El mimo que captur¨® un 'panzer'
Fui a ver al gran mimo a fin de que me revelara los secretos de su t¨¦cnica y acab¨® explic¨¢ndome c¨®mo captur¨® un tanque nazi. Para que luego digan que eso del mimo es cosa de tristes y pusil¨¢nimes.
Marcel Marceau (Estrasburgo, 1923), que ofrecer¨¢ a partir del martes con su compa?¨ªa una tanda de actuaciones en el T¨ªvoli de Barcelona, me recibi¨® lleno de energ¨ªa y con una suerte de feroz cordialidad.
Quise plantearle de entrada al ilustre artista una honda reflexi¨®n sobre los cuerpos que me hab¨ªa suscitado el hallazgo reciente en un camino de monta?a de los restos de dos sapos atropellados por un 4 x 4 durante el acto de aparearse. Estaban laminados, uno sobre otro, y compon¨ªan una imagen perfecta de las intimidades y los peligros del amor. Cuando recog¨ª con dos dedos las siluetas entrelazadas y mientras admiraba su apergaminada semejanza con los viejos dibujos naturalistas de Aldrovandus, el sol apareci¨® por detr¨¢s de una nube y proyect¨® sobre el suelo la sombra de los dos desgraciados amantes anuros, insufl¨¢ndoles una suerte de animaci¨®n p¨®stuma. No se por qu¨¦ aquella imagen me condujo a recordar mis viejos tiempos de estudiante de mimo con el maestro Leparski y las largas horas en mallas que dediqu¨¦ a aprender la extra?a alquimia que transforma el gesto en vida y vuelve visible lo invisible.
El gran maestro Marcel Marceau, que act¨²a pr¨®ximamente en Barcelona, fue miembro de la Resistencia y salv¨® a ni?os jud¨ªos
Como es l¨®gico todo esto no se lo expliqu¨¦ a Marcel Marceau, sino que fui directamente al final y le dije si pod¨ªa sintetizarme los principios de la gram¨¢tica del mimo. Suspir¨® y se entreg¨® a una larga y documentad¨ªsima disertaci¨®n que arrancando del perdido mimo de los griegos y romanos y pasando por la Comedia del Arte, Pierrot, el maestro Decroux y otros, llevaba hasta ¨¦l mismo y su gran personaje Bip -el del sombrero de copa con la flor roja, la cara pintada de blanco y la camiseta de rayas-, que cre¨® en 1947 y cuyo nombre, record¨®, es un homenaje al dickensiano Pip, el protagonista de Grandes esperanzas.
"La mayor parte de la vieja tradici¨®n del mimo se hab¨ªa perdido y yo tuve que reinventarla", dijo el rey del silencio, que es un hombre de lo m¨¢s elocuente. "Mi aportaci¨®n ha sido crear un arte nuevo de un arte antiguo. Piense que Decroux ide¨® 30 posiciones para las manos -en comparaci¨®n, los mudra, los gestos de la danza india, son 40- y yo a?ad¨ª 200 m¨¢s". Para ilustrar su parlamento, Marceau, al que como puede imaginarse le cuesta estarse quieto, represent¨® con la mano desnuda un abanico. Consigui¨® un efecto tan realista que inicialmente lo tom¨¦ por un truco de prestidigitador. Hasta me lleg¨® el aire. Una chispa de picard¨ªa ilumin¨® entonces sus profundos ojos grises. "Cuando hice por primera vez el ejercicio de caminar contra el viento, el p¨²blico se puso de pie para tratar de averiguar c¨®mo lo lograba. Al hacer ese n¨²mero, ?sabe?, siento la presencia real del viento, por el contrapeso de mi cuerpo. He estudiado a fondo los elementos", a?adi¨® incorpor¨¢ndose de su butaca como Pr¨®spero invocando a Ariel, "el agua, la tierra, el aire, el fuego, y el quinto, que es el tiempo. El mimo requiere saber algo de Einstein, de f¨ªsica. Pero tambi¨¦n tiene de metaf¨ªsica: llego a sentir que me transformo en p¨¢jaro y que paso de la vejez a la juventud al interpretarlas".
Le ped¨ª que me dijera si es cierto que todo el mimo se basa en la tensi¨®n y la relajaci¨®n de las distintas partes del cuerpo. "Es un juego de suspensi¨®n. El mimo es el arte de la actitud, en eso se parece a la escultura, ambas revelan al hombre en su actitud".
Le interrogu¨¦ entonces acerca de c¨®mo afronta el inc¨®modo asunto de ir envejeciendo. Volvi¨® a levantarse de un salto y tap¨¢ndose con las manos el rostro de duende me ret¨® a que le pusiera edad a su cuerpo. "?Qu¨¦ le parece?, ?treinta y cinco?, ?cuarenta a?os? Es una suerte. Me mantengo gracias al ejercicio, el mimo, y a la gen¨¦tica: mi madre alcanz¨® los 94; mi padre muri¨® mucho m¨¢s joven, es cierto, pero fue porque lo enviaron a Auschwitz".
Mientras Marceau segu¨ªa con la cara oculta, record¨¦ que el gran mimo, nacido Marcel Mangel, es hijo de un carnicero kosher de Estrasburgo. Durante la ocupaci¨®n alemana, Marcel Marceau (tom¨® para camuflarse el nombre del valeroso general revolucionario Fran?ois Severin Marceau-Desgraviers -1769-1796-, ca¨ªdo en Altenkirchen) form¨® parte de la Resistencia. Sus dotes naturales de mimo -decidi¨® serlo a los cinco a?os tras descubrir las pel¨ªculas de Charlot- le fueron ¨²tiles para escapar de la Gestapo. Se cuenta que en una ocasi¨®n logr¨® llevar a Suiza a pie a un grupo de ni?os jud¨ªos haci¨¦ndose pasar, ¨¦l y los peque?os, por un grupo de boy scouts con su instructor... "Es cierto, estuve en la Resistencia, falsificaba documentos de identidad y salv¨¦ ni?os jud¨ªos", dice Marceau, zanjando unas heroicidades que le han hecho merecedor de la Medalla Raoul Wallenberg.
Tras la liberaci¨®n de Francia, el mimo se enrol¨® en 1944 en el Ej¨¦rcito Libre franc¨¦s y fue ?oficial de enlace de la 2¨¨me Division Blind¨¦e con Patton! En verdad es lo ¨²ltimo que uno se imagina cuando se le ve haciendo de Bip a la caza de mariposas... Divertido ante mi estupefacci¨®n, Marceau me cont¨® una aventura estupenda: "Era abril del 45. De patrulla con un camarada entramos en un bosque y fuimos a darnos de bruces con un destacamento alem¨¢n, 40 soldados y un tanque. '?Marcel, hostia, los nazis!', exclam¨® mi amigo. Ver¨¢, yo no soy un h¨¦roe, conozco bien el miedo, que se te aferra como una garra en la barriga, pero le dije: 'Tranquilo, vamos hacia ellos'. Hab¨ªa notado que no estaban en actitud de combate. Result¨® que eran de la Wermacht y un oficial se plant¨® ante m¨ª, me ofreci¨® su pistola y me dijo: 'Acabamos de o¨ªr por la radio que el F¨¹hrer ha muerto. Tenemos hambre'. As¨ª que les dije que pusieran las manos sobre la cabeza y me siguieran, y regresamos a nuestras l¨ªneas con los prisioneros y el panzer".
Tan entregado ya al maestro como los soldados alemanes y hecho el firme prop¨®sito de no perderme ni una de sus funciones, le pregunt¨¦ al octogenario mimo, con pesadumbre, por su anunciada retirada. "?No, no, eso lo dicen los productores para aumentar el inter¨¦s de las actuaciones! Morir¨¦ de pie. Aunque en ¨²ltima instancia, como dijo en una ocasi¨®n Louis Aragon, buen amigo m¨ªo, '?ah, mon petit!, ?qui¨¦n se quedar¨¢?".
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