?ngeles ca¨ªdos
Saint Botolphs es el nombre de la imaginaria poblaci¨®n de Nueva Inglaterra en la que viven los Wapshot. En Saint Botolphs se hunden adem¨¢s sus ra¨ªces familiares, y a ello deben buena parte del prestigio del que disfrutan en el seno de la comunidad. Estamos hablando de una sociedad conservadora y amante de sus tradiciones, ordenada seg¨²n jerarqu¨ªas que vienen de antiguo y s¨®lo ahora han empezado a tambalearse, y los actuales Wapshot despiden un inconfundible aroma a fin de raza: ah¨ª est¨¢ la atrabiliaria Honora, que, aprovech¨¢ndose de su privilegiada posici¨®n, hace y deshace cuanto le viene en gana; ah¨ª el melanc¨®lico Leander, marinero de agua dulce incapaz de alcanzar la modesta estatura de su propia leyenda; ah¨ª tambi¨¦n los hijos de ¨¦ste, Moses y Coverly, expulsados por Honora del peque?o para¨ªso provinciano.
LA FAMILIA WAPSHOT
John Cheever
Traducci¨®n de Maribel de Juan
Ep¨ªlogo de Rodrigo Fres¨¢n Emec¨¦.
Barcelona, 2003
616 p¨¢ginas. 24 euros
La peculiar saga que ahora se nos presenta bajo el t¨ªtulo La familia Wapshot est¨¢ compuesta por dos novelas que fueron concebidas de forma independiente y que sin embargo se necesitan la una a la otra. La primera de ellas, Cr¨®nica de los Wapshot, se centra en la ruptura de los lazos que vinculaban a los personajes con ese orden antiguo. La segunda, El esc¨¢ndalo de los Wapshot, en las fatales consecuencias de esa ruptura. Podr¨ªa decirse que no estamos ni ante una novela ni ante dos novelas, y que La familia Wapshot es eso que suele llamarse "una novela de novelas". La inagotable inventiva de John Cheever proporciona a cada episodio un efecto multiplicador, y no hay historia que no se bifurque y que no d¨¦ paso a nuevas historias que a su vez se bifurcan, etc¨¦tera. De ah¨ª la ligera sensaci¨®n de desorden. De ah¨ª tambi¨¦n esa aparente falta de estructura que no hace sino trasladar al lector la falta de estructura de nuestras propias vidas.
Son muchas las novelas que conviven en La familia Wapshot, pero la que las vertebra es la que tiene por protagonistas a Moses y Coverly: un relato inici¨¢tico vuelto del rev¨¦s. Forzados a abandonar Saint Botolphs, el contacto con el mundo y con la vida no s¨®lo no contribuye a su aprendizaje, sino que los enfrenta a una suerte de desintegraci¨®n de sus personalidades a la que acaso estaban predestinados. Son ¨¢ngeles ca¨ªdos, criaturas s¨²bitamente privadas de la gracia que una vez tuvieron, y lo que estaba previsto como un posible camino de perfecci¨®n no es sino una carretera que conduce a la desposesi¨®n y la p¨¦rdida. Agotadas sus energ¨ªas iniciales, nos los encontramos bien pronto como lo que son, dos seres magullados, inermes y m¨¢s bien vulgares, y tiene raz¨®n Rodrigo Fres¨¢n cuando en su magn¨ªfico ep¨ªlogo alude a "la inquietante fragancia de lo casi legendario confundi¨¦ndose con el vulgar hedor de lo cotidiano".
Pero el fondo elegiaco del libro permanece sepultado bajo gruesas capas de humor ¨¢spero e inteligencia narrativa. Quienes disfrutaron con los relatos de La geometr¨ªa del amor disfrutar¨¢n tambi¨¦n con estas dos novelas, y sin duda reencontrar¨¢n en ellas esa mirada de Cheever, a la vez implacable y comprensiva, capaz al mismo tiempo de justificar nuestras flaquezas y de condenarlas. No parece haber en el alma ning¨²n pliegue que escape a su observaci¨®n y su an¨¢lisis, y en sus personajes, que primero pecan y luego ans¨ªan la absoluci¨®n, que ceden a las tentaciones con la misma presteza con que luego se ahogan en la culpa, vive el propio Cheever, el atormentado Cheever de los Diarios, pero sobre todo vivimos nosotros, con nuestras contradicciones, con nuestros momentos de dolor y de plenitud, con nuestras miserias y grandezas. Los buenos narradores lo saben todo sobre sus personajes: sobre su pasado y su futuro, sobre sus secretos, sus fantas¨ªas, sus ambiciones. Los grandes narradores van m¨¢s all¨¢ y, al leerlos, uno tiene la sensaci¨®n de que, adem¨¢s de saberlo todo sobre sus personajes, lo saben todo sobre nosotros, sus lejanos lectores. John Cheever es indudablemente uno de ¨¦stos, uno de los grandes.
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