El amanecer de 'Segontia'
Un bosque lleno de fant¨¢sticas rocas recuerda c¨®mo era este rinc¨®n de Guadalajara hace 2.500 a?os
Hace 2.500 a?os, Sig¨¹enza debi¨® de ser un lugar muy parecido al que hoy vamos a recorrer: un cerro boscoso sobre el valle del alto Henares, donde la roca arenisca que aflora por doquier remite al paseante a las rojas soledades de Marte, suponiendo que en Marte hubiese cerros boscosos y paseantes. Pero en el siglo V antes de Cristo aterrizaron los celt¨ªberos, fundaron Segontia -"la que domina el valle"- y todo empez¨® a cambiar. ?Para mejor o para peor? Eso es algo que ning¨²n constructor, de los celt¨ªberos a esta parte, se ha planteado.
En la blanda arenisca, que comparada con otras rocas es como queso de Filadelfia, se han abierto desde entonces docenas de canteras y labrado miles de sillares para edificios como la catedral de Sig¨¹enza, que parece sonrojarse de su fr¨¢gil belleza.
Los primitivos bosques de roble melojo, mientras tanto, se esquilmaron para obtener madera, carb¨®n vegetal, terreno cultivable y pastos, que de ¨¦stos andaba muy necesitada la Mesta en general y, en particular, los reba?os de la Ca?ada Real Soriana, que pasa al ladito de Sig¨¹enza. Y as¨ª es como se ha llegado a esta ciudad roja rodeada de p¨¢ramos lunares.
A las afueras de Sig¨¹enza, por la parte de naciente, se encuentra la ¨²nica excepci¨®n a esta pelada regla: un pinar que fue plantado durante los siglos XVI y XVII para extraer madera y resina, y que recuerda -salvando las distancias entre el roble melojo y el pino resinero- cu¨¢n boscoso era el alto Henares hace 2.500 a?os. Nada tiene de extra?o que ¨¦ste sea el paseo habitual de los seguntinos, sobre todo si se considera que, para los nacidos en tan tur¨ªstica ciudad, contemplar sus monumentos supone muy escasa novedad, incluso un soberano aburrimiento, y de no ser por el pinar, casi preferir¨ªan quedarse en casa leyendo acostados como el Doncel.
El paseo se inicia subiendo por la calle Mayor desde la catedral al castillo, para luego seguir la que rodea ¨¦ste por la derecha y se prolonga por sus descampados arrabales hasta llegar al colegio El Bosque, en un vallejo conocido por su verdor como el Oasis. Aqu¨ª se acaba el asfalto y comienza una pista de tierra por la que se camina llevando a mano derecha el arroyo del Vado y sus choperas, y a la izquierda, rojos paredones de arenisca y solitarios pin¨¢culos, entre los que destaca, alto y fantasmal, el que llaman El Huso.
Aguas arriba, al pie del roquedo m¨¢s bello y acantilado, aparecen los primeros pinos y, como a media hora del inicio, una n¨ªtida encrucijada donde hay que vadear el arroyo para continuar ascendiendo por el camino m¨¢s pr¨®ximo a la orilla. Pronto ¨¦ste se reduce a una senda que cruza de nuevo el regato, se asoma a una gruta, cambia por ¨²ltima vez de margen y, tras rebasar la fuente del Tiemblo, desemboca en una pista forestal junto a la que se forma una lagunilla estacional orlada de sauces y ¨¢lamos. Hasta aqu¨ª, una hora sin contar paradas.
Avanzando hacia la izquierda por la pista, y doblando a esa misma mano en el primer desv¨ªo, se regresa por la parte alta del valle siguiendo un buen camino que ofrece vistas de p¨¢jaro sobre el pinar y la curiosidad de una vieja cantera en la que aparecen labrados unos ex¨®ticos caracteres, tal vez indost¨¢nicos, sin duda obra de alg¨²n moderno escultor seguntino que se aburr¨ªa en su taller. As¨ª, cumplida una hora y media de marcha, se sale a una carreterilla por la que hay que tirar a la derecha, para doblar acto seguido a la izquierda por otra v¨ªa asfaltada que lleva al cementerio de Sig¨¹enza.
Ya s¨®lo queda seguir el viejo camino que, desde la puerta del camposanto, baja escoltado por dos hileras de casta?os de indias hasta el l¨ªmite del pinar. Nada m¨¢s salir del bosque se rodea el en¨¦simo afloramiento de arenisca bermeja y la ciudad entera se descubre a la vista por sorpresa, como si poco antes no hubiese estado all¨ª; como si, en vez de dos horas, hubiese durado 2.500 a?os este paseo que concluye entrando en Sig¨¹enza por la puerta del Toril.
Acceso en coche o en tren
- D¨®nde. La ciudad de Sig¨¹enza se encuentra en el norte de la provincia de Guadalajara, a 130 kil¨®metros de Madrid. Se va por la carretera de Barcelona (N-II), desvi¨¢ndose en el kil¨®metro 104 por la CM-1101 (antigua C-204). Tambi¨¦n tiene c¨®modo acceso en tren, con siete conexiones diarias desde Madrid (Renfe, tel¨¦fono 902 24 02 02).
- Cu¨¢ndo. Primavera y oto?o son las ¨¦pocas en que se muestra m¨¢s benigno el extremoso clima de la comarca seguntina y, por tanto, resultan las mejores para dar este paseo circular de siete kil¨®metros y dos horas de duraci¨®n -sin contar paradas-, con un desnivel acumulado de 100 metros y una dificultad baja, pese a no estar se?alizado.
- Qui¨¦n. Jos¨¦ A. L¨®pez Ballesteros y Miguel A. D¨ªaz Mart¨ªnez son los autores de 15 rutas por la naturaleza de Sig¨¹enza y el Parque Natural del r¨ªo Dulce, excelente gu¨ªa editada por la librer¨ªa Rayuela (Medina, 7; Sig¨¹enza; tel¨¦fono 949 39 02 33) en la que se describen varios itinerarios a pie y en bici por el pinar de Sig¨¹enza. Puede adquirirse en librer¨ªas y quioscos de prensa de esta ciudad.
- Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: mapa 461-IV del Instituto Geogr¨¢fico Nacional, a escala 1:25.000; en su defecto, puede servir la hoja 22-18 del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, a escala 1:50.000.
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