Esperanza esperando a Margaret
Dice Rafael Azcona que Joaqu¨ªn Sabina tendr¨ªa que estar en la Academia. Lo dice ¨¦l, que nunca ha aceptado el sill¨®n que le han ofrecido con denuedo quienes admiran su modo de decir, en el cine y en la vida. Azcona es un personaje singular; seguramente ustedes no le han visto mucho, o creen no haberle visto nunca, porque casi no aparece en las fotograf¨ªas, no se deja ver en los actos p¨²blicos y reh¨²ye cualquier autoproclamaci¨®n de la presencia. Pero est¨¢ en todas partes, en El Corte Ingl¨¦s, en el Vips y en los autobuses. No se le ve. Tan secreto es que una vez fue sustituido por su amigo Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez en la recepci¨®n de un premio y le llam¨® su hermana desde Logro?o:
-Rafael, ?pero qu¨¦ cambiado est¨¢s!
Se fue de Logro?o hace muchos a?os, y se asent¨® en Madrid, de donde se fue una vez a Estados Unidos, otra a Roma -donde se dedic¨® a hacer aviones de papel-, otra vez a Tenerife -de donde casi no sale porque se arruin¨® el productor que le contrat¨®- y otra vez a Ibiza, cuando ¨¦l y sus amigos -los Aldecoa, Ferlosio- intentaban inventar el hippismo. Una vez le preguntaron d¨®nde se iba de vacaciones y contest¨®:
-?Pero si yo ya me he ido de Logro?o!
Madrid es su patria, y como madrile?o de adopci¨®n ha adoptado como cantante de cabecera al cantante de ?beda. Y no s¨®lo porque Joaqu¨ªn Sabina escriba bien, sino porque es un ejemplo de lo que esta ciudad hace con los que vienen de fuera: los deglute y los convierte al madrile?ismo, seas de Logro?o o seas de los cerros de ?beda. Aqu¨ª nadie es de Madrid, que se retrate el primero. Por eso no ha sorprendido que Sabina -que siempre ha estado poni¨¦ndole m¨²sica a las batallas pol¨ªticas- ahora le ha puesto versos a su ilusi¨®n de la izquierda, como hizo Pedro Almod¨®var ayer, que tampoco es de Madrid ni falta que le hace.
Nadie es de Madrid, ¨¦ste es el encanto; y los que lo parecen tampoco son de Madrid: se lo hacen. Por ejemplo, en el mundo de la cultura no s¨®lo encuentro que casi nadie es de Madrid, sino que casi nadie se va con la derecha, a sus m¨ªtines y a sus reuniones, y as¨ª estas cr¨®nicas que hacemos siempre parecen descompensadas: nombramos a Sabina, y ya sabemos lo que estamos nombrando, y nombramos a Almod¨®var y tambi¨¦n. Hubo una ¨¦poca en la que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar iba a los esca?os -y a los actos- con un libro de poemas en la mano, acud¨ªa a recepciones de artistas y literatos, e incluso su mujer apareci¨®, rutilante, en el mundo editorial, recontando cuentos que ahora le afea Trinidad Jim¨¦nez. Pero en los ¨²ltimos tiempos esa tendencia suya a estar cerca del arte y la cultura se ha desviado un poco, y ahora no he visto ni en m¨ªtines ni en saraos -ni siquiera con Alberto Ruiz Gallard¨®n, que no s¨®lo es culto, sino que ha ayudado a otros cultos- a gente que se pueda equiparar con toda esa corte de intelectuales y artistas que de pronto han arropado a los candidatos y a las candidatas, a todos y a todas las que son de la izquierda.
Algo debe haber fallado en este proceso reciente del Partido Popular en su relaci¨®n con el mundo de la cultura; si nos fijamos bien, aquella discusi¨®n radiof¨®nica entre el actor Guillermo Toledo y la ministra Pilar del Castillo tras la pol¨¦mica entrega de premios de cine con el No a La Guerra como emblema principal nos da la clave de todo. En aquella acalorada conversaci¨®n, la ministra le reproch¨® al artista que no fuera leal con su Gobierno, o con Espa?a, ya no me acuerdo muy bien. Y, claro, los artistas son muy desleales, terminan separ¨¢ndose de ti si les pides amor eterno, o incondicional.
Siempre que pienso en la relaci¨®n del PP con la cultura me acuerdo de Esperanza Aguirre, que adem¨¢s fue ministra de la cosa. A Esperanza la conoc¨ª batallando -siempre ha estado batallando, la verdad- para que no se llevaran su Colegio Brit¨¢nico de la calle Mart¨ªnez Campos. Y luego la vi haciendo cola para que le firmara un libro Margaret Thatcher, su pol¨ªtica favorita; me result¨® una imagen entra?able, que siempre me vuelve a la mente cada vez que la veo batallar. Pero, claro, la Thatcher no es una intelectual, no la pueden traer a los m¨ªtines. Es curioso: vi que la Thatcher dec¨ªa en la prensa brit¨¢nica que su hombre en pol¨ªtica es Blair. Y el mismo d¨ªa vi que Esperanza dec¨ªa lo mismo. Blair, color esperanza, y con su medalla, por cierto, como el presidente Aznar. Bush s¨ª que es leal, pero tampoco es un intelectual, que yo sepa.
Y Mendiluce (?mendiluso?) tampoco se distingue, por cierto, por haber atra¨ªdo a ning¨²n intelectual a su lado. Bueno, trajo a Cohn Bendit; lo vi hablar en Francfort y s¨ª es un intelectual. Pero, ?lo es Mendiluce? Ahora hay por ah¨ª papeles que dicen que es un hombre cuyo papel le puede complicar la vida a la izquierda. Entonces, ?es de derechas? Se lo dijeron bien alto ayer en el C¨ªrculo, y ¨¦l contraatac¨® como es: confuso. Pues que se traiga a Blair, si es que as¨ª se pone ¨¦l mismo una medalla.
En fin, ma?ana me pondr¨¦ a reflexionar sobre todo esto, y me pondr¨¦ en el tocadiscos unas canciones de Joaqu¨ªn Sabina, antes de que Azcona me tome la lecci¨®n.
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