La visita de Juan Pablo II
Una vez concluida la visita de Juan Pablo II a Espa?a, y el masivo despliegue medi¨¢tico que la ha acompa?ado, me gustar¨ªa llamar la atenci¨®n sobre varios hechos. Personalmente, no tengo nada en contra de la labor de Juan Pablo II. Creo que simplemente es la cabeza de una instituci¨®n, la Iglesia cat¨®lica romana, adem¨¢s del jefe de un min¨²sculo Estado; por tanto, considero que quienes est¨¦n sujetos a cualquiera de las dos obediencias antes mencionadas son quienes de verdad deber¨¢n acatar las directrices del Papa, o disentir de las mismas. Lo que s¨ª me parece un poco preocupante es toda la "m¨ªstica del dolor y el sufrimiento" que ha rodeado a esta visita, as¨ª como a otros actos de los ¨²ltimos a?os del presente pontificado. Las multitudes enfervorizadas y exaltadas ante unos hechos que no son sino la plasmaci¨®n del sufrimiento de una persona anciana entregada a extenuantes jornadas.
Por otro lado, creo que tambi¨¦n es discutible la profusi¨®n de canonizaciones de los ¨²ltimos a?os. De hecho, en los dos ¨²ltimos siglos no se hab¨ªa visto nada similar. Dando por sentado que un santo, en el cristianismo, es una persona elevada a la categor¨ªa de paradigma por sus virtudes, que incluso por ello mismo puede ser objeto de culto, la Iglesia cat¨®lica, en un arranque de sensatez, redujo muy considerablemente el n¨²mero de canonizaciones en el siglo XX debido a que cada vez es m¨¢s dif¨ªcil probar estas cualidades, cuando con la precisi¨®n de los medios de comunicaci¨®n actuales cada vez se conocen m¨¢s datos de las vidas de los candidatos, algunas muy pr¨®ximas en el tiempo.
Los protestantes, incluso, desde su nacimiento renunciaron totalmente a las canonizaciones, conform¨¢ndose con los santos ya existentes, muchos de ellos, a pesar de la documentaci¨®n hist¨®rica que prueba su existencia, por su propia lejan¨ªa en el tiempo, con una biograf¨ªa semilegendaria. Por todo ello, ?ahora mismo no hay nada m¨¢s urgente que una ola de canonizaciones?
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