Comienza el festival
La 25 edici¨®n de Ensems, el festival del que disponen los m¨²sicos y el p¨²blico valenciano para ejercer la interpretaci¨®n -y la escucha- de m¨²sica contempor¨¢nea, se abri¨® con un programa del Grup Instrumental de Valencia, que, en esta ocasi¨®n, contaba con la colaboraci¨®n de Irvine Arditti, uno de los int¨¦rpretes m¨¢s renombrados en el campo de la m¨²sica del siglo XX.
Arditti tuvo a su cargo la parte solista del Concierto para viol¨ªn y orquesta, de Ligeti. Compuesto entre 1990 y 1992, fue enfrentado por el violinista ingl¨¦s con un talante apasionado y anal¨ªtico a la vez. El microtonalismo de esta obra convive con cierto car¨¢cter c¨ªclico (la relaci¨®n entre el primer y ¨²ltimo movimiento ser¨ªan la mejor prueba de ello) y con resonancias que parec¨ªan servir de homenaje a las obras escritas por Bach para viol¨ªn o violonchelo. Combinado, todo ello, con estupendos motivos (no por breves menos evidentes) que pod¨ªan evocar -por ejemplo- La historia de un soldado, de Stravinsky. Semejante conglomerado hubiera estado destinado a la miseria si no contara con las capacidades de Ligeti. Pero, no bast¨¢ndole con la problem¨¢tica s¨ªntesis de todo lo anterior, el h¨²ngaro le hab¨ªa sumado -en el registro grave del viol¨ªn solista- un aria del modelo "poner los pelos de punta a base de intensidad". Aria que el viol¨ªn de Arditti y el Grup Instrumental interpretaron con esmero. Vinieron luego otros tres movimientos y, en todos ellos, Bach -o sea, el uso polif¨®nico, esencial, matem¨¢tico e intensamente expresivo del viol¨ªn- estaba servido. Bien servido.
Ensems 2003
Grup Instrumental de Valencia. Joan Cerver¨®, director. Irvine Arditti, viol¨ªn. Pilar Jurado, soprano. Obras de Miguel G¨¢lvez, Gy?rgy Ligeti y Gerard Grisey. Teatre Talia. Valencia, 26 de mayo de 2003.
Previamente se hab¨ªa escuchado una obra encantadora y breve de Miguel G¨¢lvez: ?frica. El compositor valenciano, afincado ahora en Tarragona tras deambular por Viena (entre otros sitios), intenta en ella una evocaci¨®n sucinta y efectiva de aquel continente a partir de unas impresiones que ¨¦l mismo describe como "cinematogr¨¢ficas m¨¢s que reales". Para ello se sirve de una funcional recreaci¨®n de una melod¨ªa gregoriana, en dos secciones de car¨¢cter bien diferenciado. La orquestaci¨®n inteligente y -cosa muy importante- la adecuaci¨®n de la duraci¨®n al car¨¢cter de la idea, convirtieron la partitura en un aperitivo ejemplar para Ligeti.
Vinieron luego los Quatre chants pour franchir le Seuil, de G¨¦rerd Grisey, compositor conocido sobre todo por su labor en el campo de la m¨²sica espectral (relacionada, con mayor o menor fundamento, con la geometr¨ªa fractal). Salvando la estupenda voz de Pilar Jurado, las sutilezas interpretativas del Grup Instrumental (esta vez se hilaba fino todo el rato) y los bellos hallazgos de la partitura, no puede obviarse la realidad del metraje excesivo. Tanto en el siglo XX como en los anteriores, cuando se ha dicho todo lo que hab¨ªa que decir, es mejor callarse.
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