El plebiscito
AZNAR EST? planteando las elecciones municipales y auton¨®micas como un plebiscito. El presidente ha hecho todos los aspavientos necesarios para que el protagonismo de campa?a recaiga sobre ¨¦l y sobre sus temas favoritos. A la cabeza de ellos, la pol¨ªtica antiterrorista (que se llama lucha cuando se trata del Pa¨ªs Vasco y guerra cuando se trata del mundo en general) permite englobar todo el presente de la acci¨®n pol¨ªtica de Aznar en la medida en que, seg¨²n el presidente, todos los terrorismos son iguales desde Euskadi hasta Arabia Saud¨ª.
En un pol¨ªtico como Aznar, que juega a confundir permanentemente lo p¨²blico y lo privado, es dif¨ªcil saber qu¨¦ hay en su estrategia de inter¨¦s general, de inter¨¦s partidario y de inter¨¦s personal, aunque todo parece confirmar que lo segundo y lo tercero cuentan m¨¢s que lo primero. ?Por qu¨¦ asumir todo el protagonismo de unas elecciones en las que, al fin y al cabo, Aznar s¨®lo se presenta como ¨²ltimo de la lista de Bilbao?
Puede que Aznar se sienta en deuda con su partido por el mal trago que le ha hecho pasar con su apuesta incondicional por el belicismo de George Bush. La resignada sumisi¨®n con la que dirigentes y militantes del PP le han seguido en su delirio bien merece un esfuerzo compensatorio. Y Aznar se lo est¨¢ dando para que los suyos se sientan gratificados, pero tambi¨¦n porque monopolizando la campa?a sigue condenando a la sombra a los eventuales candidatos a su sustituci¨®n. ?Alg¨²n d¨ªa dejar¨¢ que se emancipen?
Aznar ha planteado estas elecciones como la gira de despedida, buscando el plebiscito final de su carrera. Despu¨¦s, all¨ª se las compongan los aspirantes a sucederle. Su mensaje impl¨ªcito al electorado podr¨ªa formularse as¨ª: s¨¦ que est¨¢is cabreados conmigo, pero, puesto que me voy, dadme una ¨²ltima alegr¨ªa.
En fin, es indudable que Aznar, con su omnipresencia, pretende blanquear la guerra. Si los resultados del PP son aceptables, los presentar¨¢ como un reconocimiento a su pol¨ªtica atlantista. Pasado el ruido de las bombas, el pueblo sano habr¨ªa recuperado el buen sentido. Si los resultados son malos, el presidente est¨¢ de salida; otros apechugar¨¢n con las consecuencias. Poniendo toda su energ¨ªa en la batalla, nadie le podr¨¢ decir que no ha hecho por el partido todo lo que ha podido.
Si la campa?a es el carrusel de despedida de Aznar, el ciudadano debe empezar a hacer balance. Lo peor del aznarismo ha sido el desprecio absoluto por las instituciones, que se ha agravado con el tiempo, pero se vio desde el primer d¨ªa. Del Parlamento al Poder Judicial, de la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores al Tribunal de la Competencia, de Telef¨®nica a TVE, de las autonom¨ªas a los municipios, cualquier instituci¨®n para Aznar tiene un papel estrictamente instrumental al servicio del Gobierno del PP. Y el que no lo acepte as¨ª, sobra. ?sta es la clave de la degradaci¨®n del sistema democr¨¢tico durante el periodo de gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Con lo cual hay que reconocer que la trayectoria del presidente es de una impecable coherencia: se empieza violentando la legalidad para controlar todas las instituciones del Estado y se acaba participando en una operaci¨®n de derribo de la legalidad internacional. Como consecuencia de ello, Aznar se presenta a la hora del despido con el m¨¦rito de haber roto el consenso espa?ol en pol¨ªtica internacional. En un pa¨ªs en que el 62% de los ciudadanos pensaba, ya antes de la guerra, que Europa deber¨ªa ser m¨¢s independiente de Estados Unidos, Aznar se pone bajo la protecci¨®n de Bush. Y ahora pide a los ciudadanos un aplauso. No es la humildad su mejor virtud.
Queda en el haber de Aznar haber colocado a ETA en la peor situaci¨®n de su historia, tanto desde el punto de vista militar como pol¨ªtico y social. Pero este m¨¦rito se desdibuja al no ser capaz de crear las condiciones pol¨ªticas para que esta debilidad se convierta en fin definitivo de la violencia. La acci¨®n policial contra ETA ha ido acompa?ada de una lucha ideol¨®gica frontal contra el conjunto del nacionalismo. Con lo cual ha sido imposible crear el punto de encuentro necesario con el PNV para dar la ¨²ltima vuelta de tuerca al terrorismo. ?No pueden o no quieren dar el ¨²ltimo paso? El uso electoral que ambos hacen del terrorismo da p¨¢bulo a todo tipo de sospechas.
Si las elecciones del pr¨®ximo domingo son un plebiscito, que Aznar asuma las consecuencias. Si pierde, que no eche las culpas a los alcaldes. Fue ¨¦l quien les meti¨® en la guerra.
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