Eleg¨ªa romana
En medio de un mundo abocado a la destrucci¨®n, educados en una cultura basada en el imperativo "llenad la tierra y sometedla", nos hemos acostumbrado a tal grado de abuso y sometimiento de todo ser vivo a nuestras supuestas necesidades que produce extra?amiento -a menudo incluso rechazo- encontrarse con una obra literaria centrada justamente en la violencia de la especie humana contra todo y contra todos. Josef Winkler (Kamering, Austria, 1953) escribe desde sus primeras novelas -recogidas en la espeluznante trilog¨ªa sobre la vida rural, La Carintia salvaje (1983)- pose¨ªdo por las im¨¢genes de las vejaciones del cuerpo humano, del sufrimiento de las criaturas por la mano del hombre que presenci¨® durante su infancia campesina en Carintia. La muerte violenta, el sexo atormentado y el poder represor del catolicismo forman la trinidad imp¨ªa de su universo literario, fundado en el rito ancestral y quebrado por una est¨¦tica de lo repulsivo.
NATURA MORTA. NOVELA CORTA ROMANA
JOSEF WINKLER
TRADUCCI?N DE MIGUEL S?ENZ
GALAXIA GUTENBERG
BARCELONA, 2003102 P?GINAS. 15,25 EUROS
Aunque este escritor prolijo
y obsesivo se pasea a veces por lugares ex¨®ticos, observando los cultos mortuorios de la India en Domra. A las orillas del Ganges (1996), los entierros colectivos de N¨¢poles en Cementerio de las naranjas salvajes (1990), o un m¨ªsero mercado de Roma en la presente novela, no se aleja, de hecho, de su punto de partida tem¨¢tico. Natura morta. Novela corta romana revela, igual que los anteriores relatos de claro corte confesional, un asombro primigenio ante la pl¨¦tora de la vida -representado aqu¨ª en la exuberancia y la inmundicia del mercado-, y m¨¢s a¨²n ante la omnipresencia de la muerte, cuya incidencia rastrea, delata y persigue, cuando nuestra sociedad de diversi¨®n la quisiera invisible.
Sobrecargado de im¨¢genes y objetos, el relato -m¨¢s cercano por su magn¨ªfica densidad metaf¨®rica y su ritmo medido al poema elegiaco que a la prosa narrativa-, despliega su fuerza sugestiva parad¨®jicamente gracias a la acumulaci¨®n de cosas que el narrador contempla con la precisi¨®n de un miniaturista. Aunque Winkler, para aprovechar la met¨¢fora pict¨®rica que sugiere el t¨ªtulo del libro, parece haber visto en Roma un bodeg¨®n barroco que compone una alegor¨ªa del Vanitas vanitatum. Quien obvie su ret¨®rica reiterativa, el exceso fortuito de frutas, vegetales y cuerpos de animales muertos, se ver¨¢ compensado por los intensos colores de un cuadro entre hiperrealista y aleg¨®rico, de iconograf¨ªa ciertamente desoladora. Y, aunque este bodeg¨®n abigarrado de la precariedad carnal apenas compone una historia -la de Piccoletto, hijo de la vendedora de higos, el hermoso muchacho de "las pesta?as largas que casi le rozaban las mejillas llenas de pecas"-, tiene, sin embargo, el valor de lo que propone: el lamento por tanta criatura sacrificada.
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