Odisea y marat¨®n
Luce una impecable ma?ana de primavera y un sol m¨¢s caritativo que justiciero espejea en los escaparates de la Gran V¨ªa y saca los colores a los maniqu¨ªs; hace su agosto en abril el espigado senegal¨¦s que extiende su enga?oso muestrario de gafas de dise?o y parece como si los quioscos de prensa hubieran renovado sus hojas con tonos m¨¢s alegres despu¨¦s de tantos meses de mala sombra. Hoy ni siquiera se escucha el bronco y cotidiano rumor del tr¨¢fico rodado. Un pensamiento impertinente y premonitorio cruza por la cabeza del cronista, una frase ir¨®nica que ha visto cien veces repetida en los tablones de algunas oficinas y en las paredes de ciertos comercios: una frase con muy mala pata: hoy hace un d¨ªa estupendo, pero ya ver¨¢s como viene alguien y lo jode.
No hay coches en la Gran V¨ªa, medio Madrid est¨¢ cerrado al tr¨¢fico porque hoy unos doce mil madrile?os de a pie y unos cientos de profesionales de las carreras de fondo se han puesto de acuerdo para batir el r¨¦cord de participaci¨®n del Marat¨®n Popular de Madrid, y el preol¨ªmpico Ayuntamiento de la Villa ha dise?ado un circuito urbano al estilo cl¨¢sico del laberinto de Creta. Hace ya un buen rato que los kenianos Henry Taurus y Ruth Jepkoech llegaron a la meta y se proclamaron vencedores en las categor¨ªas masculina y femenina de la prueba, pero a¨²n quedan unos diez mil atletas aficionados de todas las edades y condiciones f¨ªsicas. El Ayuntamiento ha dispuesto para estos h¨¦roes an¨®nimos, que hoy se conformar¨¢n con su r¨¦cord de participaci¨®n, hasta seis horas para que cumplan su sue?o, un sue?o con tintes de pesadilla para los que confiaron demasiado en sus fuerzas y para los miles de ciudadanos que hoy tuvieron la mala ocurrencia de sacar el coche.
En Callao se ha restablecido el tr¨¢fico y el cronista que llega tarde a su cita con s¨®lo unos cientos de madrile?os en la Dehesa de la Villa, tiene la insensata ocurrencia de tomar un taxi. ?Por d¨®nde vamos?, la pregunta del taxista adquiere hoy matices preocupantes. Ni el taxista, ni el cronista han sido informados de los cortes, recortes, desviaciones e itinerarios alternativos provocados por el marat¨®n, y los guardias municipales asediados por los conductores perdidos se limitan a se?alar con ¨ªndice inflexible un sentido ¨²nico que desembocar¨¢ en muy variados sinsentidos,
Juan Jos¨¦ es un taxista veterano, buen conocedor de los atajos y de las trampas del callejero, buen conversador con un punto de madrile?a iron¨ªa. La calle de la Princesa est¨¢ cortada, la calle de Ferraz tambi¨¦n y bajamos por la cuesta de San Vicente para tomar por el paseo de La Florida hacia la avenida de Valladolid. El paseo y la avenida est¨¢n cortados y las inexorables se?ales de tr¨¢fico impiden el acceso a la M-30. Por la avenida de Portugal entramos a la Casa de Campo, pero en el Lago un nuevo corte nos manda hacia Somosaguas. No es un marat¨®n, es una odisea, un v¨ªa crucis que el cronista y su compa?ero de andanzas deciden tomarse con la filosof¨ªa estoica del "rel¨¢jate y goza" que desgraciadamente el tax¨ªmetro no comparte. Cuando llegamos a la alegre celebraci¨®n, sin cortes, del 850? aniversario de la Dehesa de la Villa, Juan Jos¨¦ insiste en cobrar mucho menos de la cuenta, la factura se la tendr¨ªamos que pasar a Manzano.
Es una fiesta casi familiar, unos cientos de vecinos del barrio que recorren la exposici¨®n de fotos sobre la historia m¨¢s reciente del hist¨®rico parque madrile?o organizada por la Coordinadora Salvemos la Dehesa de la Villa que formaron los vecinos del barrio para oponerse a la construcci¨®n de una autov¨ªa arboricida. Los vecinos ganaron la batalla pero otras amenazas se ciernen sobre el bosque urbano, calificaci¨®n que hoy reclama aqu¨ª In¨¦s Saban¨¦s. Mi amigo ?ngel V¨¢zquez, que fue afamado equilibrista y hoy es reputado titiritero, recoge su tinglado en forma de Molino de Viento en el que Don Quijote y Sancho acaban de luchar con los gigantes, se?ores de la Guerra. ?ngel y yo ten¨ªamos una cita para hablar y recordar en el Cerro de los Locos, antes de las Balas, entra?able oasis creado y recreado por un pu?ado de san¨ªsimos dementes, artistas de circo, atletas, boxeadores, toreros, pelotaris y amantes de la naturaleza durante a?os y d¨¦cadas dif¨ªciles. Ten¨ªamos una cita y una cr¨®nica que habremos de dejar para otro d¨ªa.
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