El poder de Rouco en la 'corte' de Roma
El cardenal de Madrid, apoyado por la jerarqu¨ªa espa?ola en la curia y el Opus, se ha ganado a pulso el viaje del Papa
Apost¨®licos o pastorales, los viajes del Papa (y el que le traer¨¢ ma?ana a Madrid es el n¨²mero 99) suelen ser el resultado de una larga negociaci¨®n entre la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica del pa¨ªs visitado y los colaboradores m¨¢s estrechos del Pont¨ªfice en el Vaticano. En el s¨ª a esta quinta visita a Espa?a han pesado, seg¨²n fuentes vaticanas, "la elevada estima del Papa" a nuestro pa¨ªs. Pero otras fuentes conocedores del proceso ponen el acento en las excelentes relaciones del cardenal de Madrid, Antonio Mar¨ªa Rouco, con Karol Wojtyla y, sobre todo, con su poderoso secretario, el obispo Stanislaw Dziwisz.
"La decisi¨®n de volver a Espa?a ha sido personal, del propio Papa, no se ha producido por otros canales", dice Joaqu¨ªn Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede, rechazando los rumores de una eficaz presi¨®n espa?ola. "En conversaciones con ¨¦l te sorprende su conocimiento de nuestro pa¨ªs, de su historia, pero tambi¨¦n de la situaci¨®n actual. Es un caso ¨²nico, lo sabe todo, temas de arte, de manifestaciones culturales. Puede recitar de memoria un texto de Calder¨®n de la Barca o de Lope de Vega. Y no hay que olvidar que estima mucho a Espa?a. Hay quien me dice, 'pero es que a Francia ha ido ya seis veces'. Cierto, pero jam¨¢s ha recorrido el pa¨ªs de un extremo al otro como hizo durante su primera visita a Espa?a". Oyendo a Navarro se dir¨ªa que el Vaticano ha decidido incluso pasar p¨¢gina despu¨¦s de las tensiones provocadas por la invasi¨®n de Irak con el Gobierno del PP. Aunque todo el mundo se espera alguna menci¨®n del Papa a la paz. "Pero lo har¨¢ mencionando la importancia de la paz en el contexto espa?ol, marcado, por desgracia, por el terrorismo de ETA", explica el portavoz vaticano.
La Iglesia espera que la visita sirva para que los que se llaman cat¨®licos "se pongan en marcha"
El cardenal se ha volcado en el encuentro con los j¨®venes, una de las obsesiones del Papa
Por crucial que sea el terrorismo en el contexto espa?ol, la documentaci¨®n sobre Espa?a preparada por la Radio Vaticana, la emisora que difunde la voz del Pont¨ªfice, pasa de puntillas por tan ¨¢spera cuesti¨®n. Despu¨¦s de explicar el sistema pol¨ªtico espa?ol y se?alar el elevado grado de autonom¨ªa de que gozan las 17 comunidades aut¨®nomas, "que aproxima a Espa?a, de hecho, a una estructura federal", el texto (al que tienen acceso los periodistas que acompa?an a Juan Pablo II en el avi¨®n papal) especifica despu¨¦s: "Desde 1968, ETA, la organizaci¨®n separatista del Pa¨ªs Vasco, ha actuado con atentados en muchas zonas de Espa?a (m¨¢s de 800 v¨ªctimas en poco m¨¢s de 30 a?os)".
El Papa conoce, efectivamente, este grave problema y es m¨¢s que probable que lo aborde en alguno de sus discursos (dos, m¨¢s la homil¨ªa de la misa del domingo), pero hay quien piensa en Roma que el objetivo principal de su visita es frenar de alg¨²n modo la peligrosa deriva consumista que ha tomado el pa¨ªs, como se?ala Ignacio Arregui, uno de los responsables de los servicios informativos de la emisora papal.
"La Iglesia espa?ola espera que la presencia del Papa sea una campanada fuerte para que, al menos los que se llaman cat¨®licos, se pongan en marcha", dice. Se tratar¨ªa de evitar en la medida de lo posible que el proceso de secularizaci¨®n, de acelerada "descristianizaci¨®n" que vive el pa¨ªs siga avanzando tan r¨¢pidamente. "En Espa?a se ha producido una p¨¦rdida de valores, o al menos se ha abierto camino otro modo de vivir esos valores", a?ade Arregui. "Es evidente que se ha perdido aquella peculiaridad espa?ola. Los obispos ya no hablan de la Espa?a cat¨®lica".
Ser¨ªa demasiada pretensi¨®n, sin embargo, por parte de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, esperar un cambio substancial en la sociedad espa?ola tras el viaje rel¨¢mpago de Juan Pablo II. Sin embargo, sus efectos ben¨¦ficos podr¨ªan ser mucho m¨¢s duraderos en algunos de los principales personajes que gu¨ªan la Iglesia en nuestro pa¨ªs.
"Es indudable que Rouco Varela ser¨¢ uno de los m¨¢s beneficiados", conf¨ªa una fuente conocedora de los entresijos del viaje que reclama el anonimato. "La presi¨®n del cardenal espa?ol para que se realizara este viaje del Papa ha sido decisiva. Rouco tiene excelente sinton¨ªa con el Opus Dei y con el secretario del Pont¨ªfice, Stanislaw Dziwisz, que, a fin de cuentas es un personaje decisivo hoy en el Vaticano". Los rumores, en Roma, dan tambi¨¦n enorme cr¨¦dito por el ¨¦xito final de las negociaciones a Pedro L¨®pez Quintana, diplom¨¢tico de la Secretar¨ªa de Estado, que ha sido nombrado recientemente Nuncio del Papa en India.
La excusa ideal para la visita la han proporcionado las cinco canonizaciones de beatos espa?oles que Wojtyla ten¨ªa en programa. Curiosamente, sin embargo, en alguno de los casos, como en el de la beata sevillana ?ngela de la Cruz, fundadora de las Hermanas de la Cruz, la comunidad presion¨® para que la canonizaci¨®n se celebrara en Sevilla o en Roma, para darle mayor peso internacional a su santa.
"En realidad", conf¨ªa la misma fuente, "el cardenal Rouco se ha volcado sobre todo en organizar el encuentro con los j¨®venes que se celebrar¨¢ en Cuatro Vientos, porque sabe que al Papa esas cosas le entusiasman. Hasta el punto de que el obispo Piero Marini, ceremoniero del Pont¨ªfice, se qued¨® asombrado, cuando viaj¨® a Madrid para preparar la canonizaci¨®n, del poco inter¨¦s del cardenal en el tema".
Los j¨®venes se han convertido, es cierto, en una de las obsesiones de Wojtyla en las postrimer¨ªas de un Pontificado que acaba de convertirse en el cuarto m¨¢s largo de la historia de la Iglesia Cat¨®lica, despu¨¦s de San Pedro, Le¨®n XIII y P¨ªo IX. Las muchedumbres de chicos y chicas de todas las razas y colores, gritando su nombre, son la medicina m¨¢s eficaz para las muchas dolencias f¨ªsicas del Papa. Y en este cap¨ªtulo, la hoja de servicios del cardenal Rouco Varela es espl¨¦ndida. Como se demostr¨® en el Jubileo de 2000. Para entonces, la jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola se hab¨ªa fijado ya el objetivo de traer de nuevo al Papa a Espa?a. Pero las reiteradas invitaciones, y la presi¨®n de los espa?oles en la Curia, no parecieron surtir efecto.
En el Vaticano, la respuesta fue negativa, oficialmente porque la agenda del Pont¨ªfice estaba ya sobrecargada y su delicada salud no permit¨ªa los excesos del pasado. Sin embargo, ese mismo a?o, el cardenal Rouco se apunt¨® un ¨¦xito en la XVI Jornada de la Juventud, celebrada en la periferia de Roma, que caus¨® gran impacto en los c¨ªrculos m¨¢s pr¨®ximos al Pont¨ªfice. La organizaci¨®n espa?ola, capitaneada por el cardenal de Madrid, consigui¨® traer a la explanada de Tor Vergara, donde se celebr¨® la vigilia con el Papa, a 100.000 j¨®venes. El segundo grupo m¨¢s numeroso, despu¨¦s del italiano.
Las tropas de Rouco -integradas tanto por j¨®venes pr¨®ximos al Opus Dei como a los grupos neocatecumenales de Kiko Arg¨¹ello- fueron tambi¨¦n cruciales en la siguiente jornada de la juventud, la que se celebr¨® en Toronto (Canad¨¢), en julio del a?o pasado, donde, pese a la distancia y a los precios del viaje, los espa?oles fueron 7.500, el grupo europeo m¨¢s numeroso despu¨¦s de los italianos. A partir de entonces, empez¨® a gestarse el s¨ª del Papa a la invitaci¨®n espa?ola. En octubre del a?o pasado, en v¨ªsperas de la canonizaci¨®n del fundador del Opus Dei, Josemar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer, la visita era ya un hecho y enseguida se difundieron los primeros rumores. La ministra de Exteriores, Ana Palacio, reci¨¦n nombrada en este cargo, en sustituci¨®n de Josep Piqu¨¦, se present¨® de inmediato en Roma donde fue recibida en audiencia privada por el Papa. Palacio neg¨® entonces, sin demasiada convicci¨®n, haber tratado el tema del viaje, pero las fechas coinciden. La maquinaria preparatoria de los viajes del Pont¨ªfice se pone en marcha al menos seis meses antes de que se efect¨²e el desplazamiento. Con vistas al viaje de finales de abril o principios de mayo, la decisi¨®n no pudo tomarse despu¨¦s.
El dispositivo estaba en marcha y al cardenal Rouco s¨®lo le quedaba preparar otro encuentro multitudinario con los j¨®venes para asegurarse un sitio en el coraz¨®n del Pont¨ªfice.
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