Chimpanc¨¦
Quedan muchos a?os todav¨ªa para que a un chimpanc¨¦ le concedan directamente el Premio Pr¨ªncipe de Asturias, pero este mono acaba de ser admitido con todos los honores en el club de los humanos, gracias a los buenos oficios de la et¨®loga Jane Goodall, que lo ha presentado en sociedad sin que, de momento, ning¨²n psicoanalista le haya puesto bola negra. De un tiempo a esta parte el Premio Pr¨ªncipe de Asturias ha cambiado de sentido. Ahora el jurado va buscando por todo el mundo personajes de m¨¦rito muy sonoro, que obviamente ya han sido reconocidos y premiados hasta la saciedad en el extranjero, para que vengan a Espa?a a darle la mano al heredero de la Corona y acreditar as¨ª su figura en una ceremonia llena de alfombras. Uno de los galardones ha reca¨ªdo este a?o en la famosa amante de los chimpanc¨¦s, Jane Goodall, a la cual se le brinda una oportunidad de oro para demostrar su teor¨ªa p¨²blicamente. Hay que pedirle que se traiga al mono para recibir juntos el premio. Dejemos a un lado el genoma. Ya se sabe que en el aspecto gen¨¦tico las moscas, las ratas y los gusanos apenas se diferencia del fil¨®sofo Habermas o del genial Woody Allen, quienes tambi¨¦n han sido distinguidos con este laurel asturiano. M¨¢s all¨¢ de la ¨ªnfima cantidad de genes que nos separa de los simios, la diferencia entre el chimpanc¨¦ m¨¢s simple y el te¨®logo m¨¢s retorcido s¨®lo est¨¢ en los h¨¢bitos sociales. Las reglas de urbanidad son cimas del esp¨ªritu que los humanos han tardado millones de a?os en coronar. Este es el pr¨®ximo reto para los monos. No es necesario que la doctora Goodall traiga a su amigo bien afeitado. Al chimpanc¨¦ le estar¨¢ permitido dejarse barba como a cualquier profeta, pero tendr¨¢ que comprarle un traje azul, una corbata de seda con pasador y unos zapatos con dos borlitas. Sentado junto a la doctora deber¨¢ respetar el protocolo. Llegado el momento subir¨¢ al estrado con ella, le har¨¢ al pr¨ªncipe una reverencia el¨¢stica, alargar¨¢ el brazo para recibir la medalla y el pergamino; luego el chimpanc¨¦ volver¨¢ a su asiento sin detenerse en lo alto de la tarima para rascarse los genitales ni pedir¨¢ un metro para medirselos de cara a los invitados, aunque lo haya hecho el presidente Aznar. En la cena de gala deber¨¢ abstenerse de robar las croquetas de su vecino y si en medio del banquete va al lavabo y saluda a un conocido en una mesa no dir¨¢ nunca: "Que aproveche". Con esto ya ser¨¢ superior a la media humana. Este c¨®digo podr¨¢ transmitirlo a sus descendientes y as¨ª volver¨¢ a empezar la historia.
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