Grandes escaladas
Eric Ambler public¨® en 1939 una obra maestra: La m¨¢scara de Dimitrios. Si el americano Dashiell Hammett invent¨® en cinco novelas, entre 1929 y 1934, el nuevo g¨¦nero detectivesco, el ingl¨¦s Ambler, entre 1936 y 1940, fund¨® en seis novelas una nueva literatura de esp¨ªas, seg¨²n el especialista Salvador V¨¢zquez de Parga. Inaugur¨® tambi¨¦n las fabulaciones sobre la bomba at¨®mica, en 1936. Luego se fue a la guerra mundial, hizo pel¨ªculas did¨¢cticas para el Ej¨¦rcito, pas¨® diez a?os sin escribir un libro. Sus Memorias se limitan a esa ¨¦poca, de la infancia a la inmediata posguerra, y en ingl¨¦s se titulan Here lies (1985), como si fueran una leyenda sepulcral ("Aqu¨ª yace...") o una caja de mentiras: "S¨®lo un tonto cree que puede escribir la verdad sobre s¨ª mismo", apunta Eric Ambler (1909-1998).
MEMORIAS
Eric Ambler
Traducci¨®n de Sof¨ªa Coca
y Roger V¨¢zquez de Parga
Diagonal. Barcelona, 2003
462 p¨¢ginas. 15,38 euros
Las intrigas de Ambler tratan de gente simple enfangada en situaciones dif¨ªciles: ?qu¨¦ har¨¢ este personaje para salir del atolladero? Y as¨ª es la historia que le atribuye al protagonista de sus Memorias. El padre, pianista en fiestas de barrio, se queja de que Eric no hable como los ni?os bien educados: "Si me hubieras mandado a sus colegios, yo hablar¨ªa igual", piensa el joven Ambler, estudiante con beca. Lee las aventuras de Sherlock Holmes, se aficiona a la qu¨ªmica gracias al doctor Jekyll, quiere ser ge¨®metra o latinista. Se escapa de clase porque lo sabe todo y asiste a juicios p¨²blicos. En un caso de incumplimiento de promesa matrimonial, ante una horrible pareja que, seg¨²n todas las pruebas, lleg¨® a copular con ¨¦xito, entiende que la lujuria es ciega y poderosa: a¨²n quedan esperanzas para el joven Ambler, que se ve feo.
Investiga modos fiables de
valorar instant¨¢neamente el car¨¢cter y la personalidad de los individuos. Estudia ingenier¨ªa industrial y, aprendiz sin paga en una f¨¢brica de instrumentos el¨¦ctricos, acaba de director en el departamento publicitario. Eric Ambler sali¨® de atolladeros enormes: super¨® la humildad familiar, triunf¨® en un trabajo que dej¨® para ser un gran novelista. Estall¨® la guerra y ascendi¨® de soldado raso a teniente coronel. Oficial artillero, protegi¨® la casa de campo del primer ministro frente a los aviones alemanes y se encontr¨® viviendo una velada cinematogr¨¢fica y alcoh¨®lica con Churchill en bata, en la butaca vecina. Mientras fuma, bebe y admira a Deanna Durbin, Churchill ensaya un discurso en voz baja. No es un discurso. Es el ritmo de un discurso: "Da-dum-da-da-dum-dum...".
Luego Ambler hizo pel¨ªculas did¨¢cticas para el Ej¨¦rcito, con Carol Reed, Peter Ustinov y el comandante David Niven. Rod¨® en Italia bajo fuego enemigo una pel¨ªcula en torno a la pobre gente del sur (era una idea del coronel Frank Capra para el capit¨¢n John Huston, "siempre alegre portador de malas noticias", o as¨ª lo recuerda Ambler). Nunca utilizada por el Ej¨¦rcito, la pel¨ªcula con Reed y Ustinov, de 1942, un manual de introducci¨®n a la vida militar, se da por perdida en estas Memorias, pero una copia apareci¨® en la India en 1995 y el Museo Imperial de la Guerra la estren¨® en Londres en la primavera de 1996. Aunque Ambler tuvo fama de criptocomunista, quiz¨¢ porque utiliz¨® en sus novelas a un esp¨ªa sovi¨¦tico bueno (entend¨ªa las relaciones internacionales: vio que Stalin ser¨ªa uno de los aliados contra Hitler), en sus Memorias se declara conservador de coraz¨®n. Pero tambi¨¦n cuenta que aborrec¨ªa la novela de esp¨ªas tradicional: maniacos amarillos, teut¨®nicos o eslavo-revolucionarios contra h¨¦roes imb¨¦ciles e invencibles, brit¨¢nicamente patri¨®ticos. La consideraba un g¨¦nero p¨¦simo que s¨®lo pod¨ªa mejorar: Ambler decidi¨® darle categor¨ªa y tambi¨¦n venci¨® en esa extraordinaria escalada.
Fue caballero del Imperio Brit¨¢nico. Sufri¨® un accidente de coche en la carretera Lausana-Ginebra y, puesto que los m¨¦dicos le diagnosticaban una afasia amn¨¦sica y posibles lesiones cerebrales, se apresur¨® a escribir estas Memorias. Un escritor, seg¨²n Ambler, vive de su inteligencia. Quer¨ªa hablar antes de perder la suya, aunque sab¨ªa que la dificultad para encontrar las palabras francesas que los m¨¦dicos le ped¨ªan se deb¨ªa a que pensaba en ingl¨¦s para escribir muy bien en ingl¨¦s.
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