Test de realidad
Hasta hace algunos a?os era relativamente cierto que el pol¨ªtico manten¨ªa dos caras distintas con relaci¨®n a unas elecciones. Durante la campa?a, movido por la necesidad de recabar votos, el discurso era, por decirlo de alg¨²n modo, publicitario: nosotros somos los mejores, lo hemos hecho mejor que nadie y vamos a hacerlo a¨²n mejor a partir de nuestra pr¨®xima victoria. Pero luego, tras los resultados, el pol¨ªtico entraba en fase de acto de contrici¨®n y adoptaba un tono que, sin ser del todo autocr¨ªtico, no dejaba de reconocer las evidencias. Era un discurso ahormado por expresiones como "quiz¨¢s no hemos conectado con parte de nuestro electorado", "debemos trabajar en otra l¨ªnea a partir de ma?ana", y frases por el estilo. La pol¨ªtica vasca, sin embargo, ha entrado en un estadio de incomunicaci¨®n tan absoluto que el pol¨ªtico no se recata en extender el autobombo al periodo postelectoral. Le hayan ido mejor o peor las cosas, no hay partido que se resista a ganar.
Es irritante esta predisposici¨®n a la victoria que incluso se produce ante los derrumbes m¨¢s brutales, como si los partidos hayan decidido conceptuarnos como unos irrecuperables idiotas. La mayor¨ªa no se recata en proferir las mentiras m¨¢s absurdas con el solo fin de seguir justificando su sonrisa electoral.
Presiento que esta t¨¦cnica, ese absoluto y recalcitrante alejamiento de la realidad m¨¢s evidente, es tentaci¨®n que sienten todos. Por eso cobran mayor valor expresiones de sinceridad como las de Rodolfo Ares, que en la noche de las pasadas elecciones admit¨ªa la victoria de la coalici¨®n PNV-EA y realizaba consideraciones ponderadas. Algo m¨¢s tarde, Patxi L¨®pez se mov¨ªa en el mismo sentido. Desde luego, si alguien aspira a la racionalidad democr¨¢tica (por mencionar alguno de los nuevos fetiches terminol¨®gicos de la vida pol¨ªtica del paisito), el socialismo dio esa noche una lecci¨®n de honestidad.
No se puede decir lo mismo de las declaraciones del Partido Popular o de la fantasmal plataforma AuB. Si los ganadores de las elecciones, PNV-EA y, en t¨¦rminos relativos, Ezker Batua, pudieron realizar airosos an¨¢lisis, fundamentados en la evidencia de los votos, las declaraciones de Mayor Oreja y Arnaldo Otegi s¨®lo pueden interpretarse desde la psicolog¨ªa cl¨ªnica.
Oyendo al se?or Otegi (cuyos largu¨ªsimos minutos en los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n vascos resultan, cuando menos, parad¨®jicos) daba la impresi¨®n de que en estas elecciones s¨®lo hab¨ªan ca¨ªdo en las urnas los 165.000 votos nulos de AuB. El colmo de su culto a la irrealidad se produjo en los d¨ªas subsiguientes, cuando no s¨®lo emplazaba a que la coalici¨®n nacionalista respetara sus cuotas de representaci¨®n, sino que incluso endosaba a ¨¦sta la responsabilidad de encontrar la f¨®rmula para conseguirlo. Es sencillamente despreciable esa exigencia por parte de un pol¨ªtico que durante decenios ha permanecido impasible ante la aniquilaci¨®n f¨ªsica del contrario. Pedir que se respete su representaci¨®n local cuando nunca ha alzado la voz ante el asesinato de otros concejales resulta una broma macabra.
La primera comparecencia que realiz¨® Mayor Oreja, con los resultados ya avanzados, fue de las de antolog¨ªa: sencillamente era imposible creerle. Supongo que perder a lo largo de varias d¨¦cadas diversas elecciones vascas debe endurecer el car¨¢cter, pero no deber¨ªa nublar la vista hasta el punto de considerar a sus oyentes unos idiotas. Yo sab¨ªa que el valeroso l¨ªder del PP viv¨ªa en un universo ideol¨®gico distinto al m¨ªo, pero ahora creo que vivimos incluso en universos f¨ªsicos distintos. Al d¨ªa siguiente, Basagoiti (cuyos malos resultados eran previsibles desde que obtuvo una plataforma de intelectuales, esas curiosas m¨¢quinas electorales que obran siempre en sentido inverso) tuvo una intervenci¨®n mucho m¨¢s honesta.
Claro que para test de realidad ninguno como el de I?aki Azkuna esta misma semana. Con la miel del triunfo a¨²n en los labios, agarra el micr¨®fono y pronuncia: "tengo c¨¢ncer de pr¨®stata". Admira tanto coraje, pero sobre todo admira tanta sinceridad. Los votantes no estamos acostumbrados a escuchar la verdad, ni siquiera a efectos cl¨ªnicos. S¨®lo cabe desearle mucha suerte y enviarle un abrazo.
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