Maldito domingo
El colegio electoral abre sus urnas en un colegio de verdad, un colegio p¨²blico de la plaza del Dos de Mayo, una ubicaci¨®n tan pr¨¢ctica como simb¨®lica,pero tambi¨¦n, inc¨®moda para los ciudadanos democr¨¢ticamente elegidos para las mesas, adultos condenados a calentar muchas horas los asientos ergon¨®micamente dise?ados para tallas peque?as. Esta veterana escuela de la plaza, lo cuenta Ram¨®n G¨®mez de la Serna, en una de sus novelas madrile?as, fue en sus inicios pionera de un innovador y pol¨¦mico sistema de ense?anza que sustitu¨ªa el acreditado y tradicional m¨¦todo, la letra con sangre entra, o quien bien te quiere te har¨¢ llorar, por los cantos y los juegos. Los votantes circulan por pasillos que huelen a polvo de tiza y hacen cola en las aulas como disciplinados estudiantes que se presentaran a un examen oral. En las pizarras polvorientas a¨²n figuran, inscritos con letra clara y redonda de maestro, axiomas y teoremas.
Flamean sobre la plaza del Dos de Mayo, al viento fresco de la ma?ana, las banderolas verbeneras de las ¨²ltimas fiestas, juegan los ni?os alrededor del monumento de los castizos y aguerridos h¨¦roes de tan patri¨®tica efem¨¦rides, ajenos al severo ritual de sus mayores. En un bar cercano reparten a la parroquia distintivos de "No a la guerra" para lucir en la solapa frente a las urnas, y los hay que prefieren camisetas que repiten el "Nunca m¨¢is" o recuerdan el nombre de Jos¨¦ Couso, el c¨¢mara asesinado en el hotel de Bagdad por el "fuego amigo" de la Santa Alianza.
La candidata Esperanza Aguirre ha salido muy temprano de su palacete de Jes¨²s del Valle y aparece en la plaza seguida por sus c¨¢maras y escoltada por sus guardaespaldas, un grupo de vecinos la increpan por hacer campa?a fuera de plazo cuando se acerca a saludar afectuosamente a un corrillo de provectas y presuntas simpatizantes.
En una terraza pr¨®xima al colegio, dos ciudadanos europeos residentes en Madrid y en Malasa?a se quejan de no haber recibido los papeles para acreditarse en la votaci¨®n. Abstencionistas irredentos se acercan t¨ªmidamente, casi de inc¨®gnito, al colegio electoral y explican el sentido de semejante traici¨®n a sus principios a los colegas que les reconocen, no votan por elegir a nadie, votan para que dejen de gobernar los que gobiernan.
Finalizada la misa de doce en Maravillas, una lenta y renqueante procesi¨®n de feligreses, sobre todo feligresas, se dirige al colegio electoral para santificar la fiesta votando religiosamente: "Ah¨ª va una buena remesa de votos para la Espe y el Alberto", punt¨²a una voz ir¨®nica y an¨®nima que surge del fondo del bar. "Dejad toda esperanza antes de entrar", dice con voz m¨¢s impostada, parafraseando al Dante, un actor de teatro de los del "No a la guerra". En la tertulia espont¨¢nea que se ha formado en la terraza se hace un silencio breve pero intenso, cuando uno de los presentes declara que ha votado a la izquierda en la Comunidad y a Gallard¨®n en el Ayuntamiento. "Otro voto tirado a la Botella", comenta uno de sus allegados. La Botella pasa de voz en voz y de corro en corro. "La Botella est¨¢ vac¨ªa", sentencia un ciudadano. "?Cu¨¢l es el mensaje de la Botella?", inquiere una ciudadana que se broncea pl¨¢cidamente algo apartada del corrillo. "?Qu¨¦ piensa Ana Botella sobre el botell¨®n?", pregunta un joven periodista en pr¨¢cticas y la tertulia se convierte en una improvisada rueda de prensa frente a un vac¨ªo que horas m¨¢s tarde seg¨²n avance el escrutinio se ir¨¢ llenando con la presencia de la se?ora de La Moncloa.
"Al fin y al cabo", apostilla uno de los contertulios de m¨¢s edad, con canas en la barba y en la coleta, "a los asuntos sociales les llamaban de beneficencia antes de que se pusiera de moda lo pol¨ªticamente correcto, y en la beneficencia s¨ª que veo a esta se?ora muy bien puesta, repartiendo bocadillos los domingos por la ma?ana en los suburbios a los ni?os pobres que se sepan bien el catecismo y regalando bufandas y calcetines tejidos por sus propias manos y las de sus piadosas amigas en sus veladas del Ritz". "A beneficio de los hu¨¦rfanos y de los pobres de la capital", canturrea un colega el estribillo de una vieja canci¨®n de Casta?uela 70 y de Las Madres del Cordero, una canci¨®n, la primera canci¨®n que yo escrib¨ª en edad escolar sobre mi pupitre, en un colegio de aqu¨ª cerca en el que nunca entraron las urnas. Vuelven los a?os de beneficencia y catequesis. Es como para darse a la botella.
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