Al final, la guerra
Por mucho que se intente ocultarla, la realidad siempre encuentra alguna manera por la que colarse. A pesar de que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no pudo reprimirse y se hizo una foto con George W. Bush en pleno barullo electoral, el PP ha hecho grandes esfuerzos para que, a medida que la campa?a avanzaba, el recuerdo de la guerra se alejara. Pero en su exceso de celo ha encontrado la penitencia. Desde Valencia preguntaron a la Junta Electoral Central sobre los carteles y pegatinas del No a la guerra con la intenci¨®n de que ¨¦sta los prohibiera, y les ha salido mal. La Junta se ha hecho un l¨ªo y la guerra ha vuelto a instalarse en el centro de la campa?a.
Por lo visto, el PP asusta. De otro modo, no se entiende el patinazo de la Junta Electoral Central que, para evitar una respuesta concreta a una pregunta que le ven¨ªa del ¨¢rea progubernamental, se sac¨® de la manga un rancio argumento, propio de los tiempos de la democracia org¨¢nica en que la pol¨ªtica era pecado. Queda prohibido todo lo que tenga "connotaciones pol¨ªticas", dijeron los se?ores magistrados. Y cundi¨® el p¨¢nico. La ma?ana del domingo electoral promet¨ªa barullo. Uno pod¨ªa imaginarse brigadas municipales arrancando en las escuelas que fueron colegio electoral los trabajos infantiles sobre la guerra y eternas discusiones entre interventores de los distintos partidos. Al final se ha impuesto el sentido com¨²n. Y s¨®lo queda prohibido lo obvio: la propaganda directa de partidos en los colegios electorales.
Pero la guerra ya ha vuelto a la campa?a. No pod¨ªa ser de otra manera. Fue demasiado importante para que se impusiera la amnesia. Algunas ¨²ltimas acciones militantes recordar¨¢n lo que pas¨® hace tan s¨®lo un mes para que nadie pueda alegar desmemoria al ir a votar. Despu¨¦s veremos los resultados, entre el plebiscito en que Aznar ha tratado de convertir las elecciones, el carisma y los m¨¦ritos de los alcaldes, y el No a la guerra, y sabremos qu¨¦ ha quedado de todo ello, una vez pasado por la batidora de los urnas. Ciertamente, no ser¨ªa f¨¢cil de entender que la guerra careciera de influencia sobre el resultado. Pero esto queda para el domingo por la noche.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.