Espa?a y Cuba
El otro d¨ªa, el embajador M¨¢ximo Cajal public¨® un comentario (muy sabroso) sobre el futuro de Cuba, haciendo un parang¨®n entre la muerte de Franco y la presumible desaparici¨®n de Fidel Castro. Como fui el primer embajador nombrado despu¨¦s de la expulsi¨®n del embajador Juan Pablo Lojendio, en 1959 y la falta de sucesor durante 16 a?os, me considero capacitado a ilustrar a sus lectores con este comentario relativo a mis cinco a?os de puesto en Cuba.
Cuando me recibi¨® Franco, en junio de 1959 en El Pardo, me recomend¨® muy extremadamente que mantuviera buenas relaciones con Castro, aunque "lo malo es que ahora quiera venir" (sic).
En efecto, cumpl¨ª sus recomendaciones durante mi demorado mandato, lo que me fue facilitado por el respeto que siempre encontr¨¦ en Fidel hacia Franco, el cual a su vez trat¨® al r¨¦gimen cubano muy favorablemente frente a la oposici¨®n de Estados Unidos, tanto en el mantenimiento de las comunicaciones a¨¦reas y mar¨ªtimas sin interrupci¨®n alguna, frente al embargo, como dando facilidades comerciales y financieras. A la muerte de Franco, Fidel decret¨® cinco d¨ªas de luto y ¨¦stos se cumplieron como todo en Cuba, con las banderas a media asta en todos los edificios oficiales.
Mantuve buenas relaciones con Carlos Rafael Rodr¨ªguez, vicepresidente; con el gallego Fern¨¢ndez, ministro de Educaci¨®n, luego vicepresidente; con Celia S¨¢nchez; con Hayd¨¦e Santamar¨ªa, directora de la Casa de las Am¨¦ricas, y dediqu¨¦ grandes esfuerzos a mantener vivas las colonias espa?olas y sus sedes.
En mi etapa visitaron oficialmente el pa¨ªs el presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez, y mi ministro, Marcelino Oreja; numerosos banqueros e industriales cuyas actividades se afincaron en Cuba. Se capearon, como se pudo, los leoninos acuerdos sobre el az¨²car y se vendieron cientos de millones en obras civiles, m¨¢quinas y autobuses. El Gobierno cubano cumpli¨® los pagos mediante acuerdos que se fueron pactando y el pa¨ªs nos dej¨® a mi mujer y a m¨ª un inolvidable recuerdo.
Ahora bien, de ah¨ª a proponer que Fidel abandone el poder, convoque elecciones y se avenga a acompa?ar a sus paisanos en Galicia va un buen trozo. Sinceramente, creo que las recientes sentencias de muerte y las prisiones de opositores han debilitado al r¨¦gimen en el orden interno especialmente.
Ello no va a suponer un cambio radical, pero s¨ª quiz¨¢s la aparici¨®n de un "asociacionismo" como el que surgi¨® en Espa?a al final del r¨¦gimen anterior, lo que suavizar¨ªa el inevitable vac¨ªo que acarrear¨¢ la muerte de Fidel.
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