La sonrisa
Rosemary Mulcahy es irlandesa e historiadora del arte, especializada en la segunda mitad del XVI y la pintura barroca espa?ola. Entre sus publicaciones est¨¢n La decoraci¨®n de la Real Bas¨ªlica del Monasterio de El Escorial, diversos estudios sobre la pintura religiosa espa?ola y un libro de pr¨®xima aparici¨®n sobre el mecenazgo de Felipe II.
Es alta, delgada, guapa y de tez irlandesa, algo mayor que yo -que estoy rondando los 60- pero mucho m¨¢s ¨¢gil y muy joven de esp¨ªritu. Llega a la Feria con atuendos que decora buscando connotaciones gitanas y falda de vuelo para poder bailar sevillanas. Es la oportunidad que tiene de practicar las clases que toma en su tierra y se impacienta porque el baile no comienza hasta bien entrada la tarde. Desde ese momento baila hasta que calla la m¨²sica y, con su sonrisa, se recoge hasta el d¨ªa siguiente. Se marcha con lo que m¨¢s le gusta de la Feria: la sonrisa. Todo el mundo expresando su contento en los labios, ese estado de ¨¢nimo tan favorable a la fiesta y el jolgorio, esa felicidad que tan sabiamente fundamos en lo ef¨ªmero. Se sorprende tambi¨¦n de que no aparezcan influencias comerciales. Influencias, lo que se dice influencias, no hay en la est¨¦tica general ni en el comportamiento, pero m¨¢s de uno hay que aprovecha la ocasi¨®n para sus medros y sus tratos, como es natural que ocurra en cualquier fiesta. Este a?o, por ejemplo, estaban los pol¨ªticos haciendo su campa?a y repart¨ªan abanicos y kits para las mujeres feriantes, que no para los hombres; pero eso s¨ª, aunque estuvieran trabajando y sin poder coger "el punto" procuraban sonre¨ªr lo m¨¢s posible. Lo que s¨ª es verdad es que se hace tan bien que los forasteros no lo notan. Hasta los anuncios de vinos en las trastiendas se ponen formando parte de la decoraci¨®n; pero como Rosemary est¨¢ todo el tiempo bailando, no creo que conozca las trastiendas.
Una se?ora coment¨® que a Sevilla le gustaba repetirse, y Rosemary dijo que es la ¨²nica ciudad de Europa que conserva su identidad y sus cualidades. Ambas cosas deben ser verdad, porque no cabe duda de que aqu¨ª gusta lo que se conoce, como ocurre con la m¨²sica, eso exige y significa repetici¨®n, y lo que se repite acaba siendo identidad. Lo que tenemos que tener presente es que de eso s¨®lo no se vive.
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