Un pulso entre dos candidatos solapados
El 2 de marzo de 2000, en plena campa?a de las elecciones generales, Eduardo Zaplana ofreci¨® muchas pistas sobre qui¨¦n iba a ser su sucesor. Entonces las apuestas estaban repartidas mitad y mitad entre dos j¨®venes valores: Esteban Gonz¨¢lez Pons y Francisco Camps. Al primero, portavoz del Grupo Popular en el Senado, Zaplana lo hab¨ªa colmado de semi¨®tica afectiva a finales de 1999 en el congreso nacional del PP celebrado en Madrid, requiriendo constantemente su presencia y poniendo muy a la vista en sus gestos que era la pieza clave de su engranaje. Por el segundo siempre hab¨ªa demostrado una notable predilecci¨®n, aunque no la exteriorizaba tanto para no saltar la liebre. En el entorno de Zaplana, adem¨¢s de otras capacidades y cualidades, a Camps se le atribu¨ªa mayor manejabilidad. Adem¨¢s contaba con la bendici¨®n de Rita Barber¨¢ y otros baluartes f¨¢cticos del partido en Valencia. Eran muchos n¨²meros a su favor en la rifa final.
Zaplana ha asumido el papel de principal activo electoral, desplazando a Camps
La reiterada presencia de Rodr¨ªguez Zapatero ha alejado a Pla del foco de atenci¨®n
Aquella tarde Zaplana ya ten¨ªa tomada la decisi¨®n. Se encontraba tan relajado y se sent¨ªa tan imbatible que la dej¨® caer. Sucedi¨® en el Sal¨®n de los Tapices del Hotel Astoria de Valencia, donde el entonces presidente de la Generalitat interven¨ªa como presentador de una conferencia sobre valencianismo pol¨ªtico que iba a pronunciar Camps a instancias del Foro de Opini¨®n. Zaplana se deshizo en elogios a Camps, que no en vano concurr¨ªa en calidad de n¨²mero uno al Congreso de los Diputados por Valencia. "Es tan elegante y moderado que incluso se va quedando calvo con moderaci¨®n y elegancia", dibuj¨® ante las fuerzas vivas, y tras un espumoso torrente de halagos lanz¨® la gamba: "Los que se interesen por el futuro de la pol¨ªtica valenciana no deben perder la pista de Paco Camps". Pero ese envoltorio tan dulce pod¨ªa resultar demasiado espeso y empalagoso llegado el caso. Como as¨ª sucedi¨®.
A medida que la legislatura encauzaba la recta final, Zaplana perfilaba el proceso de entronizaci¨®n. Camps, que ya ocupaba la vicesecretar¨ªa del Congreso por motivos de visibilidad, fue situado en una secretar¨ªa ejecutiva en la direcci¨®n nacional del PP en el mismo congreso en el que Zaplana acabar¨ªa se?al¨¢ndole como sucesor. El segundo paso fue traer a Camps como delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana. La llamada de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar apenas unos meses despu¨¦s (principios de julio de 2002) requiriendo a Zaplana como ministro de Trabajo precipit¨® los acontecimientos.
Sin embargo, lo que para Camps ten¨ªa que ser una singladura con todo el protagonismo en solitario, pronto se demostrar¨ªa un tramo tutelado y ensombrecido en exceso. Para empezar, el modelo sucesorio concebido por Zaplana no contemplaba ni de lejos su pase a la reserva. El ex presidente de la Generalitat, desplazado por la coyuntura al frente pol¨ªtico de Madrid, se garantizaba la presidencia del PP en la Comunidad Valenciana a todos los efectos, planteando una relaci¨®n de poder desconocida en el marco auton¨®mico valenciano. Por primera vez, quien resultara elegido presidente de la Generalitat, caso de que fuera el candidato del PP, pod¨ªa no ser la persona con m¨¢s poder pol¨ªtico en su partido. En esa perspectiva, en la que Zaplana trata de retener la capacidad ejecutiva durante el poszaplanismo para mantenerse como el m¨¢ximo referente, Camps ten¨ªa que quedar por fuerza relegado a un papel subsidiario.
No ha habido acto pol¨ªtico notable del PP desde entonces que no haya sido absorbido hasta la desertizaci¨®n por un Zaplana que, desde que hab¨ªa sido nombrado ministro en Madrid parec¨ªa estar m¨¢s en Valencia que cuando era presidente de la Generalitat. En la precampa?a el candidato Camps s¨®lo ha podido reflejar alg¨²n destello sobrante y hacerse notar en la profundidad de campo. Sin concurrir a las elecciones, Zaplana ha asumido el papel de principal activo electoral, lo que proyecta otra sombra de duda hacia la soberan¨ªa que tendr¨¢ Camps en la elaboraci¨®n de su virtual gobierno.
No siendo ni de lejos el mismo caso -ni por el parto ni sus circunstancias-, tampoco se puede decir que su adversario pol¨ªtico, el socialista Joan Ignasi Pla, tenga una situaci¨®n significativamente distinta en cuanto a protagonismo. Desde que gan¨® las primarias a Cipri¨¤ Ciscar y el secretario general del PSOE, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, anunci¨® que se convertir¨ªa en "un militante activo" para que los socialistas valencianos ganaran las elecciones, Pla ha quedado adscrito a la segunda posici¨®n del cartel. Las visitas de Rodr¨ªguez Zapatero a la Comunidad Valenciana se han prodigado con tanta frecuencia e intensidad que a menudo cunde la sensaci¨®n de que Pla (como ocurre con Camps a efectos del PP) no re¨²ne suficiente atractivo electoral como para movilizar el voto del socialismo valenciano. En cualquier caso, en los actos m¨¢s notables de la precampa?a del PSPV la presencia de Rodr¨ªguez Zapatero ha acaparado todo el inter¨¦s, alejando del candidato Pla el foco de atenci¨®n electoral.
Adem¨¢s, no son pocas las voces que hasta las v¨ªsperas del efecto demosc¨®pico de la guerra de Irak aseguraban que su liderazgo en el partido no estaba consolidado, aunque nadie pon¨ªa ya su nombre en cuesti¨®n como secretario general en el partido. Ese obst¨¢culo interior es el que m¨¢s ha solapado su figura como candidato a la presidencia de la Generalitat. La ascensi¨®n de Pla a la cumbre del socialismo valenciano ha estado plagada de episodios muy sangu¨ªneos que no han ayudado a consolidar su silueta como s¨ªmbolo del partido. Tras imponerse en septiembre de 1999 en un congreso con apenas el 43% de los delegados con el patrocinio de Joan Lerma (anulado luego por el entonces secretario general del PSOE, Joaqu¨ªn Almunia, y sustituido por una gestora), Pla lo volvi¨® a intentar tan s¨®lo un a?o despu¨¦s, en una de las etapas m¨¢s cism¨¢ticas del socialismo valenciano. Nadie daba mucho por ¨¦l, sin embargo, contra todo pron¨®stico, acab¨® alz¨¢ndose con la secretar¨ªa general por apenas diez votos sobre el otro aspirante, Jos¨¦ Luis ?balos.
Con una ejecutiva conformada por un n¨²cleo duro de lermistas o ex lermistas, y saturado de desconfianzas al ser ampliada por el imperativo de Ferraz para integrar a sus competidores, Pla ha tenido que combatir por su cuenta contra su escasa proyecci¨®n social, a la que sin duda ha contribuido su ausencia de las Cortes Valencianas, el escenario pol¨ªtico por excelencia. El respaldo org¨¢nico, aunque siempre condicionado a una diversidad de intereses, le lleg¨® con las primarias, aunque el empe?o por fijar su imagen a menudo ha sido zancadilleado por su alrededor, como ha ocurrido con el portavoz socialista en las Cortes, Joaquim Puig, que ha contraprogramado con ruedas de prensa cada vez que Pla ha comparecido ante los medios.
Ahora ambos candidatos, que son los que m¨¢s probabilidades cuentan para ocupar el Palau de la Generalitat, afrontan el ¨²ltimo tramo hacia el 25 de mayo tratando de hacerse ver debajo de la frondosidad de las siglas, y las sombras que proyectan sus propios entornos, con la esperanza de una victoria que supondr¨ªa un punto de inflexi¨®n en sus trayectorias.
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