Mercado de futuros
En Barcelona, la campa?a electoral empieza como una carrera para ver qui¨¦n es m¨¢s de izquierdas. Trias se declara socialdem¨®crata y despliega un eslogan de los tiempos del PSC-Obiols (l'opci¨® de progr¨¦s). Clos reacciona como propietario de este espacio y recuerda al candidato convergente las muchas veces que ha puesto su firma al lado del PP. La Mayol da por supuesto que la izquierda es ella. Y Portabella exhibe su fotogenia quiz¨¢ sorprendido de que, ahora que Esquerra se hab¨ªa metido en la sociedad de la imagen, le cambien el paso.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando para que candidatos tan aseados tengan de pronto un sofoc¨®n de izquierdas? ?No hab¨ªamos quedado que lo social era ineficiente y que lo que se llevaba era la competitividad, delirio de nuestro tiempo? Pasa que esta elecci¨®n barcelonesa es, por lo menos en apariencia, escasamente competitiva. Si la suerte est¨¢ tan decidida que el principal outsider -el candidato convergente- no se cansa de decirnos que aunque pierda estar¨¢ 12 a?os en el Ayuntamiento, todo lo que se diga en campa?a sale gratis. Pasa que nuestros l¨ªderes ¨²ltimamente han frecuentado las masivas manifestaciones callejeras y, poco o mucho, han comprendido que algo se mueve. Y pasa que la presencia de inmigrantes en las calles ha hecho que unos y otros detectaran unos problemas sociales que quiz¨¢ no se ve¨ªan cuando s¨®lo afectaban a algunos aut¨®ctonos, porque ¨¦stos no resultaban inquietantes para quienes tienen posibles.
Desconfiamos mucho -y tenemos razones para hacerlo- de este intelectual org¨¢nico llamado partido pol¨ªtico, pero a menudo es m¨¢s capaz de captar la realidad de lo que creemos. Quiz¨¢ el tiempo de los pol¨ªticos gestores, de pulcro vestir y pelo cuidado, que parecen perfectamente intercambiables porque se les conoce por sus inauguraciones pero no por sus ideolog¨ªas o por sus ideas, est¨¢ tocando a su fin. Quiz¨¢ la gente quiere pol¨ªticos que adem¨¢s de seguir haciendo la ciudad m¨¢s hermosa nos cuenten un relato que compartir para sentirse protegida de miedos y riesgos. Hace tiempo que parece como si el precio del ¨¦xito fuera la interrupci¨®n de las narraciones.
Los barceloneses que pueden permitirse el lujo de militar por la ciudad tienen ya suficientes recursos como para poderse pagar alg¨²n sue?o (y alguna solidaridad), y empiezan a reclamarlo a los pol¨ªticos. Trias parece haberse dado cuenta. Para su desgracia, los suyos no le aplauden el discurso social, sino el nacionalista. El de siempre. El problema es este: los partidos a menudo detectan los cambios sociales, pero son muy lentos en cambiar ellos mismos. De modo que la competencia por el progresismo de esta campa?a probablemente sea una opci¨®n de compra para dentro de cuatro a?os. Vivimos en un mercado de futuros.
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