El rostro simb¨®lico del di¨¢logo
Mireia Lluch (Valencia, 1972), hija del ex ministro socialista de Sanidad Ernest Lluch, asesinado por ETA en noviembre de 2000, no es amiga del protagonismo. Por eso huye de las c¨¢maras y s¨®lo habla en p¨²blico cuando el gui¨®n se lo exige. Ahora que se presenta como independiente en el pen¨²ltimo puesto de la lista del PSE en San Sebasti¨¢n, no le ha quedado otro remedio que acercarse al micr¨®fono. Es entonces cuando se advierte que lleva algo de su padre en los genes. Tras una breve intervenci¨®n, concluye: "Di¨¢logo, por favor, y paz". "Lo digo siempre que puedo, por si alguien me quiere escuchar", a?ade despu¨¦s.
Hasta ah¨ª llega la vocaci¨®n pol¨ªtica de Mireia Lluch, licenciada en Historia del Arte. "No soy de ning¨²n partido pol¨ªtico ni creo que lo vaya a ser", dice tajante. El suyo es, hoy por hoy, el mundo del cine, una pasi¨®n por la que dej¨® un trabajo y un sueldo fijo, y nada apunta a que la pol¨ªtica vaya a alterar el orden de sus prioridades. Entonces, ?por qu¨¦ se ha prestado a formar parte de la candidatura que encabeza Od¨®n Elorza? "Creo profundamente en el modelo de ciudad y de sociedad que impulsa y he podido apreciar su pasi¨®n para encontrar soluciones a trav¨¦s de la b¨²squeda de nuevos proyectos", responde.
"Di¨¢logo, por favor, y paz. Lo digo por si alguien me quiere escuchar"
Lluch ve en Elorza muchos de los valores que defendi¨® su padre con vehemencia hasta que un pistolero de ETA le hizo callar para siempre en el aparcamiento de su casa. Eran amigos y compart¨ªan principios. "Od¨®n", afirma Mireia, su amiga catalana, "tiene algo de su talante: la tolerancia, el di¨¢logo, el respeto por las opiniones de los dem¨¢s. Nunca se niega a escuchar, ni a trabajar con los dem¨¢s, aunque no sean de su misma l¨ªnea".
Ella, que es v¨ªctima del terrorismo, pero no ejerce como tal, sabe que simboliza esos valores por herencia familiar. Por eso ha prestado su nombre y su rostro a una persona m¨¢s que a unas siglas, por eso ha hecho un esfuerzo para superar su timidez e intervenir, por ejemplo, a plena luz del d¨ªa en un acto en las terrazas del Kursaal.
La ciudad no le es extra?a; la siente como propia, aunque haya dejado parte de su vida en Madrid, Barcelona o Estados Unidos, siguiendo los pasos de su padre, ahora viva en Banyoles (Girona) y se sepa catalana. Ten¨ªa once a?os cuando conoci¨® San Sebasti¨¢n. "Ya entonces me gust¨®", asegura, y su percepci¨®n no ha cambiado tras el asesinato de su padre.
Recuerda con nitidez que en aquella ocasi¨®n su padre la llev¨® a la librer¨ªa Lagun -diana de la kale borroka- que regenta Mar¨ªa Teresa Castells, mujer del ex consejero de Educaci¨®n y de Justicia, Jos¨¦ Ram¨®n Recalde, superviviente de un atentado de ETA.
Desde entonces, nunca ha dejado San Sebasti¨¢n. La familia convirti¨® esta ciudad en su segunda residencia -tiene un piso en el paseo de Salamanca-, y en 1997 Mireia lleg¨® con las maletas cargadas para tres a?os. "Vine a estudiar cine en el centro Sarobe de Urnieta y despu¨¦s me qued¨¦ trabajando". Por eso no se siente intrusa en las listas del PSE de San Sebasti¨¢n: "Me presento por amor a esta ciudad".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.