Primarias
Las elecciones municipales y auton¨®micas tienen a menudo otra significaci¨®n pol¨ªtica que la relativa a la gesti¨®n en cada una de estas ¨¢reas de competencia. En 1979 supusieron una especie de bal¨®n de ox¨ªgeno para un partido socialista que hab¨ªa recibido una inesperada derrota en las generales y as¨ª recuperaba la ilusi¨®n por acercarse al poder. En el Pa¨ªs Vasco el resultado de las auton¨®micas de 1986 inici¨® un ciclo de colaboraci¨®n, m¨¢s all¨¢ de la frontera entre identidades nacionales, que dio frutos positivos.
No parece discutible que en el a?o 2003 el significado pol¨ªtico de las elecciones que se aproximan rebasar¨¢ con mucho el juicio sobre una gesti¨®n o su posible alternativa. As¨ª ser¨¢ porque ha habido una galaxia de circunstancias previas, pero no todas ellas van a tener tanta importancia como suele atribu¨ªrseles. De ser castigado con dureza el partido del Gobierno, es muy posible que lo sea m¨¢s debido a su talante y modo de gesti¨®n de las crisis que a su posici¨®n ante la guerra de Irak. Guste o no, la pol¨ªtica exterior influye menos de lo que parece en la opci¨®n ante unas elecciones. La mejor prueba consiste en que, tras el refer¨¦ndum sobre la OTAN en que un tercio de los votantes de la derecha y algo m¨¢s de los socialistas no hicieron lo recomendado por su partido preferido, los resultados no cambiaron de forma tan sustancial. Por otro lado, tampoco se juzga en exclusiva al Gobierno. En Bilbao -o, m¨¢s en general, en el Pa¨ªs Vasco- est¨¢ en cuesti¨®n la capacidad de PNV-EA por succionar voto extremista, la del PSOE por aparecer como opci¨®n aut¨®noma, y la del PP, ahora con nuevas adiciones de antinacionalistas, por conquistar el centro.
Al partido del Gobierno se le puede atribuir mal c¨¢lculo o exceso de ideolog¨ªa en la posici¨®n que adopt¨® durante el pasado conflicto internacional, pero no ante estas elecciones. Con plena frialdad ha optado por presentarlas en un marco mucho m¨¢s amplio y general, con una vehemencia desmesurada y nivel de decibelios espectacular. Quien la protagoniza, con m¨¢s actos electorales que el propio dirigente de la oposici¨®n, es un Aznar en la ant¨ªtesis de su supuesta divisa de las tres "pes" ("paciencia, prudencia y perseverancia"). Se trata del protagonista pol¨ªtico enrocado en una mezcla de cabezoner¨ªa y tenacidad que le hizo superar circunstancias adversas en que ni siquiera parec¨ªa ser tomado en consideraci¨®n. Una campa?a en extremo personalista le hace citar con impudor a su mujer y a su hijo, espect¨¢culo in¨¦dito en la democracia espa?ola. Est¨¢, sin duda, con el dramatismo, tratando de movilizar a un electorado descontento o remiso a la participaci¨®n.
En la oposici¨®n predomina un talante muy diferente, que acent¨²a la moderaci¨®n hasta desdibujar el perfil y ofrece el consenso hasta aparecer demasiado blando. Es muy razonable proponer la reforma de un Senado que para poco sirve en la actualidad y tambi¨¦n cambios importantes en materia de vivienda y seguridad. Pero en la campa?a de los socialistas se advierten a primera vista tres inconvenientes. Uno de ellos resulta hasta cierto punto inevitable. Se refiere a la fiabilidad de los candidatos, mucho m¨¢s determinable, en sentido positivo o negativo, en el caso de quienes han ejercido el poder pero en el caso de los socialistas tambi¨¦n poco discernible dada su general actitud adoptada. Da la sensaci¨®n, adem¨¢s, de que es la oposici¨®n quien devuelve en los medios de comunicaci¨®n los sucesivos y agobiantes balones adversarios. Y el PSOE hasta el momento parece ignorar que una parte del voto puede escap¨¢rsele hacia la izquierda.
La campa?a, as¨ª, resulta con mas inc¨®gnitas y de mayor inter¨¦s que una simple consulta administrativa. Mucho se decidir¨¢ en el curso de las semanas venideras. De cualquier modo, parece indudable que la retracci¨®n y el compromiso, el af¨¢n de castigo y la duda ante el bien por conocer o el efecto imprevisible del volumen de decibelios sobre el electorado ajeno -no el propio- jugar¨¢n un papel decisivo. Una semiderrota en las expectativas de unos y otros quiz¨¢ favoreciera mayor capacidad de propuesta y una r¨¢pida decisi¨®n sobre el sucesor. Aunque se ans¨ªe y luego se proclame, una victoria aplastante podr¨ªa resultar contraproducente para unos y otros.
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