"Todos moriremos, pero a m¨ª me toca ma?ana"
Una familia encuentra el cad¨¢ver de su hijo desaparecido hace 17 a?os en Irak
Siete hombres observan silenciosos a otros dos que, con largas palas, cavan en una tumba marcada con el n¨²mero 211 en el cementerio de Abu Greb, a 33 kil¨®metros al oeste de Bagdad. Est¨¢n a punto de poner fin a 16 a?os de b¨²squeda y preguntas desde que, un d¨ªa de 1986, Raad al Hanabi no volvi¨® del instituto.
Uno de los hombres es el padre del adolescente, quien tiene la mirada clavada en el agujero que, poco a poco, sus sobrinos van creando. Raad era un estudiante de secundaria de Kufa, una localidad en las afueras de Nayaf, a unos 300 kil¨®metros al sur de Bagdad. El de 3 de abril de 1986 fue detenido por la polic¨ªa pol¨ªtica de Sadam Husein. "No tenemos ni idea de la raz¨®n", explica Soher, de 52 a?os, hermano de la v¨ªctima. "Tal vez porque era muy religioso y frecuentaba la mezquita, pero no lo sabemos".
Aunque sus familiares le buscaron desesperadamente por las sedes de los diferentes organismos de seguridad, tanto en Nayaf como en Bagdad, no volvieron a saber nada del muchacho. Ahora han conocido, gracias a la documentaci¨®n que han encontrado procedente de la polic¨ªa pol¨ªtica, Mujabarat, que poco despu¨¦s de su detenci¨®n fue trasladado a la prisi¨®n de Abu Greb, un inmenso complejo carcelario al que sol¨ªa acudir a menudo Uday, el hijo de Sadam Husein, a presenciar ejecuciones. Antes prohibido y superpoblado, ahora permanece vac¨ªo y cualquiera puede entrar. En un recinto especial se encuentra un peque?o edificio pintado de gris con nueve celdas que hac¨ªan las veces de corredor de la muerte y un pat¨ªbulo con dos horcas. En las celdas pas¨® Raad sus ¨²ltimos d¨ªas y all¨ª todav¨ªa quedan los escritos en la pared que hicieron los condenados a muerte. "Todos moriremos, pero a m¨ª me toca ma?ana", firmado, Sadam. Otro: "Ma?ana me tendr¨¦is que dar el p¨¦same, 26 de enero de 2000". Y otro: "La muerte es la vida del creyente. 17 de septiembre de 2001. Amil".
El 30 de agosto de 1987, Raad fue sacado de su celda y llevado hasta una habitaci¨®n adyacente. De cemento y pintada de gris y blanco, a primera vista parece un peque?o garaje, pero en un lateral se levanta un cadalso. En lo alto del pat¨ªbulo, al que se accede mediante una rampa lisa por la que se arrastraba a los condenados, todav¨ªa cuelgan dos sogas que se utilizaban en los ajusticiamientos, y entre ellas las palancas que serv¨ªan para abrir las trampillas y ejecutar a los prisioneros.
El mismo d¨ªa de su muerte, Raad fue trasladado hasta el vecino cementerio de Abu Greb. "Cuando tra¨ªan a los muertos nos obligaban a salir del cementerio y no ve¨ªamos nada", relata Hasan Husein, vicedirector del cementerio. "Los enterraban en un sector especial y asignaban a cada tumba un n¨²mero. El director ten¨ªa una lista con los nombres que correspond¨ªan a cada n¨²mero y ten¨ªa orden de destruirla". Pero no lo hizo, y de hecho, el director se encuentra en Bagdad colaborando con una reci¨¦n creada asociaci¨®n de familiares de desaparecidos. Gracias a su gesto, 178 familias ya han recuperado a sus parientes asesinados. "Vienen desde el 22 de abril de todas partes del pa¨ªs, desde el amanecer hasta la noche", indica Husein.
Los familiares de Raad siguen cavando. A lo lejos se escuchan disparos de los vendedores de armas que prueban su mercanc¨ªa. Mientras profundizan en la tumba, los familiares de Raad buscan con m¨¢s cuidado y finalmente emplean las manos. Cuando uno de los sobrinos del desaparecido encuentra un trozo de tela se hace el silencio entre los hombres. Finalmente aparece un cr¨¢neo que todav¨ªa tiene algunos mechones de cabello pegados. Faed, un primo de Raad, lo coge amorosamente y se lo entrega al padre, quien lo besa y comienza a llorar en silencio. Todos los hombres le siguen en el llanto.
"Despu¨¦s de 16 a?os de buscar a mi hijo, tengo una sensaci¨®n extra?a", confiesa Maadi al Hanabi. "Por un lado me siento aliviado porque s¨¦ lo que pas¨® y tengo sus huesos para poder enterrarlo, pero a la vez siento un gran vac¨ªo, porque durante todo este tiempo esper¨¦ que estuviera vivo. Incluso tras la amnist¨ªa que Sadam concedi¨® el a?o pasado nos pas¨¢bamos el d¨ªa pendientes de qui¨¦n llamaba a la puerta por si aparec¨ªa". Tras una peque?a oraci¨®n, s¨®lo queda introducir el ata¨²d en un coche en donde lo llevar¨¢n a Nayaf para enterrarlo. Y antes de partir, una llamada de tel¨¦fono a Finlandia donde se encuentran refugiadas la madre y dos hermanas del joven. "Le hemos encontrado, mam¨¢, le hemos encontrado", acierta a decir Soher a su madre, y a?ade: "No llores, porque ya sabemos lo que pas¨®. No llores y, sobre todo, no volv¨¢is a Irak".
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