Los 'marines' a¨²n no han retirado el retrato de Sadam en la frontera
Irak debe ser uno de los pocos pa¨ªses del mundo donde los que tienen problemas para entrar son sus propios ciudadanos. En la frontera con Jordania permanece el retrato de Sadam Husein; pero los que est¨¢n a cargo del paso son soldados estadounidenses, tanto marines como miembros de las fuerzas especiales. Los extranjeros, en su mayor¨ªa periodistas, ense?an sus pasaportes, reciben alg¨²n consejo de seguridad y siguen su camino. Los iraqu¨ªes, que vuelven con cuentagotas, son registrados a conciencia.
La autopista de tres carriles que une Bagdad con la frontera jordana (560 kil¨®metros de desierto) ha sido durante los m¨¢s de diez a?os de embargo una de las principales v¨ªas para la entrada de mercanc¨ªas en el pa¨ªs y su seguridad es clave para el aprovisionamiento y la comunicaci¨®n con el exterior de la capital. En los d¨ªas posteriores al desmoronamiento del r¨¦gimen se produjeron varios robos en los alrededores de Ramadi, a unos 150 kil¨®metros de Bagdad. Ahora, las cosas parecen haberse calmado gracias a la presencia de soldados en varios puentes elevados (el lugar que sol¨ªan escoger los salteadores de caminos para esconderse): su presencia es escasa, pero cunde por el armamento exhibido. Hay pocos restos de guerra; aunque un cr¨¢ter en mitad de la autopista junto a un autob¨²s acribillado es una prueba.
Los estadounidenses insisten en que, salvo la zona de Ramadi, la carretera est¨¢ controlada. Incluso han empezado a retirar mont¨ªculos de tierra que obligan a hacer zigzag en algunas zonas del camino. Las normas de tr¨¢fico son inexistentes: un veh¨ªculo que circula por direcci¨®n contraria es una prueba de ello. Todav¨ªa hay poco tr¨¢fico; aunque los autobuses han vuelto a circular, as¨ª como algunos taxis y veh¨ªculos privados cargados. Dos inmensos convoyes, formados por unos cuarenta camiones cada uno, escoltados por militares estadounidenses, recorrieron el trayecto sin problemas el martes.
En todo el camino hay dos gasolineras, aunque una de ellas no cumple las condiciones de seguridad: un cami¨®n cisterna llena bidones con una manguera en medio de un preocupante pestazo a combustible y de gritos sobre el precio por litro. La otra, en medio de la nada, tiene una fila de unos 20 veh¨ªculos. Est¨¢ llena de perros fam¨¦licos: pertenec¨ªan a los habitantes de una urbanizaci¨®n cercana construida por el r¨¦gimen para agricultores destinados a trabajar en parcelas de desierto irrigadas, que fue abandonado al empezar la guerra. Por el desierto, junto a la autopista, de vez en cuando pasan inmensos reba?os de cabras con sus pastores. Los pocos pueblos que se cruzan durante el trayecto parecen abandonados. S¨®lo cuando los bosques de palmeras anuncian el ?ufrates aumenta la densidad de poblaci¨®n; aunque es justo all¨ª, seg¨²n los soldados estadounidenses, donde arrancan los problemas.
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