Elecciones vascas
He tenido la impresi¨®n estas ¨²ltimas semanas de que el clima en que se van a celebrar las elecciones municipales y auton¨®micas este a?o se parece poco al clima en que se han celebrado las anteriores y en particular las ¨²ltimas del 13 de junio de 1999 que, como sin duda recordar¨¢n los lectores, se celebraron al mismo tiempo que las elecciones al Parlamento europeo. He tenido la impresi¨®n de que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar estaba adquiriendo un protagonismo en esta campa?a municipal y auton¨®mica muy superior al que tuvieron Adolfo Su¨¢rez en la de 1979 y Felipe Gonz¨¢lez en todas las que se celebraron durante sus a?os de permanencia en la presidencia del Gobierno y al que ¨¦l mismo tuvo en la campa?a de 1999.
Parecer¨ªa que casi lo ¨²nico que cuenta en estas elecciones es la ilegalizaci¨®n de Batasuna
Como la memoria es muy fr¨¢gil, he estado revisando, antes de ponerme a escribir, EL PA?S de la primera quincena del mes de junio de 1999, a fin de comprobar c¨®mo se plantearon las elecciones municipales y auton¨®micas de ese a?o y qu¨¦ papel desempe?¨® en las mismas Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Y efectivamente, la diferencia entre 1999 y 2003 desde esta perspectiva es notable. El presidente del Gobierno no fue el protagonista de la campa?a electoral. Las referencias a la participaci¨®n del presidente del Gobierno no aparec¨ªan nunca en portada e incluso lo normal es que no aparecieran ni en la primera p¨¢gina de las dedicadas a cubrir la campa?a electoral. ?nicamente en la ¨²ltima semana de la campa?a particip¨® en actos p¨²blicos y su mayor contribuci¨®n a la campa?a electoral fue, con mucha diferencia, el anuncio que hizo en esa misma semana final de la campa?a de que hab¨ªa autorizado que se establecieran contactos con ETA para explorar la posibilidad de que se alcanzara la paz.
Hubo, pues, una presencia del presidente del Gobierno y una presencia del problema de terrorismo y de la posibilidad de alcanzar la paz en el Pa¨ªs Vasco en la campa?a de las municipales y auton¨®micas de 1999, pero, ni de lejos, el protagonismo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y la presencia de ETA y Batasuna fue entonces el de la campa?a electoral en la que estamos inmersos.
Quiero decir, con ello, que nos encontramos ante unas elecciones municipales y auton¨®micas en cierta medida falsificadas, en la medida en que parecen unas elecciones vascas, en las que casi lo ¨²nico que estar¨ªa en juego es la pol¨ªtica antiterrorista. Parecer¨ªa que casi lo ¨²nico que cuenta en estas elecciones es la ilegalizaci¨®n de Batasuna, su inclusi¨®n en la lista de grupos terroristas elaborada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y la anulaci¨®n de las candidaturas presentadas por las agrupaciones de electores en las provincias vascas y en Navarra como consecuencia de las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. Estoy seguro de que no es de lo ¨²nico de lo que se est¨¢ hablando en esta campa?a electoral y que hay infinidad de actos en los que se est¨¢ hablando de los problemas de los municipios y de las comunidades aut¨®nomas, pero no lo estoy menos de que lo que est¨¢ llegando a la opini¨®n p¨²blica general del pa¨ªs es el ruido vasco que el presidente del Gobierno est¨¢ amplificando con todos los resortes de los que dispone, que son muchos.
Es lamentable que est¨¦ siendo as¨ª y que vaya a continuar siendo as¨ª hasta el final. Una vez que se ha fijado la direcci¨®n de una campa?a es casi imposible cambiarla. Los protagonistas quedan prisioneros del discurso con el que se dirigen al cuerpo electoral, especialmente cuando, como ocurre en estos tiempos, se tiene conocimiento en todas partes de lo que el presidente del Gobierno dice en cualquier sitio. Y m¨¢s todav¨ªa cuando el mensaje se transmite en los t¨¦rminos en que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar lo est¨¢ haciendo, con alusiones, como las que efectu¨® ayer s¨¢bado en Almer¨ªa, a que los tiene bien puestos y cosas por el estilo.
Esta desfiguraci¨®n de las elecciones municipales y auton¨®micas es, como digo, lamentable. El principio de legitimaci¨®n democr¨¢tica del Estado es ¨²nico, pero se expresa de forma m¨²ltiple. Todas las manifestaciones de poder tienen que tener una legitimaci¨®n democr¨¢tica. Esta es una regla que no admite excepci¨®n. Pero la forma en que la regla se expresa es diversa. No es lo mismo la expresi¨®n de la legitimidad democr¨¢tica cuando su ¨¢mbito territorial es todo el territorio del Estado que cuando es un ¨¢mbito menor, auton¨®mico y municipal. Todas ellas son necesarias para que el sistema pol¨ªtico pueda operar de manera satisfactoria.
Ahora bien, la expresi¨®n de la legitimidad democr¨¢tica es tributaria del debate pol¨ªtico que la precede. El momento de la votaci¨®n es muy importante, en la medida en que es el momento de la decisi¨®n por el cuerpo electoral de qui¨¦nes van a gobernar, pero la votaci¨®n no es un acto con sentido por s¨ª mismo, sino que lo tiene en la medida en que es la respuesta que dan los ciudadanos a la oferta personal y program¨¢tica que se les hace. La democracia es una combinaci¨®n de deliberaci¨®n y decisi¨®n, en la que tan importante es la primera como la segunda. Y es importante que la deliberaci¨®n sea general, auton¨®mica o municipal, dependiendo de que la decisi¨®n que se tenga que adoptar sea de alcance estatal, auton¨®mico o municipal. Y que los protagonistas de dicha deliberaci¨®n sean tambi¨¦n distintos. Una campa?a municipal y auton¨®mica protagonizada por el presidente del Gobierno y por el l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n desnaturaliza en cierta medida el sentido de estos procesos electorales y los convierte en algo distinto de aquello que deber¨ªan ser.
Hay demasiadas cosas que est¨¢n empezando a ir mal en nuestro sistema pol¨ªtico y la campa?a electoral de 2003 est¨¢ siendo un reflejo de ello.
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