Misterios de campa?a
El autor sostiene que despu¨¦s del d¨ªa de reflexi¨®n, todo puede suceder en los comicios municipales y auton¨®micos, hasta podr¨ªa ser que acertaran los or¨¢culos
Cuando queremos algo, empleamos fuerzas y gastamos energ¨ªas en conseguirlo. Cuando fracasamos lo pasamos mal y nos sentimos incompetentes. En general, nos gusta que todo lo que hacemos tenga alguna repercusi¨®n a nuestro alrededor. Si saludamos a alguien por la calle y no contesta, levantamos el brazo y el camarero no nos ve, intentamos abrir una puerta y nos quedamos con el picaporte en la mano, terminamos sinti¨¦ndonos como un molusco en la playa a la espera de que la marea nos lleve de un sitio para otro. El Prestige moviliz¨® muchas simpat¨ªas y a muchos voluntarios, pero contin¨²a donde estaba y las rocas siguen pareciendo carb¨®n. La guerra de Irak provoc¨® manifestaciones multitudinarias y un caudal de indignaci¨®n creativa que hac¨ªa tiempo no se ve¨ªa ni se esperaba. Pero la guerra se hizo con todas sus consecuencias, unas consecuencias que todav¨ªa contin¨²an. ?C¨®mo es posible, entonces, que sigamos teniendo la sensaci¨®n de fuerza, de que podemos cambiar las cosas, de que somos muchos y de que podemos m¨¢s? Primer misterio.
En los tiempos actuales las lealtades de partido est¨¢n en baja, los temas de debate de la campa?a tienen poca credibilidad
El Mestalla como s¨ªmbolo del principio de una ¨¦poca y como adelanto del fin de la misma
Podr¨ªa ser que el objetivo externo fuese reparar la cat¨¢strofe y evitar la violencia in¨²til, pero que adem¨¢s hubiera otra cosa. Tambi¨¦n quer¨ªamos sentir que hab¨ªa muchos como nosotros, que no est¨¢bamos aislados y que no ¨¦ramos bichos raros, que el potencial de protesta es enorme y la necesidad de cambio social, no forzosamente de partido pol¨ªtico, es un sentimiento muy compartido. Si fuera as¨ª, la interpretaci¨®n ser¨ªa muy distinta a la que se est¨¢ haciendo estos d¨ªas, el panorama presentar¨ªa una sociedad altamente movilizada, pero frustrada en sus objetivos manifiestos. Entonces, m¨¢s que un misterio, tendr¨ªamos un problema muy serio, un desaf¨ªo importante para el pr¨®ximo gobierno que no quiera ver lo que est¨¢ pasando.
En contra de lo esperado, de la expectativa de un voto de castigo por la frustraci¨®n, las encuestas perciben con m¨¢s o menos ganas un triunfo del Partido Popular. Segundo misterio. Claro que tampoco lo es, porque en este caso la necesidad de cambio va m¨¢s all¨¢ de la l¨®gica tradicional de partido. Podr¨ªa significar dos vueltas m¨¢s en la sart¨¦n para fre¨ªr adecuadamente un resultado final a medio plazo. Como ya se ha dicho, el Mestalla como s¨ªmbolo del principio de una ¨¦poca y como adelanto del fin de la misma.
Pero hay algo m¨¢s en estas encuestas. Una historia cl¨¢sica entre psic¨®logos. Por los a?os treinta, una pareja de chinos recorri¨® buena parte de los Estados Unidos visitando 66 hoteles y 184 restaurantes. Se negaron a servir a la pareja en una sola ocasi¨®n, un simple caso aislado. Seis meses despu¨¦s, unos psic¨®logos, que siempre somos taimados y un poco bellacos, escribieron a los mismos hoteles y restaurantes preguntando a modo de encuesta si atender¨ªan a clientes chinos. El 92% de los que respondieron dijeron que de ninguna manera, que no lo har¨ªan nunca. Moraleja, una cosa es lo que se contesta como opini¨®n y otra muy distinta es lo que se hace ante el caso real. Las encuestas est¨¢n bien hechas, sin duda, y tienen su significado para valorar la opini¨®n p¨²blica, pero la realidad es como la vida misma, siempre a?ade un toque personal e imprevisible. Despu¨¦s del d¨ªa de reflexi¨®n, todo puede suceder, hasta podr¨ªa ser que acertaran los or¨¢culos.
M¨¢s misterios todav¨ªa en estas elecciones. ?Alguien sabe qui¨¦nes son los candidatos? Al comienzo de la campa?a, los datos indicaban que eran poco conocidos. Ahora la cosa es distinta, despu¨¦s de trabajar mucho por su parte, hay m¨¢s gente que ya est¨¢ enterada. Es decir, que si se los cruza por la calle, algo bastante improbable, ser¨ªa capaz de reconocerlos. ?Es suficiente con esto para confiar o identificarnos con ellos? En los tiempos actuales las lealtades de partido est¨¢n en baja, los temas de debate de la campa?a tienen muy poca credibilidad, porque todos tenemos la sensaci¨®n de que asistimos a unas rebajas por temporada de los grandes almacenes. Nos quedan los candidatos, la imagen, la confianza que inspiran y su personalidad. Y sobre estos tenemos muy pocos indicios.
Cuando buscamos su biograf¨ªa, nos encontramos con la edad de nacimiento, los puestos que desempe?¨® y poco m¨¢s. Confunden descaradamente la biograf¨ªa con un simple curriculum. Es imposible saber d¨®nde estudi¨®, en qu¨¦ tipo de centro y c¨®mo le fue, con qui¨¦n se cas¨® y a qu¨¦ edad, cu¨¢ntos hermanos tiene, a qu¨¦ se dedicaban sus padres y cosas parecidas. No es un problema de valorar estos datos, sino de tener indicios que nos ayuden a saber a qui¨¦n nos est¨¢n presentando. Pero la justificaci¨®n siempre es la misma, eso pertenece, dicen, a la intimidad del candidato. Seg¨²n parece, siguiendo una vieja tradici¨®n predemocr¨¢tica, son profesionales, como un m¨¦dico o un abogado, de los que s¨®lo necesitamos conocer su titulaci¨®n y su prestigio. Y se equivocan, son representantes, elegidos por nosotros para poner en sus manos cosas que nos importan mucho, por eso necesitamos saber para poder confiar en ellos.
Por el contrario, los ciudadanos somos an¨®nimos, pero no tenemos intimidad. ?Hay algo m¨¢s ¨ªntimo que entregar miles de millones a alguien, poner en sus manos nuestra educaci¨®n, nuestra salud, la seguridad, el control de las cuentas bancarias y la posibilidad de vernos implicados en guerras internacionales? Pues nada, la vida de los candidatos sigue siendo un misterio, mientras que a nosotros s¨®lo nos falta hacer un desnudo integral ante las c¨¢maras de la Administraci¨®n.
Terminada la campa?a, iniciada la reflexi¨®n y a la espera del jurado popular, s¨®lo nos queda pasear nerviosos por los pasillos y mentideros de la ciudad, comentando los argumentos y la ret¨®rica empleada por los defensores de las distintas fuerzas pol¨ªticas. Al final habr¨¢ veredicto y alg¨²n partido saldr¨¢ victorioso o, al menos, absuelto por falta de pruebas, mientras que otros quedar¨¢n obligados al trabajo forzoso de la oposici¨®n, un papel que por otro lado no es nada despreciable y tiene toda la dignidad del juego democr¨¢tico. El an¨¢lisis que se hace de la campa?a es muy simple. Se supone que la Comunidad Valenciana ser¨¢ de Camps, a Pla le falt¨® el apoyo de la vieja guardia y Rib¨® se preocup¨® demasiado de los pactos y poco del programa. Lo ¨²nico importante ahora es Madrid, para variar. Triste an¨¢lisis, sin duda.
Menos mal que a nosotros nos quedan los misterios y la pel¨ªcula no ha terminado todav¨ªa. En la segunda parte quiz¨¢ nos enteraremos de que Matrix no existe a pesar de las encuestas y que tampoco somos pilas humanas para alimentar de energ¨ªa la pol¨ªtica profesional, que algunos no nacieron en Alicante sino que son de Urano y que para tener futuro tendremos que adoptar o, al menos, seleccionar pol¨ªticos que merezcan nuestra confianza para no arrepentirnos demasiado tarde. Suerte a todos, a todos nosotros, claro.
El autor sostiene que despu¨¦s del d¨ªa de
reflexi¨®n, todo puede suceder en los comicios
municipales y auton¨®micos, hasta podr¨ªa
ser que acertaran los or¨¢culos
Julio Seoane es catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Social en la Universidad de Valencia.
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