Las dos vidas de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera
Nunca, desde el Cid Campeador, una figura hist¨®rica hab¨ªa conseguido tantos triunfos y popularidad en la vida pol¨ªtica despu¨¦s de su muerte hasta que lleg¨® Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera (Madrid, 24 de abril de 1903-Alicante, 20 de noviembre de 1936).
Vivi¨® en el primer tercio del siglo XX en la placidez de una vida c¨®moda hasta cumplir 30 a?os. Permaneci¨® soltero siempre. Hijo primog¨¦nito del general Miguel Primo de Rivera, perdi¨® a su madre cuando ten¨ªa cinco a?os y tuvo una relaci¨®n intermitente y distante con su padre debido a los destinos militares que tuvo fuera de Madrid.
Cuando Jos¨¦ Antonio se hizo abogado, coincidi¨® con que su padre se hab¨ªa pronunciado en Barcelona el 13 de septiembre de 1923, cerrando las Cortes y convirti¨¦ndose en dictador. Tras siete a?os de gobierno, el general present¨® la dimisi¨®n a Alfonso XIII, muriendo poco despu¨¦s en Par¨ªs. Para defender la memoria de su padre, Jos¨¦ Antonio entr¨® en pol¨ªtica. Se present¨® sin ¨¦xito a diputado en la primera legislatura de la Rep¨²blica. Mejor suerte tuvo en la segunda, al conseguir un acta por C¨¢diz en las listas de la derecha en noviembre de 1933. Dos meses antes, el 29 de octubre, hab¨ªa fundado Falange Espa?ola (FE) para oponerse al r¨¦gimen republicano e instaurar un Estado totalitario inspirado en el fascismo italiano.
La revoluci¨®n pendiente propugnada por los falangistas produjo el efecto inesperado, en los sesenta, de que muchos j¨®venes ingresaran en el PCE
Relaciones con Prieto
No obstante, las dudas doctrinales y las vacilaciones hicieron presa del l¨ªder de FE. Hab¨ªa momentos en los que se declaraba fascista, otros hac¨ªa hincapi¨¦ en una revoluci¨®n nacional, no marxista, basada en los principios cristianos. En esta l¨ªnea mantuvo conversaciones con personalidades del socialismo moderado, sin ¨¦xito. Uno de ellos, Indalecio Prieto (que a la muerte de Jos¨¦ Antonio se hizo cargo de sus papeles), y Manuel Aza?a, alma de la Rep¨²blica, le apreciaban como persona sin compartir su ideario. Le influy¨® mucho el pensamiento de Ortega y Gasset, pero el fil¨®sofo no quiso hablar con ¨¦l nunca. FE se fundi¨® con otros grupos afines para formar FE y de las JONS (Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas), pero durante estos a?os nunca tuvo una gran afiliaci¨®n, quiz¨¢ unos 6.000. Hab¨ªa organizaciones parecidas y el apoyo en las urnas se lo llevaban los partidos republicanos moderados y la Confederaci¨®n Espa?ola de Derechas Aut¨®nomas (CEDA, democracia cristiana), encabezada por Jos¨¦ Mar¨ªa Gil Robles, que tambi¨¦n coquete¨® con la doctrina fascista. Sus partidarios le aclamaban "?jefe, jefe!" en actos p¨²blicos.
Pronto las escuadras falangistas se vieron inmersas en las luchas callejeras a tiros con las milicias de las organizaciones izquierdistas. Jos¨¦ Antonio sufri¨® varios atentados, pero impidi¨® a sus camaradas que tomaran represalias. Esta situaci¨®n se agrav¨® tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. El l¨ªder falangista fue detenido un mes m¨¢s tarde y ya no saldr¨ªa de la c¨¢rcel. Quiso participar en las conspiraciones para derribar a la Rep¨²blica, pero poco pod¨ªa hacer en una celda. Cuatro meses despu¨¦s de la sublevaci¨®n militar de julio, fue condenado a muerte por un tribunal y fusilado en la prisi¨®n de Alicante. Aqu¨ª termin¨® la primera Falange para dar paso a otra muy distinta, as¨ª como Jos¨¦ Antonio inici¨® su segunda vida.
Durante los tres a?os de vida p¨²blica, Primo de Rivera hab¨ªa escrito art¨ªculos de prensa, pronunciado m¨ªtines, discursos parlamentarios y conferencias, as¨ª como entrevistas. Hab¨ªa esbozado una l¨ªnea de pensamiento "espec¨ªficamente espa?ola", pero no hab¨ªa tenido tiempo material de elaborar una doctrina consolidada. El legado que hab¨ªa dejado lo aprovech¨® el general Franco para ir construyendo el nuevo Estado; disolvi¨® todas las organizaciones pol¨ªticas de la derecha para unificarlas en un partido ¨²nico FET y de las JONS (la T proced¨ªa de los tradicionalistas y carlistas), a la que dio la doctrina de Primo de Rivera convenientemente expurgada y al que nominalmente pertenec¨ªan todos los ciudadanos. A esta nueva organizaci¨®n se fueron incorporando durante la contienda j¨®venes atra¨ªdos por los s¨ªmbolos y el estilo de la primitiva Falange, aventureros y gente procedente de los disueltos partidos de la derecha. El aluvi¨®n desvirtu¨® el idealismo del que hac¨ªan gala los militantes de la preguerra, conocidos luego como camisas viejas.
Al mismo tiempo se promovi¨® el culto a la memoria de Jos¨¦ Antonio. Su retrato y el de Franco se colgaron de edificios oficiales, lugares p¨²blicos y hasta en las cabinas de control de las estaciones del metro. Se le fue creando una personalidad idealizada, toda virtudes, excluidos los defectos, para ejemplo y referencia de los espa?oles, particularmente de las nuevas generaciones de la posguerra. La figura m¨ªtica del fundador y el estilo personal que se le atribuy¨® fue dejando su huella en los dos millones de j¨®venes que pasaron por el Frente de Juventudes (FJ). Entre ellos hab¨ªa un gran n¨²mero de hijos de los vencidos, de extracci¨®n humilde, que as¨ª pod¨ªan pasar el verano en los campamentos de la sierra y acceder a otras ventajas durante el resto del a?o. El estilo joseantoniano se compendiaba en el poema If... "... Si puedes soportar el o¨ªr la verdad que has dicho retorcida por bribones que hacen trampas para tontos..."), del Nobel ingl¨¦s Rudyard Kipling, que reflejaba las pautas de conducta de los miembros de la logia mas¨®nica a la que pertenec¨ªa, basadas en los principios budistas de su India natal.
Los instructores del FJ eran personas que militaban en la nueva Falange, pero no se hab¨ªan instalado en la clase dirigente y sus prerrogativas econ¨®micas. Los j¨®venes recibieron una formaci¨®n pol¨ªtica en la que se a?oraban los ideales primitivos falangistas y se lamentaba que la organizaci¨®n de Franco no hab¨ªa hecho nada por poner en marcha un cambio. Tampoco la figura del dictador quedaba bien parada en esos c¨ªrculos. As¨ª se fue instalando la necesidad de llevar a cabo la revoluci¨®n pendiente, que Franco hab¨ªa traicionado.
Esta circunstancia tuvo un efecto sorprendente y no querido. A partir de los a?os sesenta, hab¨ªan ingresado en el Partido Comunista muchos j¨®venes que de tanto esperar la revoluci¨®n pendiente, la reforma agraria y la nacionalizaci¨®n de la banca, hab¨ªan decidido acudir a la organizaci¨®n que s¨ª trabajaba por conseguir esos fines. Ya a principios de la citada d¨¦cada, el entonces dirigente comunista, Fernando Claud¨ªn, informaba en La Habana de ese parad¨®jico fen¨®meno a unos incr¨¦dulos militantes que hab¨ªan luchado en la guerra y que no se explicaban que el franquismo hubiera producido una generaci¨®n de comunistas.
El culto se fue desvaneciendo con el paso de los a?os y ahora queda un pu?ado de fieles nost¨¢lgicos, que piensan que en la era de la globalizaci¨®n y la inform¨¢tica a¨²n ser¨ªa posible hacer realidad el ideal joseantoniano, un hombre con convicciones.
Caf¨¦ con Mussolini, desconfianza con Franco
PRIMO DE RIVERA ADMIRABA a Benito Mussolini como l¨ªder pol¨ªtico porque, en su percepci¨®n, hab¨ªa evolucionado del socialismo revolucionario de su juventud a otro socialismo que propugnaba los ideales de justicia, abandonando la lucha de clases y el materialismo dial¨¦ctico.
Por esa raz¨®n, y en v¨ªsperas de la fundaci¨®n de Falange Espa?ola, Jos¨¦ Antonio viaj¨® a Roma para entrevistarse con el l¨ªder del fascismo italiano. ?ste se encontraba en la cumbre de su popularidad en Europa; hab¨ªa puesto orden en Italia, la econom¨ªa se encontraba boyante y en amplios c¨ªrculos pol¨ªticos conservadores del continente se consideraba que el fascismo supon¨ªa la modernidad; en ese momento, no ten¨ªa el triste estigma que se gan¨® a partir de entonces. Se pasaba por alto las escuadras de porristas y la eficacia conseguida con el aceite de ricino.
El duce recibi¨® al hijo del general Primo de Rivera en su despacho oficial romano del palacio de la plaza de Venecia durante media hora, poco tiempo m¨¢s del necesario para tomar un caf¨¦. Le regal¨® una foto y no se volvieron a ver nunca m¨¢s. La impresi¨®n que debi¨® sacar del joven pol¨ªtico espa?ol que aspiraba a imitar su ejemplo no debi¨® de ser extraordinaria. Para encabezar un movimiento como el fascismo y derribar un r¨¦gimen y crear otro en su lugar se necesitaba una personalidad m¨¢s fuerte. Dionisio Ridruejo (1912-1975, falangista luego reconvertido en socialdem¨®crata) dec¨ªa que Jos¨¦ Antonio daba la impresi¨®n de inseguridad. Sus dotes distaban mucho de tener las dotes necesarias para unir a los grup¨²sculos que luchaban por acabar con la Rep¨²blica.
Tambi¨¦n visit¨® a Hitler en Berl¨ªn, el primero de mayo de 1934. Aunque no admiraba al l¨ªder alem¨¢n y era consciente de las caracter¨ªsticas propias del nazismo, pertenecientes al mundo germ¨¢nico. El f¨¹hrer fue m¨¢s parco que Mussolini y le recibi¨® protocolariamente durante diez minutos. El encuentro no tuvo trascendencia.
En cuanto al general Franco, exist¨ªa una desconfianza mutua. En realidad, apenas se trataron en vida. Al producirse la sublevaci¨®n militar, el l¨ªder falangista previ¨® que su partido, tal como ¨¦l lo hab¨ªa conformado, poco iba a contar, primero en la guerra y luego en el nuevo r¨¦gimen, como as¨ª fue. Cre¨ªa que los militares o la derecha tradicional gobernar¨ªan con criterios tradicionales, muy alejados de la revoluci¨®n nacional-sindicalista en la que hab¨ªa cre¨ªdo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.