El toro de Madrid
Se puede discutir sobre el trap¨ªo del toro de Madrid. ?Faltar¨ªa m¨¢s! Entre el toro bajo, bien hecho y con presencia, y el corniveleto, largo, engallado y cuajado hay toda una gama para el an¨¢lisis sereno con unas copas; para el di¨¢logo de sordos -llena, que esta es m¨ªa- despu¨¦s, y la cogorza final y amistosa que no llega a ninguna conclusi¨®n, pero que hace amigos m¨¢s fieles que la mili. Para algo tienen que servir los toros.
Lo que todo el mundo tiene claro es cu¨¢l no debe ser el toro de Madrid. Bueno, todo el mundo no. No lo tiene nada claro el ganadero de ayer ni la autoridad, que son, paradojas de la vida, los supuestos expertos en tal materia. Porque cualquier probo funcionario de provincias o de la capital misma sin inter¨¦s alguno en esta fiesta, y que de pronto se encuentra en Las Ventas porque un familiar, cansado de tanto aburrimiento, lo ha puesto en el compromiso, ese ciudadano bienpensante ve a los animalitos de ayer y le dice al vecino: "?ste no es el toro de Madrid". Y lo afirma con autoridad; con la misma que los responsables cometen una grav¨ªsima tropel¨ªa con todo el que pasa por taquilla.
Pereda-La Dehesilla / Barrera, Encabo, Tejela
Rechazados 15 toros en los reconocimientos. 1?, de Mar¨ªa Jos¨¦ Pereda; 2?, de Carlos N¨²?ez, y el resto, de La Dehesilla -4? y 5? devueltos-, muy mal presentados e inv¨¢lidos; primer sobrero, de Navalrosal, mal presentado e inv¨¢lido; segundo sobrero, de Jos¨¦ V¨¢zquez, blando y violento. Vicente Barrera: pinchazo y estocada contraria (silencio); estocada perdiendo la muleta (silencio). Luis M. Encabo: dos pinchazos y estocada baja (silencio); media tendida y dos descabellos (silencio). Mat¨ªas Tejela: estocada (silencio); metisaca, media y dos descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 17? corrida de feria. Lleno.
Lo de ayer, una tarde m¨¢s, no tuvo nombre. Bueno, nombre, s¨ª, enga?o y estafa, pero no tiene calificativo porque las buenas costumbres aconsejan el silencio, que despu¨¦s todo se sabe.
Los toros que salieron a la arena eran becerros impropios de plaza de provincia que se precie, y su presencia en el ruedo constituy¨® una grave tomadura de pelo inconcebible en gente de bien. Y encima, inv¨¢lidos, enfermos, descastados e incapaces de producir la m¨¢s m¨ªnima emoci¨®n. Consumado el desatino, quedan, al menos, los toreros. Eso es lo que cre¨ªa el ciudadano del compromiso familiar, pero a la vista de lo ocurrido concluye con todo el sentido com¨²n: ?Y a esto lo llaman torer¨ªa? Ocurri¨® que Barrera se encontr¨® en primer lugar con un toro docil¨®n y birrioso, y ¨¦l, muy derecho y circunspecto, lo citaba como si tuviera delante el toro del co?ac. Lleg¨® el cuarto, m¨¢s inv¨¢lido si cabe, y que se defend¨ªa con un derrote al final de cada muletazo, y puso en apuros al se?or vestido de luces. Incluso lleg¨® a desarmarlo cuando era Barrera el que se defend¨ªa entre exageradas precauciones. Hizo el pase¨ªllo, pero no estuvo porque los toros no sirvieron, y ¨¦l tampoco.
Se equivoc¨® Encabo al empe?arse en banderillear, toscamente adem¨¢s, a su inv¨¢lido primero entre la protesta generalizada del respetable, y, no satisfecho con la gesta, la repiti¨® en el blando quinto, con el que s¨ª se luci¨® en un par andando hacia atr¨¢s. A la hora de torear, movi¨® bien los brazos en unas sentidas ver¨®nicas y se mostr¨® decidido ante un animal derrengado. En el quinto, violento y peligroso en el tercio final, lo pas¨® con m¨¢s voluntad que mando en una faena larga y desordenada en la que el toro impuso su ley.
Tampoco acert¨® Tejela cuando brind¨® al p¨²blico el tercero de la tarde. Nadie le dijo ni ¨¦l acert¨® a entender que ese toro esmirriado e inv¨¢lido no era de brindis. Su oponente se lo hizo saber al no permitirle que se luciera a pesar del buen corte del torero, que ya lo hab¨ªa demostrado en un quite por chicuelinas muy ce?idas en un palmo de terreno. En el sexto, muy rebrincado, intent¨® el toreo con una buena colocaci¨®n, pero s¨®lo pudo mostrar su valent¨ªa y ganas de triunfo.
La corrida acab¨® entre el desencanto general por la desverg¨¹enza sufrida ante tanto toro impresentable, inv¨¢lido o enfermo, que se lidia como bueno y se convierte en s¨ª mismo en un fraude imperdonable.
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