La ¨¦lite de Sadam llora la derrota
Lo ten¨ªan todo y ahora sus vidas penden de un hilo. Lo familia S. exhibe ojeras de muchos d¨ªas. Exactamente la madrugada del 9 de abril su pa¨ªs llevaba 20 d¨ªas en guerra, pero mientras Sadam Husein segu¨ªa al frente ellos estaban a salvo. Pertenec¨ªan a esa ¨¦lite, mayoritariamente sun¨ª, que con la desaparici¨®n del r¨¦gimen no s¨®lo ha visto volatilizarse sus privilegios, sino que temen la venganza de los m¨¢s descontentos. Son los perdedores de la guerra.
La casa de los S., en un barrio de clase media-alta a las afueras de Bagdad, no resulta especialmente ostentosa, pero los dos coches aparcados en el porche, un BMW y un todoterreno, dan una idea de su buen nivel de vida. Abu S. est¨¢ acompa?ado de su mujer, Um S., y de sus hijas, N. y M. Su hijo mayor, S., hasta ahora diplom¨¢tico en un pa¨ªs europeo, ha sido declarado persona non grata y expulsado; se ha refugiado en casa de un amigo en otro pa¨ªs de la UE y espera a que la situaci¨®n se tranquilice para volver. El menor, W., permanece en Jordania, donde estudia. "Ya ve usted, hemos tenido que organizar patrullas para protegernos", confiesa el padre ante la aparici¨®n de un hombre armado que causa el sobresalto de su familia hasta que lo identifica.
Abu S., un diplom¨¢tico retirado que fue embajador en M¨¦xico, Portugal y Jordania, trabajaba como asesor del ministro de Asuntos Exteriores, Nayi Sabri. Tiene motivos para estar preocupado. Ya han empezado a o¨ªrse historias de venganza.
"Cuando dan las nueve de la noche se abre la veda", confiesa un residente que pide el anonimato. "Anteanoche, uno que estuvo condenado a siete a?os de c¨¢rcel por la denuncia de un miembro del Baaz [el partido ¨²nico] vino pistola en mano a vengarse del delator", explica. El agresor hab¨ªa salido de la c¨¢rcel con la amnist¨ªa general del pasado octubre. S¨®lo la intervenci¨®n de los vecinos impidi¨® el ataque.
Abu S. cre¨ªa en el sistema y sigue hablando con el mismo tono doctrinal excepto cuando critica la presencia estadounidense. Entonces se pone nervioso y cambia r¨¢pidamente del ingl¨¦s al ¨¢rabe. "?Ve usted lo que est¨¢ pasando? Saqueos, robos, caos", se lamenta. "?Es ¨¦sta la democracia de Estados Unidos", pregunta sin esconder su ira. Los S. tienen claro qui¨¦nes son los responsables de este desorden. "La gente de Ciudad Revoluci¨®n", asegura N., la hija mayor, en referencia a una barriada pobre del sureste de la capital que el dictador renombr¨® como Ciudad Sadam.
"Son gente de clase baja, sin educaci¨®n, con la que nosotros nunca nos hemos mezclado", explica N. sin parpadear ni aclarar que se trata de una zona chi¨ª y que ellos son sun¨ªes. "Siempre les hemos temido. Sadam no les dio armas porque desconfiaba de ellos, pero ahora se han hecho con las que ha abandonado el Ej¨¦rcito en su huida", declaraba la muchacha. "Si de algo nos arrepentimos es de no haberlos matado a todos", conf¨ªa sin que nadie le recrimine su crudeza.
Sadam aplast¨® la revuelta chi¨ª que se desat¨® tras la guerra del Golfo (1991), pero esa comunidad, que constituye el 60% de la poblaci¨®n iraqu¨ª, siempre ha estado marginada del poder.
"Estados Unidos ha venido a destruir Irak, no a liberarlo", asegura Abu S. "Quieren nuestro petr¨®leo, no buscan armas de destrucci¨®n masiva". "Prometieron electricidad, agua, comida y medicinas, y la gente se est¨¢ muriendo en los hospitales", denuncia N. Al final de la ma?ana, los S. est¨¢n a¨²n en bata, como si estuvieran enfermos, y es que apenas salen de casa desde la llegada de las tropas de ocupaci¨®n. El malestar es parecido en todo el vecindario, la mayor¨ªa altos funcionarios de Sadam.
"Vinieron por el petr¨®leo y por Sadam", insiste el diplom¨¢tico. "Han logrado el petr¨®leo, pero con la ayuda de Dios no coger¨¢n a Sadam Husein porque todav¨ªa es fuerte", interviene N. expresando m¨¢s un deseo que una realidad. Los S. est¨¢n convencidos de que el ex presidente de Irak sigue vivo y se encuentra escondido en alg¨²n lugar de Bagdad, aunque aseguran no tener idea de d¨®nde.
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