Una sociedad en deuda
Ahora que est¨¢ a punto de comenzar una nueva campa?a electoral es preciso decirlo con claridad: esta sociedad est¨¢ en deuda con todas aquellas personas que, contra toda tentaci¨®n conformista, han decidido dar un paso al frente e incorporarse a la lista de los amenazados por ETA. Pod¨ªan no haberlo hecho. Pod¨ªan haberse ahorrado muchas horas de miedo, de insomnio, de preocupaci¨®n. Pod¨ªan haber optado por salir al parque a jugar con sus hijos sin temor, dejando para otros la responsabilidad de enfrentarse al drama que vivimos. Pod¨ªan haberse evitado amargas discusiones familiares sobre las consecuencias de esta decisi¨®n para su futuro y el de los suyos. Pod¨ªan haber decidido seguir formando parte del anonimato de quienes se indignan o se irritan ante la amenaza y la coacci¨®n, sin por ello ver alterada su vida cotidiana. Pod¨ªan... pero no lo han hecho.
Ellos y ellas han decidido demostrar, con su testimonio, no s¨®lo que ¨¦ste es un pa¨ªs plural, sino que hay mucha gente dispuesta a defender que lo siga siendo. Por ello, la solidaridad con todas estas personas, con independencia de la simpat¨ªa o la distancia que cada uno pueda sentir hacia las siglas que han decidido representar, constituye en estos momentos un deber c¨ªvico. As¨ª lo ha entendido Gesto por la Paz en la declaraci¨®n recientemente presentada y a la que se han adherido numerosas personas de todo el espectro social del Pa¨ªs Vasco. Y as¨ª deber¨ªan entenderlo los partidos pol¨ªticos que no sufren cotidianamente el drama de la amenaza. No estar¨ªa mal que tuvieran tambi¨¦n ellos un gesto. No estar¨ªa mal que comenzaran todos sus actos electorales con una declaraci¨®n de solidaridad hacia los candidatos de aquellas formaciones que van a hacer la campa?a amenazados. Demostrar¨ªan comprender que hay asuntos previos, de car¨¢cter prepol¨ªtico, cuya subestimaci¨®n u olvido pueden llevarnos a todos al desastre, incluidos ellos mismos. Ayudar¨ªan a trasladar a la sociedad el mensaje de que la defensa de sus proyectos es compatible con la defensa de la pluralidad y de la convivencia. Y aportar¨ªan al tiempo un poco de sensatez y de sensibilidad a un panorama caracterizado por la crispaci¨®n y el riesgo de una fractura social dif¨ªcil de reparar.
Las personas que han decidido ser candidatas de opciones amenazadas son hoy una clara expresi¨®n de la voluntad pluralista y de las ansias de libertad que siente la mayor parte de la ciudadan¨ªa. El d¨ªa en que toda la gente de este pa¨ªs renuncie a ejercer, apoyar, o justificar la violencia, como m¨¦todo para lograr fines pol¨ªticos, habremos dado un paso de gigante para ganar la libertad. Primero, la libertad de ser personas. Y segundo, la libertad de discutir nuestras ideas, nuestras preocupaciones, y nuestros proyectos sobre el futuro del pa¨ªs, sin temor a que los posibles escenarios que puedan surgir de un di¨¢logo fruct¨ªfero deriven en imposici¨®n o en discriminaci¨®n. Algo que hoy no es posible, como consecuencia del miedo asentado y extendido sobre el goteo permanente de tantas amenazas veladas o expl¨ªcitas, sobre el recelo a expresar lo que sienten y lo que piensan -interiorizado desde la infancia- de una generaci¨®n entera de vascos. Y cuando llegue ese d¨ªa, que llegar¨¢, porque se lo debemos a nuestros hijos, las personas que en este 2003 han dado el paso de concurrir como candidatos en listas sometidas a la amenaza podr¨¢n sentir la satisfacci¨®n de haber hecho una importante contribuci¨®n a la causa de la convivencia y el pluralismo.
Quienes se empe?an en estos d¨ªas en cerrar todo cauce de participaci¨®n pol¨ªtica a cuanto ciudadano simpatice con la autodenominada izquierda abertzale, deber¨ªan tambi¨¦n mirarse en el espejo de estas personas que han puesto su vida al servicio del pluralismo y de la convivencia, y no persistir en temerarios ejercicios de autoritarismo cuyas consecuencias son dif¨ªcilmente previsibles. Estamos en una sociedad, no s¨®lo plural, sino tambi¨¦n compleja, que reclama a gritos que se dejen a un lado los intereses de la clase pol¨ªtica, de los aparatos de los partidos, y se pongan en primer t¨¦rmino la ¨¦tica y la inteligencia. La contribuci¨®n de quienes han aceptado formar parte de las listas amenazadas debe ser gestionada con prudencia y sentido com¨²n, a favor del entendimiento, y no de la crispaci¨®n. Se lo merecen.
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