La pantera verde
Corren rumores de que por las laderas de varios montes y valles, localizados en el mapa de nuestras entra?as terrestres, corre una pantera verde fugitiva, huyendo siempre de la compa?¨ªa humana y de los flases de los fot¨®grafos, verde como la hierba para esconderse de los objetivos, y con los ojos de alm¨ªbar cerrados para que no se la localice en la oscuridad. Aunque ha sido fotografiada varias veces, su silueta se confunde tanto con el entorno que se dir¨ªa que en su l¨ªnea geneal¨®gica se col¨® un camale¨®n. Tambi¨¦n llamada Quimera por algunos, la pantera no come de los cebos, ni pisa en el barro h¨²medo, ni ruge a la luna cuando se pone llena. El alcance de sus dominios no ha sido desvelado, aunque los perros intenten revelarlo con ladridos desaforados en las noches de brisa.
Otros aseguran que han visto a la pantera en los bares. Seg¨²n los m¨¢s enterados, vest¨ªa una gabardina vieja y un sombrero ra¨ªdo, y beb¨ªa de un vaso sin fondo. Dicen que la reconocieron por un ronroneo de placer que acompa?aba a cada sorbo, y que de los bajos de su gabardina sali¨® por sorpresa una cola, que se mov¨ªa como una cobra de anteojos. No obstante, todos coinciden en afirmar que era una pantera normal, aunque tal vez estuviese ahogando penas como todo el mundo. Eso s¨ª, juran que cuando termin¨® la consumici¨®n y sali¨® a la calle, se vio caer la gabardina en el reflejo plateado del asfalto mojado, y una figura felina salt¨® de dentro como por ensalmo, echando a correr a toda velocidad y desapareciendo en los montes cercanos. Cuando le preguntaron por el suceso, el camarero se quej¨® de que la pantera se hab¨ªa marchado sin pagar.
Algunos dicen haber sentido a la pantera debajo de sus camas los d¨ªas de mucho fr¨ªo. Aseguran que si hubieran sacado un pie de las mantas, la pantera, de un zarpazo, se lo habr¨ªa arrancado. Incluso se empe?an en sostener que la pantera ronca, y que no hay manera de dormir cuando el colch¨®n se mueve con una respiraci¨®n ajena. Los m¨¢s realistas, simplemente se limitan a afirmar que no es f¨¢cil dormir con una pantera, porque al final acaba acaparando todo el sitio y uno cae al suelo con estr¨¦pito y mal despertar. Los expertos en la materia se obstinan en repetir una y otra vez que una pantera, y menos verde, no duerme con cualquiera, aunque todav¨ªa est¨¦n por ver los efectos que ha tenido en su comportamiento una compa?¨ªa tan cercana, y a la vez tan distante, de los seres humanos.
La misteriosa ubicuidad de la pantera ha atra¨ªdo a los m¨ªsticos cazadores, que ven en ella una representaci¨®n de la suerte o la fortuna. Muchos de ellos han acudido a los bosques y los llanos, armados de fusiles, la mayor¨ªa con balas reales, y los menos con dardos adormecedores. A¨²n esperan a la pantera verde que prob¨® el veneno de la proximidad humana, sin comprender que puede estar, ahora mismo, tom¨¢ndose un txikito, disfrazada de nadie, en un bar de alguna peque?a localidad costera. O que quiz¨¢s haya encontrado una cama debajo de la cual pasar la noche, una noche nada m¨¢s.
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