Una ciudad a pie de obra
La capital del Bages vive una fiebre constructora, sobre todo en el casco antiguo
Manresa, los derribos. ?xtasis de la destrucci¨®n. Polvo, ruido, descuartizamiento. De las tres zonas viejas, Les Escodines, Vic-Remei y el Barri Antic, la actividad de las excavadoras es especialmente brutal y gloriosa en esta ¨²ltima. Parece que no importa demasiado echar abajo, y definitivamente, esas casuchas. Josep Pla las tuvo delante de sus ojos en el a?o 1933: "Manresa tiene el aspecto externo de una ciudad muerta. Tiene un barrio lev¨ªtico, estrecho, confitado por la ro?a, la humedad y el paso de los a?os". Confitado por la ro?a. Pero Pla a?ad¨ªa enseguida la general pujanza, viv¨ªsima y ca¨®tica, de la ciudad. A?os del optimismo industrial. Han pasado para Manresa.
La f¨¢brica Balcells. El emblema de la renovaci¨®n. La antigua f¨¢brica textil convertida hoy en Conservatorio Municipal. Se le ha injertado una torre blanca al viejo edificio. Timideces. ?Por qu¨¦ no echaron abajo la f¨¢brica, de un inter¨¦s relativ¨ªsimo? No se acaba de entender el injerto. Cabe desear que no le suceda lo que a algunos ¨®rganos trasplantados, sanos y j¨®venes, que acaban corrompidos por el cuerpo. Hay que andar por el barrio. Esquivar las pedradas. Vadear los charcos. Atravesar continuos t¨²neles de andamios. Bajar luego hasta la Seu. En las ciudades se producen fen¨®menos extra?os. Los manresanos llevan siglos accediendo de lado a su catedral. La puerta principal es infranqueable. Entre el orgullo de regeneraci¨®n que se ha apoderado de la ciudad figura el poder entrar a la catedral por la puerta solemne. Podr¨¢n. Hay un plan. Ciertamente, desde el parque de la Seu, el acceso a la catedral, atenazado por desniveles y verjas, es de una complicaci¨®n casi grotesca.
Papel en un muro. De los d¨ªas de la guerra. Pero s¨®lo aparentemente caducado. Lo firma "un manifestante cabreado". Es magn¨ªfico que los papeles los firmen ciudadanos, y no corporaciones. Empieza criticando la pasividad de los vecinos respecto de las manifestaciones contra la invasi¨®n de Irak: "Manresa calla. El 99% de la ciudadan¨ªa calla. Las ventanas, los balcones, las puertas y los brillantes escaparates callan. Todo el mundo callado en su inmensa mayor¨ªa". El manifestante sigue y acaba pidiendo ayuda. "Para librarnos colectivamente de pasar a la historia como la capital de los insensibles".
?Capital de los insensibles? Bien: se trata de un cabreado. Pero, con toda probabilidad, es cierto que algo se par¨® aqu¨ª. La causa principal, can¨®nica, que anotar¨¢n los manuales tendr¨¢ que ver con el trauma que han experimentado tantas otras ciudades de su clase: el paso de una ciudad industrial (la citada por Pla, que consigui¨® romper la costra lev¨ªtica) a otra de servicios. El fracaso disperso. La reacomodaci¨®n. A¨²n indecisa. El momento inquietante (pero tambi¨¦n de alto potencial creativo) en que las ciudades no saben lo que quieren de ser de mayores.
Las causas estrictamente locales. Cuando se abri¨® la democracia, con la autonom¨ªa y la organizaci¨®n del territorio, Manresa luch¨® por ser la quinta provincia. Perdi¨®. En 24 a?os de democracia municipal, la ciudad ha tenido diversos proyectos. Quiere decirse que han gobernado socialistas y convergentes. La alternancia goza de buena prensa. Es raro que las grandes ciudades catalanas, con la ¨²nica excepci¨®n de Manresa y Tarragona, hayan optado por lo contario: el f¨¦rreo sometimiento a un proyecto. Pero, en fin, no es raro, dado que el pueblo siempre, e incluso en Catalu?a, se equivoca. La alternancia, en el caso de Manresa, estuvo marcada por ciertos elementos un punto sentimentales. Cuando Cornet, el alcalde socialista, perdi¨® las elecciones por un m¨ªsero pu?ado de votos, se ech¨® a llorar en p¨²blico. Eran los a?os del hierro convergente. No era el ¨²nico socialista que lloraba. Se escribieron cr¨®nicas que explicaban c¨®mo las ancianitas nacionalistas paraban a Cornet por la calle, arrepentidas. Le dec¨ªan que era el mejor alcalde posible, pero que ellas ten¨ªan su fe inexorable. El psicodrama viaj¨® por toda Catalu?a como una ex¨®tica peripecia electoral. Pero en Manresa dej¨® huellas. Confusi¨®n. Una cierta par¨¢lisis pol¨ªtica. Tambi¨¦n sobre ese recuerdo se abate hoy el ruido de m¨¢quinas.
L¨¢grimas, no. Acci¨®n. Destrucci¨®n. La destrucci¨®n funda.
Con informaciones de Enric Badia
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