entre irse y volver hay que fundamentar la permanencia, porque permanecer siempre ser¨¢ un ant¨ªdoto contra el desencanto. Y un veneno para el olvido), o en su rese?a literaria sobre Mariel, la estupenda novela de Jos¨¦ Prat Sariol (uno de los pocos escritores de la isla que se atrev¨ªa a visitarlo en su casa, ?el ¨²nico?). Qu¨¦ le importa al Imperio que Ra¨²l publique en la Revista Hispano Cubana su nost¨¢lgico art¨ªculo sobre el Caballito blanco de Chango o su gracioso Mon¨®logo del polic¨ªa o su vallejiano elogio de la maquinita de escribir (yo recuerdo la Underwood de mi t¨ªo, aquel periodista provinciano que muri¨® en el exilio, y renuevo mi amor cada ma?ana por esta Olivetti esbelta y beige, que me hace experimentar el goce de tocar lo que pienso y me hace padecer, que es siempre una f¨®rmula de la altura y la fineza), o su demolici¨®n de los mandamases que en el mundo han sido, sin nombre ni apellidos (el totalitarismo es m¨¢s fuerte que la belleza. Un soneto es una brizna fr¨¢gil de sentimiento frente al ardor de las proclamas pol¨ªticas. S¨®lo que la belleza y el soneto son eternos y es su perdurabilidad lo que doblega el se?or¨ªo oscuro y provisional de un gobernante (...). Se sabe que los Gobiernos miran la cultura como un buey mira un piano). Por amor de Dios, d¨ªganme qu¨¦ oficial de inteligencia o contrainteligencia, qu¨¦ investigador, qu¨¦ ide¨®logo, qu¨¦ perito en inform¨¢tica, qu¨¦ mentiroso, ?qui¨¦n de ellos me demuestra que James Cason, actual jefe de la Oficina de Intereses de EE UU en Cuba, un funcionario prepotente, en verdad da?ino, petulante, altanero y detestable, una bazofia humana que quiere menos a Cuba que yo a la gallina que acabo de almorzarme, cu¨¢l de todos me convence de que m¨ªster Cason o un idiota semejante haya sido el "superior" que le orden¨® a Ra¨²l Rivero aquel texto sobre el poeta Eliseo Diego que no cito en este p¨¢rrafo para no echarme a llorar en la terraza! Y hablando de mi padre, quiero recordar una oraci¨®n del pr¨®logo que escribiera para un libro de Ra¨²l, pues viene al caso: "Lo caracter¨ªstico (en la poes¨ªa de Rivero) es la violencia impaciente".
M¨¢s adelante, la fiscal¨ªa esgrime una acusaci¨®n digna de tomarse en cuenta, por el sereno y al mismo tiempo c¨ªnico uso de la exageraci¨®n: al centro mismo del "Encausamiento", el licenciado Moreno Carpio asegura (y lo creo porque lo leo) que en el registro efectuado en el apartamento de la calle de Pe?alver al poeta se le ocuparon, "entre otros materiales de car¨¢cter subversivo", una radio marca Sony, una grabadora, un cargador digital de bater¨ªas, una m¨¢quina de escribir (?su Olivetti esbelta y beige?), una laptop marca Samsung, un adaptador de c¨¢mara v¨ªdeo ocho (no la c¨¢mara), varios casetes "conteniendo informaci¨®n destinada a subvertir el sistema econ¨®mico, pol¨ªtico y social cubano" (sin dar t¨ªtulos), cinco ejemplares de su libro Ojo Pinta y dieciocho sobres conteniendo art¨ªculos varios y recortes de sus trabajos period¨ªsticos, tres files con documentos de "la llamada prensa independiente", y supongo (aunque no se registre con la misma precisi¨®n) que tambi¨¦n deben de haberle "descubierto" en la cocina o en el ba?o una azucarera, un jarrito de aluminio, un salero, un pomo de colonia Fiesta, tal vez dos rollos de papel higi¨¦nico, una caja de palitos de dientes, siete u ocho cuchillos de mesa, platos de muy distintas vajillas, una maquinita de afeitar desechable y, qui¨¦n quita, uno de esos artefactos mortales, tan peligrosos para la humanidad que desde el derribo de las Torres Gemelas las autoridades aeroportuarias las expropian a los viajeros de clase tur¨ªstica para as¨ª combatir al terrorismo: un corta¨²?as met¨¢lico. Tampoco se consignan, por ejemplo, las obras completas de Nicol¨¢s Guill¨¦n dedicadas de pu?o y letra por nuestro poeta nacional ni los discos de Silvio Rodr¨ªguez y Pablo Milan¨¦s y Carlos Puebla que Ra¨²l me puso el d¨ªa que me invit¨® a almorzar arroz con frijoles en su casa -despu¨¦s de todo, hicieron bien en no consignarlas, pues hubieran confundido a la opini¨®n internacional con detalles cursis y fr¨¢giles: se acab¨® la diversi¨®n, lleg¨® el Comandante y... Y mucho menos enlistan sus subversivas apolog¨ªas de la justicia social, sus subversivas d¨¦cimas, sus subversivos bol¨ªgrafos y, claro, un mont¨®n de versos subversivos impresos en la contracara de hojas mimeografiadas, p¨¢ginas desechables que, quiz¨¢, no lo dudo, alguna vez contaron la subversiva Historia del PCUS, ?¨²nico tesoro que le dej¨® en herencia su padre, el proletario Esineo Tiburcio, orgulloso rescatista de la Defensa Civil? Un tipazo. Lo recuerdo levemente. Cuando entraba un cicl¨®n en La Habana, Esineo se envolv¨ªa en una capota de hule y sal¨ªa a patrullar la zona, a contra r¨¢fagas, en busca de los callejeros perros de nadie. Padre m¨ªo que est¨¢s en las sombras / de esa gran noche sideral / t¨² que no fuiste todopoderoso / que en vez de multiplicar los panes y los peces / te los quitaste para d¨¢rnoslos / si estuvieras despierto y terrenal / me prestar¨ªas tu br¨²jula y tu vieja memoria de caminos y fronteras. Ra¨²l sigui¨® el ejemplo de Esineo. ?C¨®mo le llueve encima!
Las abrumadoras minor¨ªas
Cualquier juez en sano juicio exculpar¨ªa a Ra¨²l de tales delitos. Y, sin embargo, el poeta es culpable -y no por lo que afirman de ¨¦l, repito, sino por lo que callan-. S¨ª, eres culpable, Gordo. Lo siento. Sabes que te quiero. Enti¨¦ndelo. Culpable de tu imprudencia, de tu audacia, hermano, culpable de no haber sentido miedo al decir o redactar o defender lo que piensas sobre lo que sucede cada d¨ªa en los callejones sin salida de la abulia y la indiferencia, total, si entre nosotros el silencio es una epidemia y la ilusi¨®n un polvor¨ªn (marzo entr¨® este a?o a Cuba, como siempre, para marcar el final del leve invierno (...). Fui una de esas personas que desde Cuba habl¨¦ y me ilusion¨¦ con la alternativa de democratizar gradual, civilizadamente, ese sitio del mundo que m¨¢s de once millones de seres humanos en La Habana y Madrid, en Venezuela y EE UU, en Estocolmo y Caracusey, en Santo Domingo y Chivirico llaman, de un modo especial, la patria, leo en tu art¨ªculo Los antediluvianos d¨ªas de marzo). Culpable de tus amores tercos, de tu tozudo coraz¨®n, de haber supuesto que tu sitio estaba en ese apartamento sin ventanas de la calle de Pe?alver entre Franco y Oquendo y no en cualquier rinc¨®n de este planeta azul, ancho y ajeno, en mi casa de M¨¦xico, por ejemplo, o en la remota Cochinchina -donde se dice edificaron la famosa Casa del Carajo-. Culpable de enamorarte como un loco, de creer en el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud y los dones de la sinceridad. Culpable, en fin, de querer tanto a un pa¨ªs, el nuestro, que no siempre agradece el sacrificio, un pueblo que se niega a escuchar a sus abrumadoras minor¨ªas, pues aunque me joda reconocerlo los cubanos somos desmemoriados y epid¨¦rmicos. Zorros. "Se lo busc¨®", he o¨ªdo decir en este arranque de abril a varios Judas y Poncio Pilatos y Barrabases: "Se lo dije. No te emberrinches, compadre, qu¨¦date tranquilo en casa mientras pasa el apag¨®n. Pero te pusiste a paluchear. Yo lo ve¨ªa venir. Te lo advert¨ª". S¨ª, se lo busc¨®, y eso lo distingue y engrandece, contesto. Pero eres culpable, Ra¨²l, compr¨¦ndelo, culpable de haber escrito el 21 de febrero de 1999 tu Mon¨®logo del culpable, a escasos d¨ªas de haberse aprobado la ley que ahora formaliza el derecho a que te abofeteen la cara: la letra de la ley, dijiste iracundo, permite a las autoridades de mi pa¨ªs condenarme por el ¨²nico acto soberano que he realizado desde que tengo uso de raz¨®n: escribir sin mandato. Y m¨¢s adelante te anticipaste a los acontecimientos, una costumbre irresponsable por muy escritor que seas y te coloques all¨¢ en el filo del horizonte para anunciarnos las tormentas que se tuercen sobre nosotros -el centinela horizonte, ?recuerdas?, ese sitio donde el camarada Lenin aconsejaba que deportaran a los poetas y a los so?adores-. Me cuesta mucho trabajo sentirme culpable. Es casi como si se me acusara de respirar o se me anunciara una eventual prisi¨®n por amar a mis hijas, a mi madre, a mi mujer, a mi hermano y a mis amigos (...). De modo que una disposici¨®n redactada con la tinta perecedera de las trampas pol¨ªticas, envuelta en una maniobra chapucera para hacer aparecer a un peque?o grupo de periodistas que trabajamos en Cuba como aliados de narcotraficantes y proxenetas y mercenarios a sueldo de EE UU, me produce s¨®lo un variado c¨®ctel de repugnancia. Los a?os de c¨¢rcel que la ley promete con generosidad, por encima al temor del encierro y al castigo, hay que verlos con consternaci¨®n (...). Nadie me hace sentir como un criminal, un agente enemigo ni como un ap¨¢trida ni como ninguna de esas necedades que el Gobierno usa para degradar y humillar. Soy s¨®lo un hombre que escribe. Y escribe en el pa¨ªs donde naci¨® y donde nacieron sus bisabuelos". Culpable, Ra¨²l, tan culpable como yo. Como tantos. Lo dijo tu paisano Nicol¨¢s Guill¨¦n, lo dijo Beny Mor¨¦, tenemos lo que ten¨ªamos que tener: dolor y pena. Hasta t¨² mismo lo escribiste, caray, ?o lo olvidaste?: Soy un desastre como mi pasado / un mal sue?o como mi porvenir / y una cat¨¢strofe como mi presente. / (...). Perdonadme entonces que sue?e con cercos policiales y amigos encarcelados. Ya te extra?o.
Ya pierdo aliento, hermano grande. Me trabo. Me desplomo. Desde el suelo, derrotado, humillado, avergonzado de mi pa¨ªs y mis espantos, repito entre dientes lo que alguna vez dije en defensa de los presos pol¨ªticos de la isla: "Dios no los guarde, Dios los libre". Como entonces, hoy nadie escuchar¨¢ mi ruego -ni ?l, ocupado como debe de estar all¨¢ por Babilonia, donde (te cuento por la claraboya de tu celda) le acaban de hacer trizas lo poquito que quedaba del Ed¨¦n.
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