Otro mundo es posible
En 1945, al t¨¦rmino de una guerra mundial tr¨¢gica, con millones de muertos, sufrimientos y humillaciones sin fin, genocidios de jud¨ªos y de gitanos y otras etnias, uso de armas de gran poder destructivo, los Estados Unidos de Norteam¨¦rica lideraron la fundaci¨®n de las Naciones Unidas. Hab¨ªa que evitar la guerra en lo sucesivo, para que aquella horrenda conflagraci¨®n que acababa de sacudir al mundo no se repitiera. Hab¨ªa que construir la paz. Y as¨ª, van surgiendo las distintas organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, para contribuir -cada una en su campo- a que nunca m¨¢s fuera la fuerza, sino el di¨¢logo y la concertaci¨®n el camino de la paz.
En 1948, conscientes de que la inmensa diversidad que distingue a pueblos y personas constituye su gran riqueza y requiere, al mismo tiempo, unirse alrededor de unos principios aceptados por todos para adquirir cohesi¨®n y consistencia, las Naciones Unidas aprueban el d¨ªa 10 de diciembre la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos. Este firmamento ¨¦tico debe orientar y dar fuerza a las hebras multicolores que integran el tejido social de la humanidad en su conjunto. El cumplimiento del art¨ªculo 1? bastar¨ªa para cambiar radicalmente los rumbos presentes: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como est¨¢n de raz¨®n y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Numerosos gobernantes invocan a menudo los derechos humanos. ?Cu¨¢ntos han le¨ªdo la Declaraci¨®n? ?Cu¨¢ntos la tienen en cuenta en sus decisiones? Los derechos humanos son indivisibles, pero uno de ellos es requisito y condici¨®n para el ejercicio de todos los dem¨¢s: es el derecho a la vida. ?C¨®mo pueden invocar derechos humanos concretos quienes siegan vidas y act¨²an con amenazas y violencias?
1954: Una vez se dispon¨ªa de un marco institucional a escala mundial y de unos principios para elaborar los c¨®digos de conducta, era preciso eliminar o reducir las diferencias entre unos y otros, para que los caldos de cultivo que representan la pobreza y la exclusi¨®n no originaran comportamientos que afectan la estabilidad y la convivencia pac¨ªfica. El programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) nace con este prop¨®sito. El desarrollo tiene que ser integral, es decir, no s¨®lo econ¨®mico, sino social, pol¨ªtico, cultural, educativo, sanitario; end¨®geno, porque no se otorga, sino que las distintas capacidades y destrezas se adquieren d¨ªa a d¨ªa con esfuerzo; sostenido o duradero para que no afecte al contexto ecol¨®gico ni se agoten los recursos naturales; y -?por fin! - debe ser humano, es decir, son los habitantes de la tierra, sin excepci¨®n, lo que deben ser beneficiarios y protagonistas del mismo.
Todo estaba, pues, bien concebido y programado. La "guerra fr¨ªa", la carrera de poder, expresada en t¨¦rminos de fuerza militar, empa?a progresivamente aquellos buenos augurios y comienza el incumplimiento de los prop¨®sitos y promesas: el 0,7% del PIB, que en 1974 los pa¨ªses m¨¢s avanzados hab¨ªan decidido ofrecer a los m¨¢s necesitados para que pudieran fortalecer sus propias capacidades, se convierte, con la excepci¨®n de los pa¨ªses n¨®rdicos, a los que hay que rendir homenaje, en pr¨¦stamos concedidos en condiciones draconianas y uniformes - el "ajuste estructural" quedar¨¢ como un gran disparate y abuso - que favorece a los prestamistas y, en general, acaban de hundir y someter a los prestatarios, cuyos recursos naturales pasan, con estas ma?as, a manos ajenas.
1989. Se hunde el muro de Berl¨ªn y se desploma el tel¨®n de acero. La Uni¨®n Sovi¨¦tica, gracias a la transici¨®n h¨¢bilmente propiciada por Mija¨ªl Gorbachov, da paso, sin una gota de sangre, a Estados independientes que inician una larga marcha hacia la democracia. Cuando esper¨¢bamos que, por fin, dispondr¨ªamos de los "dividendos de la paz" y se reforzar¨ªa el sistema de las Naciones Unidas, sucedi¨® exactamente lo contrario: los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros se unieron en el G-7 y tomaron una decisi¨®n que figurar¨¢ en los anales de nuestro tiempo como un ejemplo de irresponsabilidad pol¨ªtica: transferir al "mercado" sus deberes de estadistas y compromisos con el electorado. El resultado fue una ampliaci¨®n de la ya importante fractura entre ricos y pobres.
Contra viento y marea, el sistema de las Naciones Unidas establece pautas para la gobernanza en educaci¨®n (Jomtien, Tailandia, 1990); medio ambiente (R¨ªo, 1992); desarrollo social (Copenhague 1995); mujer (Pek¨ªn, 1995)... ante la total indeferencia de los "grandes actores".
Se elevan las primeras voces de disentimiento de una sociedad civil progresivamente organizada y consciente. Seattle, Praga, Washington, G¨¦nova... y Porto Alegre, sabiamente distanciada de la "manifestaci¨®n directa" y, por tanto, con menos probabilidades, muy negativas siempre, de brotes de violencia. Porto Alegre, protestas y propuestas. Porto Alegre que proclama pac¨ªficamente, tenazmente, que "otro mundo es posible".
2001. El 11 de septiembre, actos terroristas suicidas, dirigidos a los s¨ªmbolos del poder¨ªo estadounidense, marcan, por las v¨ªctimas que producen y su espectacular visibilidad, un punto de inflexi¨®n hist¨®rico y replantea s¨²bitamente la seguridad y estabilidad mundial, al tiempo que llama la atenci¨®n sobre las condiciones en que viven miles de millones de seres humanos, hasta el punto de morir diariamente de hambre -seg¨²n comunica la FAO el mismo d¨ªa, unas horas antes de los tr¨¢gicos atentados- m¨¢s de 30.000 personas. Era de esperar la reacci¨®n del gigante herido, a cuyo lado -al lado de la vida- se sit¨²an la pr¨¢ctica totalidad de pa¨ªses y ciudadanos. Sin embargo, pronto se pone de manifiesto que la persecuci¨®n de Bin Laden y la guerra en Afganist¨¢n son el inicio de un poder hegem¨®nico que establece sin pesta?ear el eje del "bien" y del "mal" (de los "buenos" y de los "malos") y, contra todo fundamento de derecho, declara la "guerra preventiva". De todos modos, despu¨¦s del esperp¨¦ntico ultim¨¢tum desde las islas Azores y desoyendo la voz de la inmensa mayor¨ªa de la humanidad, se decide la invasi¨®n de Irak, afirmando que posee -aunque los inspectores capitaneados por Hans Blix no hayan podido demostrarlo- armas nucleares, biol¨®gicas y qu¨ªmicas "de destrucci¨®n masiva", que constitu¨ªan una amenaza para el mundo en su conjunto.
Se ve¨ªa venir: desde 1980, Estados Unidos no hab¨ªa suscrito una sola convenci¨®n o compromiso de las Naciones Unidas, ni siquiera la Convenci¨®n de los Derechos del Ni?o. El Tribunal Penal Internacional, el Protocolo de Kioto sobre el cambio clim¨¢tico... las condiciones de confinamiento de los prisioneros afganos en Guant¨¢namo..., todo ello sin aceptar papel alguno de las Naciones Unidas o de sus agencias especializadas. Ning¨²n poder hegem¨®nico, ha dicho Jes¨²s Moneo, ha sido capaz de moderarse por autolimitaci¨®n. Ha sido por contenci¨®n externa, logrando demostrar que hay otras v¨ªas. Ofrezcamos estas alternativas para que se detengan las acciones iniciadas y se reconduzcan por unos Estados Unidos m¨¢s propensos a la concertaci¨®n y a la escucha.
...y 15 de febrero de 2003. Por primera vez, como ya he indicado, el clamor popular se deja o¨ªr en todo el mundo. "No en nuestro nombre". Por primera vez renace la esperanza: por su intensidad y amplitud, los poderosos no tendr¨¢n m¨¢s remedio que tener en cuenta al pueblo, que en esto consiste la democracia. Es cierto que esta guerra-negocio tan ilegal como desproporcionada ya ha tenido lugar. Pero siguen los dislates tanto en Irak como en otras partes del mundo. Me llena de sonrojo que los mismos que han destruido se repartan ahora la reconstrucci¨®n... ?con fondos iraqu¨ªes!
Cuanto antecede pone de manifiesto la necesidad de un nuevo contrato global, como en 1945, basado en un sistema multilateral guiado por unos valores ¨¦ticos universales, que evite la presente impunidad de las transgresiones a escala supranacional y que -con la mayor responsabilidad que corresponde a los m¨¢s poderosos- regule la gobernanza mundial.
?Es otro mundo posible? S¨ª, si se respeta y fomenta la diversidad y la fuerza creadora. Si, juntos, buscamos hasta hallarlos -o inventarlos- los nuevos caminos del futuro. Si no situamos disciplinas de pertenencia por encima de nuestra conciencia, porque m¨¢s pronto que tarde se paga el precio de la indignidad, la cobard¨ªa y la sumisi¨®n.
Si se educa para la paz, la democracia y la solidaridad, erradicando en todas las escalas el terrible adagio "si quieres la paz, prepara la guerra". Se han ocultado as¨¦pticamente horrendas im¨¢genes de la guerra. Salvo para los ni?os, constituye un grave error: nunca olvidar¨¦ lo que vi en Ruanda, en Cambodia... Para luchar sin descanso a favor de la vida y de la no-violencia hay que tener grabados en las pupilas los sufrimientos que genera la confrontaci¨®n b¨¦lica.
Otro mundo es posible si ampliamos las alianzas internacionales para la seguridad a la reducci¨®n del impacto de las cat¨¢strofes naturales o provocadas. El caso del Prestige, las v¨ªctimas del hundimiento, consecuencia de terremotos, de las escuelas de San Guiliano en Italia y de Bingol en Turqu¨ªa demuestran, con qu¨¦ dram¨¢tica intensidad, que los ingenios de destrucci¨®n se han desarrollado mucho y los de socorro y ayuda pr¨¢cticamente nada. No hay tecnolog¨ªa para la asistencia en casos de inundaciones, incendios, temblores de tierra, emanaciones volc¨¢nicas...
Otro mundo es posible si la econom¨ªa a escala mundial y la gesti¨®n de los grandes retos sociales, medioambientales y culturales, se gu¨ªa por valores intransitorios y no por el mercado. Si reforzamos las instituciones internacionales, y en primer lugar la ONU, y disponemos de los c¨®digos de conducta, consejos de seguridad y mecanismos punitivos adecuados.
Otro mundo es posible si los ciudadanos son capaces, a pesar de la informaci¨®n sesgada y de la ingente propaganda, de no perder de vista los principios esenciales y no apoyar a los dirigentes que los esquivan.
Otro mundo es posible si la memoria del futuro, del mundo que legamos a nuestros hijos, tiene en cuenta las lecciones del pasado. Si tenemos fe en la especie humana, desmesurada, creadora, impredictible, inmensurable. Si creemos en la humanidad y en sus facultades distintivas, para superar los obst¨¢culos que ponen quienes intentan someterla. Cada d¨ªa que pasa representa, inexorablemente sea cual sea nuestra edad, un d¨ªa menos para construir un mundo m¨¢s acorde con la dignidad humana. Nos queda un d¨ªa menos para actuar seg¨²n nuestra conciencia. Yo ya he recorrido un buen trecho de mi camino. Por eso es l¨®gico que mi voz, casi ya mi grito, tenga un especial apremio.
Otro mundo es posible si revisamos con serenidad la historia contempor¨¢nea y decidimos, de una vez, pasar de una cultura de imposici¨®n a una cultura de di¨¢logo y de paz. Pasar de la espada a la palabra y responder a la violencia "con la fuerza fascinante del amor", como ha proclamado Juan Pablo II en su reciente visita a Espa?a. Entonces las campanas ya no doblar¨¢n el miedo, la amenaza y la muerte. Ta?er¨¢n con alegr¨ªa por ti y por m¨ª, por todos, porque se iniciar¨¢ un mundo nuevo, con la esperanza de contribuir a escribir, cada uno, un futuro diferente, luminoso y libre.
Federico Mayor Zaragoza es catedr¨¢tico de Bioqu¨ªmica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y presidente de la Fundaci¨®n Cultura de Paz.
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