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La nueva Europa est¨¢ ya con nosotros. No es la de Rumsfeld. Es la de 25 (con los nuevos m¨¢s atlantistas que europe¨ªstas, pero cambiar¨¢n), incluso la de los 40 que se juntaron en Atenas en la Conferencia Europa (?ay, Mitterrand, cuya idea de una "Confederaci¨®n Europea" fue denigrada!), la de la Carta de los Ocho, la descuajeringada por Irak, la del euro que ha resistido, la del Programa Galileo que no acaba de despegar. Es una Europa m¨¢s diversa, de geometr¨ªas y alianzas variables. En plena crisis, Chirac se pudo reunir con Blair y estar en desacuerdo sobre Irak, pero a la vez, hacer planes comunes, aunque no del todo sinceros, para un futuro portaaviones. En el Consejo de Seguridad coinciden cuatro de los cinco pa¨ªses grandes de Europa (Francia y Reino Unido, como miembros permanentes; Alemania y Espa?a), m¨¢s Bulgaria y Rusia, pero Europa ha estado ausente, pese a los esfuerzos espa?oles desplegados durante el a?o anterior por el mismo Gobierno que los ech¨® a pique. Ahora, Europa intenta volver a estar en la mesa de Nueva York.

Debemos acostumbrarnos a la complejidad de esta Europa que ha de digerir su ampliaci¨®n y su vecinidad. Aunque ser¨ªa una soluci¨®n para gestionar su creciente diversidad, no es previsible que vaya hacia un sistema federal, sino hacia otra cosa. Tambi¨¦n se relacionar¨¢ con sus vecinos de formas m¨²ltiples. En un horizonte no tan lejano, habr¨¢ un gran mercado paneuropeo que incluya a Rusia y Marruecos. En Atenas ha quedado claro el limes de la UE. Pero no el grado de integraci¨®n en la UE de los vecinos, que puede llegar a todo, salvo a las instituciones.

Ahora bien, para estabilizarse y no disolverse thatcherianamente en un mero (?qui¨¦n lo hubiera dicho hace 50 a?os!) gran mercado, incluso con moneda ¨²nica, esta Europa necesita no s¨®lo un tronco de s¨®lidas pol¨ªticas comunes, sino un n¨²cleo duro de pa¨ªses que promueva una mayor integraci¨®n pol¨ªtica. Y ¨¦ste no puede gestarse sino en torno a Par¨ªs y Berl¨ªn, abrazados en intereses cruzados m¨¢s que compartidos aunque por primera vez desde 1945 en un asunto de seguridad, Alemania -y no s¨®lo Schr?der- eligiera situarse con Francia frente a EE UU. La opci¨®n por la Europa atl¨¢ntica es una opci¨®n menos europe¨ªsta y perif¨¦rica, en la que Espa?a, m¨¢s que de puente con las Am¨¦ricas o a trav¨¦s del Mediterr¨¢neo, servir¨ªa de tibia avanzadilla del Imperio. Otra alternativa, que promueve Italia, la del n¨²cleo de "los fundadores", no le conviene a una Espa?a, que, desgraciadamente, lleg¨® despu¨¦s.

La construcci¨®n europea suele sacar nuevos ¨ªmpetus de las crisis, como la vivida. En todo caso, la UE va a cambiar profundamente, con la ampliaci¨®n, con el euro (pues la opci¨®n de la coordinaci¨®n, frente a la integraci¨®n, de pol¨ªticas econ¨®micas no ha dado los resultados esperados); o con la Pol¨ªtica Exterior, de Seguridad y de Defensa, que no se podr¨¢ hacer a 25, ni siquiera a 15, dada la diversidad de las historias, percepciones e intereses de cada cual. Adem¨¢s, pese a las tentaciones en EE UU y La Moncloa de globalizar la OTAN, aunque ¨¦sta conserve la "O" de organizaci¨®n, con el 11-S y la crisis de Irak, la Alianza Atl¨¢ntica ha visto desaparecer las razones geoestrat¨¦gicas sobre la que se sustent¨® durante la guerra fr¨ªa. Por primera vez los europeos van a tener que dise?ar una pol¨ªtica com¨²n, aunque no ¨²nica, hacia Estados Unidos; una pol¨ªtica sin servidumbre.

Una vez m¨¢s, la gran cuesti¨®n es qu¨¦ van a hacer los brit¨¢nicos. Tras el fiasco de la expedici¨®n franco-brit¨¢nica de Suez en 1956, detenida por Estados Unidos, Par¨ªs se volc¨® en Europa (el Tratado de Roma de 1957, armas nucleares propias y la retirada de la estructura militar de la OTAN). Londres, en un colosal error hist¨®rico, desestim¨® lo que estaba ocurriendo del otro lado del canal de la Mancha y se volc¨® hacia EE UU. Despu¨¦s de Irak, Blair tiene en sus manos entrar en el euro, y apostar por la defensa europea, aunque algunos, en el aislado Continente, vean en ello un caballo de Troya. Es la complejidad de la nueva Europa.

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