Preguntas sobre el viaje del Papa a Espa?a
Mucho me temo que el ba?o de masas en el que se vio envuelto el Papa en su reciente visita a Espa?a haya ofrecido una imagen id¨ªlica de la Iglesia cat¨®lica, que dista bastante, a mi juicio, de la Iglesia "realmente existente", tal como la percibe un importante sector de la opini¨®n p¨²blica y no pocos cristianos. La primera impresi¨®n es que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica ha podido utilizar el viaje papal para lavar su imagen negativa, as¨ª como la de algunas instituciones cat¨®licas, por algunas de sus actuaciones poco ejemplares, como Gescartera, las inversiones de algunas di¨®cesis en para¨ªsos fiscales, los reiterados despidos de profesores de religi¨®n de colegios p¨²blicos, que vienen a transgredir la legislaci¨®n laboral, las declaraciones todas de Derechos Humanos e incluso la propia Constituci¨®n Espa?ola, y la falta de fuerza cr¨ªtico-prof¨¦tica en la sociedad.
El viaje del Papa no ha servido, por tanto, para una revisi¨®n cr¨ªtica de la Iglesia, sino para legitimar a los obispos espa?oles, a quienes puede aplicarse lo que afirmara Georges Bernanos, sobre todo contemplando la fotograf¨ªa del Papa agarrado a la cruz: "Los cristianos son capaces de instalarse c¨®modamente incluso bajo la cruz de Cristo". La visita ha ratificado opciones que cre¨ªamos superadas. Y lo ha hecho con gran ¨¦xito, superando todas las expectativas y previsiones. Los organizadores del viaje optaron desde el principio por un cristianismo de masas, m¨¢s parecido al de la cristiandad de los a?os cincuenta que al del Concilio Vaticano II. Pero, ?no es el grano de mostaza la imagen del reino de Dios?
El programa del viaje respond¨ªa a un cristianismo m¨¢s cercano al nacionalcatolicismo que al Estado no confesional de la Constituci¨®n Espa?ola. Pareciera que la religi¨®n cat¨®lica volv¨ªa a ser la religi¨®n oficial del Estado. De nuevo la alianza entre el trono y el altar. As¨ª lo demostr¨® la omnipresencia de las m¨¢ximas autoridades del Estado durante toda la visita: jefe del Estado, jefe de Gobierno y ministros, presidentes del Congreso y Senado, autoridades municipales y auton¨®micas de la Comunidad de Madrid. Una presencia no s¨®lo en el recibimiento y la despedida, que puede entenderse por razones de protocolo, sino por doquier: recepciones privadas al Rey y al presidente del Gobierno con sus respectivas familias y sus correspondientes sesiones de fotos que han podido verse en la prensa del coraz¨®n. Las autoridades no se mezclaron con el resto de los fieles en la misa multitudinaria de la plaza de Col¨®n, sino que ocuparon lugares destacados y bien visibles. ?D¨®nde queda la separaci¨®n Iglesia-Estado? ?Reciben el mismo trato el Dalai Lama y otros l¨ªderes religiosos cuando visitan Espa?a? Tampoco lo buscan.
Yo creo que ¨¦ste ha sido uno de los viajes papales de mayor significaci¨®n pol¨ªtica, tanto en los gestos como en el contenido de los discursos, donde no ha aparecido una sola cr¨ªtica al Gobierno por actuaciones que ¨¦tica y evang¨¦licamente son condenables. Tambi¨¦n en esto la c¨²pula de la Conferencia Episcopal ha logrado su prop¨®sito. Pero, ?es compatible este neo-nacionalcatolicismo con la autonom¨ªa de las realidades temporales defendida por el Concilio Vaticano II?
La fuerte carga pol¨ªtica de la visita ya se dej¨® sentir con la exclusi¨®n del entorno del Papa de determinados l¨ªderes pol¨ªticos, algunos cristianos confesos y convictos que hab¨ªan solicitado entrevistarse con ¨¦l. ?Por qu¨¦ unos l¨ªderes pol¨ªticos s¨ª y otros no? ?Es casual que fueran excluidos los l¨ªderes nacionalistas? ?Respondi¨® a la falta de tiempo, como explic¨® el arzobispo de Toledo? ?O estaba en una sinton¨ªa calculada con la condena que har¨ªa el Papa de los nacionalismos exacerbados, coincidiendo con el ideario pol¨ªtico del Partido Popular y con el ¨²ltimo documento de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo?
Los discursos del Papa y la respuesta de un amplio sector de los asistentes a los actos masivos se decantaron por un cristianismo devocional centrado en la figura de Mar¨ªa, sin apenas referencias al seguimiento de Jes¨²s de Nazaret. ?Alguien puede seguir creyendo que el rezo del santo rosario es un signo de vitalidad de la fe cristiana?
Se opt¨® por un cristianismo cr¨¦dulo, m¨¢s que cr¨ªtico, con un alto grado de culto a la personalidad, que en algunos momentos desemboc¨® en "papolatr¨ªa". Parec¨ªa que retroced¨ªamos al siglo XIX, momento en que el culto a la personalidad del Papa lleg¨® a su zenit con P¨ªo IX (1846-1878), el ¨²ltimo papa rey. ?Tiene algo que ver ese culto a la personalidad del Papa con el mensaje de Jes¨²s que ordena expresamente no llamar padre a nadie, salvo al "Padre del cielo"?
En la organizaci¨®n de la visita se apost¨® por el cristianismo de los nuevos movimientos eclesiales, de hondo contenido espiritualista y casi nulo compromiso social y pol¨ªtico de signo liberador, y se arrincon¨® el cristianismo vivido en el seno de las comunidades de base. La organizaci¨®n del viaje estuvo en manos de esos movimientos, y el viaje constituy¨® un espaldarazo a los mismos. Pero, ?es ¨¦se el cristianismo que mejor puede responder a las preguntas e inquietudes de nuestro tiempo?
Si de los gestos y del espect¨¢culo pasamos a los mensajes, la primera impresi¨®n que uno tiene es que estaban pactados. Apenas apreci¨¦ en ellos la libertad del evangelio. Quienes esperaban que el Papa se saliera del gui¨®n, quedaron defraudados. Se sali¨® dos veces, es verdad, pero en aspectos anecd¨®ticos para recordar su edad cuando le llamaban "Papa joven" y para ratificar la buena acogida que se le prestaba en Espa?a cuando la gente coreaba: "Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo".
No invit¨® a los obispos a respetar el pluralismo teol¨®gico y eclesial, aunque s¨ª lo insinu¨® cuando dijo que "las ideas no se imponen, sino que se proponen". Y los te¨®logos, sobre todo los sometidos a censura, tomamos buena nota de ello. Pero mucho me temo que los obispos no cre¨ªan que iba con ellos y seguir¨¢n en sus trece, condenando a los te¨®logos y las te¨®logas que dialogan con la cultura moderna y optan por los pobres.
Tampoco apareci¨® por ninguna parte el di¨¢logo interreligioso. El Papa llam¨® a custodiar y renovar con orgullo la identidad cat¨®lica de Espa?a y a defender sus ra¨ªces cristianas. Los redactores de los discursos se olvidaron de que Espa?a tiene otras ra¨ªces e identidades, adem¨¢s de la cristiana: jud¨ªa, musulmana, renacentista, ilustrada, etc¨¦tera. ?Una sociedad de identidad cat¨®lica y con ra¨ªces s¨®lo cristianas no hace casi imposible el di¨¢logo interreligioso multilateral?
Se volvi¨® a la vieja imagen de Espa?a como reserva espiritual de Occidente, desconociendo el positivo proceso de secularizaci¨®n que se ha producido durante los ¨²ltimos treinta a?os en nuestro pa¨ªs, que ha permitido alumbrar una sociedad y un Estado cultural y religiosamente plurales. ?Por qu¨¦ oponer cristianismo y secularizaci¨®n, y considerar a ¨¦sta como uno de los graves peligros para la fe, cuando el cristianismo se encuentra en el origen del proceso de secularizaci¨®n de las sociedades occidentales?
Los obispos espa?oles optaron por cristianismo amn¨¦sico, sin memoria hist¨®rica. El viaje hubiera sido el momento oportuno para saldar una deuda que la Iglesia cat¨®lica tiene con las v¨ªctimas de la Guerra Civil espa?ola por su apoyo a los sublevados contra el Gobierno leg¨ªtimo de la Rep¨²blica y su posterior legitimaci¨®n de la dictadura de Franco casi hasta el final. Muchos esper¨¢bamos que fuera el Papa el que pidiera perd¨®n en nombre de la Iglesia cat¨®lica espa?ola. ?Perdonar y perd¨®n no son dos virtudes fundamentales del cristianismo? ?Por qu¨¦ esa resistencia a ponerlas en pr¨¢ctica?
En los discursos no hubo ni la m¨¢s leve cr¨ªtica a Aznar por su apoyo a la guerra contra Irak. Se prefiri¨® tender un velo de silencio sobre una guerra injusta, ilegal e ileg¨ªtima, que el Papa hab¨ªa condenado con tonos muy duros. Esta vez todo qued¨® en una defensa gen¨¦rica de la paz. Se dir¨¢: al buen entendedor, pocas palabras le faltan. Pero Aznar no se ha dado por enterado; m¨¢s bien, se ha ratificado en su postura. ?Por qu¨¦ Juan Pablo II estuvo tan contundente en la condena del ataque al pueblo iraqu¨ª en el Vaticano y tan comedido en Espa?a? ?Hubo censura del Gobierno espa?ol?
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacur¨ªa, de la Universidad Carlos III de Madrid.
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