La est¨¦tica y el sufrimiento
Esgrimen los italianos para inmunizarse del virus del catenaccio que el verdadero placer est¨¢ en el sufrimiento, no en el juego. El gozo est¨¢ en la angustia, replican los cronistas del calcio para sofocar las cr¨ªticas vertidas desde Espa?a, un pa¨ªs, como sostiene Ancelotti, t¨¦cnico del Milan, con "excesivo gusto por la est¨¦tica". Y que dure, porque incluso los tifosi lo saben apreciar cuando tienen una raci¨®n de buen gusto, caso de ayer, cuando en pleno meneo al campe¨®n de Europa, Del Piero bail¨® sobre la pelota y anud¨® la cintura de Hierro. Con la hinchada local alborotada por las filigranas de su capit¨¢n, hasta Davids, el mast¨ªn de los juventinos, se anim¨® a la fiesta como si fuera Nureyev. Cierto que el resultado, con el Juventus en clara ventaja, propiciaba las serpentinas de Delle Alpi, pero sobran pruebas de la mezquindad del f¨²tbol italiano en situaciones semejantes.
Ayer, no. Al menos en el primer tiempo, cuando salvo un arrebato tras el primer gol, el Juventus no fue el equipo cicatero que rehus¨® enterrar al Madrid en la ida. Davids y Tachinardi, ausentes en Chamart¨ªn, le dieron un plus enorme. Ambos barrieron a Flavio y Cambiasso con un encomiable arte defensivo -cualidad que bien dosificada y armonizada tambi¨¦n resulta est¨¦tica- y cierta destreza para dar curso al juego. A partir de ah¨ª, el Juventus encontr¨® a los primeros actores y sell¨® dos goles bell¨ªsimos cuando se juntaron los buenos, aquellos que marcan las diferencias, en Italia y en la Conchinchina. Trezeguet, Del Piero y Nedved fumigaron al Madrid y, de paso, pusieron en evidencia a Hierro, que sufri¨® como nunca. El peso en el juego que tuvieron los tres jinetes juventinos result¨® decisivo. Lo contrario que en la ida, cuando el franc¨¦s caz¨® un churro y sus dos compa?eros dimitieron engullidos por el feo gui¨®n de su equipo.
Anoche, atendiendo al juego y a todos sus detalles, no s¨®lo a las trincheras, el Juventus empin¨® con ma?a la eliminatoria. El primer tramo le marc¨® el camino: firmeza sin la pelota e imaginaci¨®n y atrevimiento con ella. Pues nada. Se abri¨® el segundo curso y la escuadra juventina se cambi¨® de traje. Meti¨® la marcha atr¨¢s, descuid¨® el bal¨®n y encendi¨® la mecha genuinamente italiana. Entonces Delle Alpi se puso a tiritar, a gozar de otra forma, dicen los gur¨²s del calcio. Con la garganta seca, la Juve fue la Juve. Para el nuevo viaje por la orilla del infierno se encomend¨® a Buffon, otra de sus joyas, que fren¨® en seco al Madrid al frustrar a Figo en esa suerte del f¨²tbol en la que el verdugo puede convertirse en v¨ªctima, como le ocurri¨® al portugu¨¦s.
Cuando todo apuntaba a la remontada blanca por el nuevo andamiaje juventino, emergi¨® otra vez uno de los grandes, Nedved, que esfum¨® definitivamente el sue?o de la d¨¦cima. Otra lecci¨®n para el calcio: por la v¨ªa del checo y el m¨¦todo del primer trecho, la Juve gan¨® la partida; por la v¨ªa de Buffon, casi lo pierde. Eso s¨ª, los italianos tuvieron doble placer: el del buen juego y el del sufrimiento. No siempre ambos son necesarios. A veces basta con el primero, aunque el f¨²tbol que ha dominado esta Champions mantenga que los resultados todo lo justifican. Ahora dif¨ªcilmente revisar¨¢ su manual.
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