Fernando Baeza Martos, un hombre sabio y bueno
El pasado viernes, 9 de mayo, tuvo lugar un acto en el que se record¨®, como homenaje p¨®stumo, la figura de Fernando Baeza Martos. Intervinieron Fernando Mor¨¢n, Fernando ?lvarez de Miranda y Mario Salvatierra, as¨ª como otros muchos amigos. En esta evocaci¨®n emocionada se recalc¨®, una vez m¨¢s, la singularidad de su polifac¨¦tica personalidad, tan rica, tanto intelectual como humana. Por una serie de circunstancias me fue imposible asistir a ese acto, pese a que mi fraterna amistad con Fernando se remonta a los ya lejanos tiempos de nuestra estancia en Buenos Aires, en los a?os cuarenta.
Con su desaparici¨®n f¨ªsica quedaron hu¨¦rfanos de di¨¢logo mis m¨¢s caros recuerdos de una ¨¦poca en que, junto con los hijos y los nietos de los exiliados espa?oles del gran drama de nuestro pa¨ªs, so?¨¢bamos pensando en nuestra lejana tierra, sometida a la dura e inexorable justicia de los triunfadores de tan triste contienda. All¨ª, en nuestras apasionadas reuniones, evoc¨¢bamos, a trav¨¦s de Machado, de Miguel Hern¨¢ndez, de los poetas en el exilio o muertos en la hecatombe, a una Espa?a que nos dol¨ªa y a?or¨¢bamos en lo m¨¢s profundo de nuestro ser.
En la avenida de Mayo, al amparo de la Casa de la Troya, nos reun¨ªamos con los restos de aquel gran naufragio y escuch¨¢bamos asombrados las historias y los cantos de los que hab¨ªan sido testigos y actores directos en los frentes de batalla, y en especial de aquel m¨ªtico Quinto Regimiento de L¨ªster, Gal¨¢n y Modesto. Y nuestras tertulias y nuestras nostalgias estaban presididas por los murales de excepcionales artistas del ¨¦xodo, y, entre ellos, los de Maruja Mallo o de Castelao, este ¨²ltimo en uno que representaba a dos lugare?os gallegos, sentados alrededor de una mesa con dos tazas de vino de Ribeiro, y con una leyenda abajo que dec¨ªa, m¨¢s o menos: "Eu bebo para afogar as penas, pero as condenadas flotan". Y as¨ª les ocurr¨ªa a los contertulios, la inmensa mayor¨ªa exiliados: hablaban y hablaban; pero la nostalgia, la saudade del pa¨ªs perdido, afloraba en sus labios y sal¨ªa a borbotones de sus corazones.
Y all¨ª, todas las noches, me reun¨ªa con Fernando, que nos transmit¨ªa, al calor del recitado, el amor y la admiraci¨®n por Machado y por Hern¨¢ndez, en quienes concentr¨¢bamos nuestras evocaciones ilusionadas de un retorno a un maravilloso pa¨ªs en el que reinara la libertad, la paz y la solidaridad.
En aquella inolvidable Casa de la Troya trat¨¢bamos a los m¨¢s notorios exiliados. Su lista ser¨ªa interminable, y en ella se mezclaban los pol¨ªticos, escritores, c¨®micos, profesionales ilustres y otros muchos. La evocaci¨®n de ¨¦stos me llena de nostalgia y de inmenso desconsuelo, pues est¨¢ indisolublemente unida a la fraterna amistad que desde un primer momento me uni¨® a Fernando. Amistad que estaba por encima de cualquier diferencia ideol¨®gica, pues ambos coincid¨ªamos en que la amistad era algo m¨¢s que el impulso del coraz¨®n, era el de dos almas que gravitan en esa maravillosa esfera que conforma la verdadera civilizaci¨®n y cultura.
Hijo de un escritor de sensibilidad excepcional como fue Ricardo Baeza, con quien tuve la inmensa suerte de trabajar, y que fue decisivo en mi formaci¨®n intelectual, Fernando hered¨® su inmensa capacidad para el conocimiento literario. Desde un principio asombraba por la variedad, precisi¨®n y profundidad con que se refer¨ªa a sus innumerables lecturas. Ten¨ªa una facilidad incre¨ªble para efectuar s¨ªntesis brillantes sobre los temas que trat¨¢bamos.
Entre los recuerdos que afloran a mi entristecida memoria figura nuestra presencia en una reuni¨®n hist¨®rica que tuvo lugar en casa de su padre, en la que participaron los representantes de la flor y nata del exilio y, entre ellos, el general Rojo, Mariano G¨®mez, ex presidente del Tribunal Supremo, el gran dramaturgo Jacinto Grau, Mariano Perla, un periodista excepcional, Clemente Cimorra, creo que Alejandro Casona y, si mal no recuerdo, Jim¨¦nez de As¨²a. De esa reuni¨®n sali¨®, por primera vez, la hermosa calificaci¨®n del exilio como la Espa?a Peregrina, y la idea de publicar una revista de la que vieron la luz algunos n¨²meros titulada Pensamiento Espa?ol, del que conservaba una colecci¨®n el hijo del general Rojo, Vicente, m¨¦dico ilustre fallecido hace unos a?os y contertulio nuestro junto a sus hermanos hasta que viajaron a Bolivia, cuyo ej¨¦rcito contrat¨® como asesor a su padre.
Como dato curioso y que refleja la amistad que nos un¨ªa, cabe se?alar que, cuando mi padre, diplom¨¢tico exiliado en Par¨ªs, desempe?¨® el cargo de subsecretario de Asuntos Exteriores con el Gobierno de Giral y fue nombrado embajador en Praga, nos extendi¨® a Fernando y a m¨ª sendos pasaportes diplom¨¢ticos, como secretario de la Embajada de la Rep¨²blica en el exilio en aquel pa¨ªs. Todav¨ªa conservo yo el ejemplar de ese especial¨ªsimo pasaporte.
Luego, Fernando viaj¨® a M¨¦xico y, posteriormente, al poco tiempo de mi llegada de Buenos Aires, vino a Espa?a, donde reanudamos nuestra amistad vi¨¦ndonos casi a diario y siempre por las noches en el Caf¨¦ Gij¨®n. En esa ¨¦poca Fernando estableci¨® contactos con la oposici¨®n, inclin¨¢ndose hacia la militancia socialista, pero manteniendo siempre esa inalterable l¨ªnea, que fue la maestra de su vida, de dialogar y aceptar todas las posiciones que fueran constructivas y equilibradas. Siempre su actuaci¨®n estuvo presidida por la raz¨®n y la inteligencia. Su incursi¨®n en la industria editorial produjo obras de excepcional valor y novedad.
Como senador y posteriormente como embajador de Espa?a, junto a Mary, su entra?able compa?era de todas las horas, y de sus hijos, desarroll¨® una brillante labor en la que dej¨® un recuerdo permanente.
Fernando pas¨® por la vida dejando una hermosa huella de inteligencia y bondad de coraz¨®n y de sabidur¨ªa bien asimilada. Todo ello dominado por un sentido del humor y de las buenas maneras, que en todo momento represent¨® un ejemplo de lo que ha sido la existencia de un prototipo humano muy especial que atraves¨® los procelosos procesos que vivi¨® Espa?a en un siglo tan singular como fue el XX. Por ello su recuerdo y homenaje del pasado viernes y al que yo me uno con estas l¨ªneas, constituye todo un s¨ªmbolo, para un ser excepcional cuya amistad me enriqueci¨® de tal manera que su desaparici¨®n constituye un tremendo salto a la soledad para todos; y eran muchos los que le quer¨ªan y admiraban. Y una gran p¨¦rdida para ese acervo de personalidades ilustres que conformaron la gran historia de nuestro pa¨ªs en aquel siglo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.