Elogio del pacto
Desde hace bastantes a?os el PSOE viene proponiendo una reforma de la Ley Org¨¢nica de R¨¦gimen Electoral General con la finalidad de que los alcaldes sean elegidos directamente por los ciudadanos. Es una iniciativa que suelen recordar peri¨®dicamente cuando se aproxima una campa?a de elecciones municipales y as¨ª lo han hecho tambi¨¦n este a?o.
Nunca he estado de acuerdo con esa propuesta. Pienso que el sistema de elecci¨®n de concejales con una f¨®rmula proporcional y la posterior elecci¨®n del alcalde por los concejales es una buena f¨®rmula, que ha funcionado, adem¨¢s, de manera razonablemente satisfactoria. Ha garantizado la gobernabilidad de la casi totalidad de los municipios a lo largo de estos m¨¢s de veinte a?os de democracia municipal.
El ¨¢mbito municipal es un ¨¢mbito muy apropiado para poner en pr¨¢ctica una pol¨ªtica de pactos
Si tomamos el n¨²mero de municipios y los multiplicamos por el n¨²mero de convocatorias electorales y hacemos simult¨¢neamente una relaci¨®n de los municipios en los que se han producido fen¨®menos de transfuguismo, de alianzas contra natura y cosas por el estilo, veremos que no son estad¨ªsticamente muy significativos. Con la evidencia emp¨ªrica de que disponemos, no parece razonable que se tenga que cambiar la ley electoral.
Obviamente el sistema actual obliga de manera no infrecuente a tener que alcanzar pactos para gobernar el municipio. Pero los pactos para gobernar son positivos, aunque para el partido mayoritario que tiene la responsabilidad de dirigir la acci¨®n de gobierno suponga una cierta frustraci¨®n tener que pactar el programa de gobierno que se va a poner en pr¨¢ctica.
Y son positivos porque la frustraci¨®n del gobernante es uno de los elementos esenciales de toda democracia digna de tal nombre, como supo ver hace m¨¢s de doscientos a?os James Madison al explicar en El Federalista el proyecto de Constituci¨®n Federal aprobado en Filadelfia. La democracia es un sistema armonioso de frustraciones mutuas. El poder no es un bien deseable, sino un mal necesario, que tiene que ser ejercido, pero al que hay ponerle obst¨¢culos, de tal manera que los proyectos que acaben saliendo adelante hayan tenido que pasar un filtro que garantice, en la medida en que es posible hacerlo en las sociedades humanas, la bondad de los mismos.
En la frustraci¨®n del gobernante de tener que vencer las resistencias que se oponen a su acci¨®n de gobierno est¨¢ la garant¨ªa de los ciudadanos de ser bien gobernados. Un gobernante eficaz es mucho m¨¢s peligroso para la sociedad que un gobernante frustrado.
En Espa?a hemos tenido ocasi¨®n de comprobarlo en esta segunda legislatura de gobierno del PP. ?Hubiera sido imaginable el decretazo en la primera legislatura? ?Se habr¨ªa podido comprometer al Estado espa?ol en la guerra de Irak? ?Es bueno haber cambiado a u?a de caballo y sin consenso toda la legislaci¨®n educativa? ?Es razonable haber cambiado sin consenso nada menos que tres veces la Ley de Extranjer¨ªa? ?Qu¨¦ ha sido mejor para la sociedad espa?ola, la frustraci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en la primera legislatura o su eficacia en la segunda? Los pactos tienen costes. Pero los no-pactos tambi¨¦n los tienen y, por lo general, no son menores.
La ense?anza de nuestra historia de estos dos ¨²ltimos siglos no deber¨ªamos echarla en saco roto. Pocos momentos ha habido tan fruct¨ªferos en nuestra historia como el que se concret¨® en el pacto constitucional en 1978, con los Pactos de la Moncloa entremedio, o con el Pacto Municipal inmediatamente posterior entre el PSOE y el PCE, que iniciaron una pol¨ªtica municipal que ha sido uno de los mayores ¨¦xitos de la democracia espa?ola en estos veinticinco a?os. Los pactos proporcionan estabilidad a la acci¨®n de gobierno y dan una cierta continuidad a la pol¨ªtica por encima de los procesos electorales. Son una vacuna contra la tentaci¨®n adanista a la que no es f¨¢cil que se resista casi ning¨²n pol¨ªtico, aunque unos menos que otros.
Los pactos subrayan, independientemente de la opci¨®n pol¨ªtica de cada uno, que el sistema pol¨ªtico es el mismo para todos. Por eso Madison dec¨ªa que la democracia es un "sistema arm¨®nico". Las frustraciones no deben hacer perder de vista esto ¨²ltimo. Con la demonizaci¨®n de los pactos y la consiguiente pol¨ªtica de choque de trenes es lo que suele ocurrir.
La ausencia de pactos empobrece la vida pol¨ªtica de una manera significativa. Puede llegar a ser incluso un elemento que afecte a la legitimidad del sistema pol¨ªtico. La sociedad espa?ola es lo suficientemente compleja como para que puede ser expresada pol¨ªticamente por un bipartidismo pol¨ªtico, que ser¨ªa la ¨²nica forma de acabar con los pactos de gobierno en cualquiera de sus formas de manifestaci¨®n: estatal, auton¨®mica o municipal. Ser¨ªa incluso peligroso que en el sistema pol¨ªtico espa?ol y en los diferentes subsistemas auton¨®micos y municipales la competici¨®n pol¨ªtica fuera exclusivamente dual. La reducci¨®n pol¨ªtica de la complejidad social ser¨ªa excesiva para que el sistema fuera percibido como leg¨ªtimo. Se quedar¨ªan demasiados ciudadanos fuera del sistema. El d¨¦ficit de legitimidad no quedar¨ªa compensado por el posible aumento de eficacia, que, adem¨¢s, no ser¨ªa tal.
El ¨¢mbito municipal es un ¨¢mbito muy apropiado para poner en pr¨¢ctica una pol¨ªtica de pactos. Es la mejor escuela para hacer el aprendizaje democr¨¢tico de incluir al mayor n¨²mero posible de ciudadanos en un proyecto de gobierno y de gobernar convenciendo y no simplemente mandando. Aunque mandar haya que mandar. Pero creo que nos entendemos todos.
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