El bosque pasa por caja
El valor de los ecosistemas forestales andaluces ronda los 21.000 millones de euros
Para la econom¨ªa lineal m¨¢s rancia, los recursos naturales no son m¨¢s que materias primas que a trav¨¦s de los correspondientes procesos de transformaci¨®n se convierten en productos que satisfacen las necesidades de los ciudadanos. Se miden, por tanto, en funci¨®n de su valor productivo.
Sin embargo, los m¨¢s recientes modelos de econom¨ªa circular tratan de corregir esta err¨®nea simplificaci¨®n incorporando variables que hasta ahora no se ten¨ªan en cuenta. De esta manera, y si tomamos como ejemplo los ecosistemas forestales, la importancia econ¨®mica de los mismos no s¨®lo se mide en funci¨®n de su valor productivo (madera, corcho, frutos o caza) sino que, adem¨¢s, hay que contemplar sus valores recreativos, ya que los ciudadanos tambi¨¦n satisfacen ciertas necesidades contemplando un paisaje o disfrutando de un determinado espacio natural.
A este balance deben incorporarse, asimismo, los valores ambientales, que comprenden, por un lado, aquellos servicios que los bosques ofrecen de forma gratuita (fijaci¨®n del anh¨ªdrido carb¨®nico, protecci¨®n y fertilizaci¨®n del suelo, regulaci¨®n h¨ªdrica) pero que suponen un importante ahorro de costes a la sociedad, y, por otro, lo que se ha dado en llamar "valor de no uso", es decir, el beneficio actual que reporta el mantener abierta la posibilidad de que, en el futuro, se le encuentre utilidad, y rendimiento econ¨®mico, a especies o espacios que ahora no tienen aprovechamiento alguno.
Cuantificar
Los bienes sin precio pueden cuantificarse sobre el principio de que valorar es expresar preferencias, y en nuestro modelo de sociedad las preferencias positivas se traducen en una disposici¨®n a pagar, de manera que el dinero se convierte, tambi¨¦n para estas variables, en una unidad capaz de medir esos valores recreativos, ambientales o de no uso.
La importancia ecol¨®gica del monte mediterr¨¢neo radica, fundamentalmente, en su papel regulador del ciclo hidrol¨®gico, de la calidad del aire y de los procesos de generaci¨®n y conservaci¨®n de suelos, cuestiones todas ellas vitales en las regiones del sur de Europa. La generaci¨®n de esos bienes y servicios indirectos que contribuyen al bienestar de la sociedad es, por ello, muy alta, y su valor, advierten los especialistas, podr¨ªa llegar a superar al de las rentas directas percibidas por sus propietarios a trav¨¦s de las explotaciones tradicionales.
Aun admitiendo que esta forma de interpretar el valor econ¨®mico de la naturaleza a¨²n debe depurarse, la Consejer¨ªa de Medio Ambiente ha hecho p¨²blico el primer estudio que trata de establecer, con una referencia monetaria, lo que nos aportan los ecosistemas forestales. Las ¨¢reas productivas cl¨¢sicas se han incorporado a este balance de manera sencilla, ya que de la mayor¨ªa de ellas existen estad¨ªsticas fiables y, as¨ª, se sabe que el valor de la madera en el conjunto de la comunidad suma algo m¨¢s de 1,2 millones de euros, la caza supera el mill¨®n y medio de euros, y el corcho aporta todos los a?os algo m¨¢s de 1,6 millones de euros. Si a estos elementos sumamos el rendimiento de las le?as, pi?ones, casta?as, pastos y recursos e¨®licos, el primer bloque de este an¨¢lisis ronda los cinco millones de euros.
M¨¢s complejo ha resultado cuantificar los valores recreativos y ambientales. En este caso se estableci¨® un ¨ªndice de calidad ambiental y, durante dos a?os, se realizaron encuestas a 2.500 personas en cada una de las ocho provincias, de tal manera que pudiera establecerse una relaci¨®n fiable entre lo que los ciudadanos estar¨ªan dispuestos a pagar por conservar o mejorar los ecosistemas forestales y el valor econ¨®mico de los mismos.
Con esta f¨®rmula se ha establecido un valor de algo m¨¢s de 3 millones de euros para las funciones recreativas asociadas a este tipo de espacios, y m¨¢s de 12 millones de euros para los servicios ambientales que prestan los bosques andaluces, en particular como "infraestructuras naturales" capaces de depurar el aire que respiramos (fijando el anh¨ªdrido carb¨®nico que se produce en todo tipo de combustiones) y tambi¨¦n como recursos de futuro, cuyo "no uso" garantiza el mantenimiento de nuestra calidad de vida.
En total, la valoraci¨®n econ¨®mica de los ecosistemas forestales andaluces ronda los 21.000 millones de euros, lo que supone una cifra cercana al presupuesto anual andaluz. Por provincias destaca Huelva, donde el valor econ¨®mico total de este tipo de espacios naturales rebasa los 4.000 millones de euros, y el liderazgo en este caso se mantiene tanto en los elementos productivos, como en los recreativos y ambientales. Le siguen Ja¨¦n (3.100 millones) y C¨®rdoba (2.800 millones), coloc¨¢ndose en los ¨²ltimos puestos Almer¨ªa (1.800 millones) y M¨¢laga (1.200 millones).
Comentarios y sugerencias a prop¨®sito de Cr¨®nica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
Midiendo la biodiversidad
Aunque se haya presentado como un estudio pionero, el an¨¢lisis del valor econ¨®mico de los ecosistemas forestales andaluces no es el primero en nuestro pa¨ªs. En 1999 el Gobierno de Navarra public¨® un trabajo similar, otorgando a la biodiversidad de esta comunidad un valor cercano a los 78 millones de euros. En este caso, adem¨¢s, se obtuvo la denominada "disposici¨®n de pagar media" (DAP), es decir, la cantidad de dinero que cada navarro adulto estar¨ªa dispuesto a aportar, cada a?o, para contribuir al mantenimiento y conservaci¨®n de la biodiversidad. La cifra que se atribuy¨® a este concepto fue de unos 80 euros.
Lo cierto es que, como se?alan los especialistas, la econom¨ªa ambiental est¨¢ a¨²n lejos de poder medir todas las rentas que proporciona la naturaleza. El modelo de encuestas con el que se obtiene la "disposici¨®n a pagar" es incompleto, advierte Pablo Campos, del Instituto de Econom¨ªa y Geograf¨ªa del CSIC: "Parece que el p¨²blico no puede tener en este caso la ¨²ltima palabra y que, por tanto, la conservaci¨®n de la biodiversidad tendr¨¢ que desarrollarse en una interfase entre valores econ¨®micos, basados en el comportamiento de los ciudadanos, y biol¨®gicos, no basados, por tanto, en las preferencias del p¨²blico".
De lo que no hay duda es de que se necesita un modelo de an¨¢lisis riguroso, ya que, precisa Campos, "el gasto p¨²blico que los gobiernos destinan al monte mediterr¨¢neo se ejecuta sin el conocimiento cuantificado de los efectos econ¨®micos del gasto". Y por este motivo, las diferentes administraciones suelen exaltar la conservaci¨®n "sin uso activo" o, lo que es peor, consideran los aprovechamientos y usos como algo da?ino, generando lo que este experto denomina "laberinto de normativas".
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