Balance
Por fin ha terminado todo. El ritual de la votaci¨®n se ha producido con la misma solemnidad con que antes comulg¨¢bamos. Ya est¨¢. Hemos tenido que soportar dos semanas de ruido, pero ya ha terminado. Se han votado listas cerradas, equipos municipales envasados al vac¨ªo, la ley d'Hont ha corregido las desviaciones de los votantes y nos hemos ido a casa con la grata sensaci¨®n de haber elegido libremente a nuestros gobernantes municipales.
Ahora comienza otra batalla. Salvo que alguno haya sufrido una cat¨¢strofe, algo que todav¨ªa no s¨¦ cuando redacto esta columna, todos habr¨¢n ganado. Consagrada ya oficialmente la precampa?a electoral, hablemos abiertamente de postcampa?a, un estado mental tan patol¨®gico, o m¨¢s, que la campa?a.
?Me lo parece a m¨ª o en ¨¦sta, que termin¨® el pasado viernes, se han superado todos los niveles de imbecilidad y desquiciamiento? Estoy pensando en el ministro ?lvarez Cascos inaugurando estaciones por las que no pasan trenes; en esos actos ilegales en los que se coloca solemnemente la primera traviesa de una v¨ªa de segunda; en los consejos de ministros tramposos o en esa pat¨¦tica inauguraci¨®n de un monumento al f¨²tbol en la provincia de Huelva. All¨ª estaba otro ministro, Javier Arenas, y el ¨ªnclito Pedro Rodr¨ªguez. Sobre sus cabezas se elevaba un horrendo espantajo que l¨®gicamente estaba en bolas. Te puede gustar el f¨²tbol, pero tienes que estar un poco trastornado por la campa?a electoral para hacerle un monumento. O ser m¨¢s listo que el hambre, sobre todo si paga la casa. No queda ah¨ª la historia: luego hemos sabido que el espantoso mu?equito era una r¨¦plica en poli¨¦ster de la verdadera obra, una figura en bronce que estaba sin acabar en una fundici¨®n de Sevilla. Toda una met¨¢fora de esos grotescos y enga?osos espect¨¢culos llamados campa?as electorales.
Y qu¨¦ me dicen del triste y rid¨ªculo papel¨®n desempe?ado por casi todos los partidos de izquierdas y por muchas organizaciones feministas, rasg¨¢ndose las vestiduras por el famoso cuentecito y exigiendo el secuestro judicial de un libro. Yo pensaba que secuestrar libros era cosa de fachas. No s¨¦ qu¨¦ me indigna m¨¢s, si la peligrosa incultura de estos nuevos inquisidores, su hipocres¨ªa frailuna o su espeluznante mala fe. Si los partidos de izquierdas quieren conservar el voto de los indecisos y de los antiguos abstencionistas que hayan captado a ¨²ltima hora, y obtener m¨¢s en las pr¨®ximas elecciones generales, deber¨ªan poner un poco m¨¢s de su parte. No basta con decir andaluces y andaluzas o almerienses y almeriensas. Quien quiera peces de izquierdas, que se moje la pol¨ªtica.
Qu¨¦ verg¨¹enza me dio tambi¨¦n la imagen de esos supuestos personajes de la cultura, gente de izquierdas seg¨²n la tele, pidiendo p¨²blicamente a Mendiluce que retirara su candidatura. Pero ?estamos locos o qu¨¦ nos pasa? Adem¨¢s: qu¨¦ manera tan tonta de provocar simpat¨ªa por un se?or que nunca ha inspirado demasiada confianza. Est¨¢ visto que el fascismo, adem¨¢s de ser una ideolog¨ªa pol¨ªtica, es un talante, una manera de ser incluso de izquierdas. Y tambi¨¦n una variante peligrosa de la majader¨ªa.
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