La perspectiva desde Nueva York
El extraordinario poder militar de EE UU -esa idea de que "podemos ir a cualquier sitio cuando nosotros decidamos" (la frase me pone los pelos de punta)- deb¨ªa haber sido un argumento a favor de que tal poder nos diera tiempo para explorar la v¨ªa diplom¨¢tica. Todav¨ªa no sabemos si se encontrar¨¢n armas de destrucci¨®n masiva, pero, asumiendo que existan, Sadam no estaba en disposici¨®n de poder usarlas durante el periodo de inspecciones de Naciones Unidas. No soy una pacifista cueste lo que cueste, y tampoco apoyo el antiamericanismo europeo visceral, pero los ide¨®logos, ya sean de izquierdas o de derechas, tienen una notable habilidad para hacer caso omiso de las v¨ªctimas de la causa que defienden, contemplando s¨®lo los rostros de los m¨¢rtires asesinados por aquellos a quienes han decidido odiar. La diplomacia se merec¨ªa una oportunidad mejor porque los muertos -ni?os, civiles que no ten¨ªan derecho a opinar respecto a su destino; j¨®venes soldados que s¨ª lo ten¨ªan, pero que imaginaban que alistarse en un ej¨¦rcito que no hab¨ªa estado en guerra en lo que llevaban de vida era una forma de sacar a sus familias de la pobreza-, seguir¨¢n muertos para siempre, y las vidas de sus familias quedar¨¢n arruinadas. Ha habido un alto n¨²mero de periodistas internacionales muertos, y mientras escribo estoy pensando en concreto en las muertes terribles e innecesarias de Julio Anguita Parrado y Jos¨¦ Couso.
Los periodistas aqu¨ª (a pesar de aguantar el golpe del 11 de septiembre, seg¨²n las encuestas, Nueva York tiene el nivel m¨¢s alto de sentimiento anti-Bush, y siempre vota dem¨®crata en las elecciones presidenciales) est¨¢n furiosos porque, aparte del New York Times, todos los peri¨®dicos son republicanos; de hecho, el principal laboratorio de ideas es republicano. Tenemos muchas instituciones culturales, pero no tenemos un laboratorio de ideas dem¨®crata, de manera que no conseguimos mucha repercusi¨®n. Podemos comparar el modo de operar del conservador Manhattan Institute, que, para promocionar su visi¨®n del mundo, invita pr¨¢cticamente a todos los periodistas a sus reuniones, con el del Council of Foreign Relations (Consejo de Relaciones Internacionales), m¨¢s liberal pol¨ªticamente. El Council es un club privado en la l¨ªnea tradicional de la ¨¦lite de la Ivy League, que no tiene inter¨¦s alguno en reunir a todo quisque. El mismo esp¨ªritu de nosotros los cultos, los felices, los elegidos se mantiene en The New York Review of Books, The New Republic, The New Yorker y dem¨¢s. Los intelectuales independientes no se consideran a s¨ª mismos proselitistas de, pongamos, el Partido Dem¨®crata, cosa que les honra, pero con un pitbull a las puertas, parafraseando a Lenin, "?qu¨¦ podemos hacer?"
Los republicanos radicales llevan treinta a?os consolidando con brillantez sus medios de comunicaci¨®n y sus institutos. Su debilidad a la hora de atraer votantes es que son terribles como constructores sociales; cuando los votantes ven que sus ahorros, su seguridad social, sus escuelas y su cobertura sanitaria est¨¢n en peligro, lo notan. Y votan. Los neoconservadores y sus amigos republicanos radicales del petr¨®leo de Tejas son, curiosamente, parecidos en que no saben mucho acerca de c¨®mo funcionan realmente las cosas. Dejar que fluya el petr¨®leo, o montar extra?os l¨ªos financieros en Enron, o poner en marcha la ret¨®rica medi¨¢tica, no exige la misma constancia y paciencia que hacen falta para construir una verdadera empresa, una verdadera ciudad. Yo viv¨ª durante un a?o en Austin. Tejas es un lugar de enormes espacios vac¨ªos, con muy poca infraestructura ciudadana, donde un peque?o grupo de gente en la cumbre consigue lo que quiere con un telefonazo a alguno de sus amiguetes. A los ide¨®logos neoconservadores, igual que a los tejanos, puede que se les d¨¦ bien dejar de lado con una frase ¨¢gil a amplios grupos humanos y estructuras sociales; esta flagrante incapacidad para ver la realidad es el error fatal de los republicanos radicales.
Los dem¨®cratas, que representan m¨¢s o menos a la mitad de los electores, cometen un error tremendo al creer que los republicanos radicales representan al votante medio -la genialidad pol¨ªtica de Clinton consisti¨® en referirse al votante medio como su electorado natural-. A los dem¨®cratas no les faltan votantes, lo que les falta es liderazgo. Irving Kristol, el neoconservador ex trotskista que ha sido el cerebro detr¨¢s de la expansi¨®n de los medios de comunicaci¨®n republicanos, en su The Autobiography of an Idea, se inventa a un oscuro grupo de enemigos imaginarios para que ocupen el lugar de la planificaci¨®n social y tambi¨¦n el de los comunistas, que hab¨ªan desaparecido de la forma m¨¢s inoportuna. Se desprecia a los republicanos tradicionales por ocuparse del comercio en vez de apoyar una visi¨®n ideol¨®gica del mundo, y a la burgues¨ªa jud¨ªa, porque, aparentemente, se limitan a hacerse socios de los clubes de campo; ambos grupos son vilipendiados porque Kristol se los imagina en la cama con los liberales y con la nueva izquierda, y los liberales y las mujeres son los enemigos m¨¢s peligrosos de todos. En realidad, Nueva York, como Barcelona, fue fundada en gran medida por sus l¨ªderes civiles, a cuya esfuerzo hay que sumar la energ¨ªa de los inmigrantes; cinco trotskistas discutiendo pod¨ªan resultar interesantes, pero eran irrelevantes. Kristol, que pas¨® un tiempo en Inglaterra, sustituy¨® finalmente su marxismo originario por la admiraci¨®n por la ¨¦poca victoriana y (raro en un hijo de inmigrantes jud¨ªos) por los evangelistas; los republicanos radicales son una extra?a combinaci¨®n de t¨¦cnicas leninistas al servicio de una misi¨®n evang¨¦lica. Mientras, los dem¨®cratas se han negado tontamente a celebrar en Nueva York su convenci¨®n presidencial, tan s¨®lo porque los republicanos van a celebrar all¨ª la suya. Pero, como dijo Woody Allen, el secreto del ¨¦xito es el arte de hacer acto de presencia.
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