Fina estampa

Los toros parec¨ªan reci¨¦n salidos del sal¨®n de belleza. Guapos de verdad, limpios, lustrosos, bien vestidos, todos con calcetines blancos, como si vinieran de la primera comuni¨®n, bajos de estatura, pero bien hechos y armados. Toros de fina estampa. Una preciosidad estos patas blancas que presentaba Barcial.

Pero algo hac¨ªa pensar que hab¨ªa truco. Todos salieron andando, sin prisa, con cierto aire de chuler¨ªa en el semblante. Se paraban en la misma puerta de chiqueros, oteaban el horizonte y pon¨ªan cara de despistados. Ciertamente, aquella no era la fiesta para la que con tanto esmero se hab¨ªa acicalado. No hac¨ªan caso a los capotes y cuando, por fin, acud¨ªan se declaraban consumados expertos en el regate y el frenazo. Era evidente que lo de embestir no iba con estos presumidos.

Todos empujaron en los caballos, m¨¢s por genio y mala casta que por bravura. Y como no eran claros en su comportamiento, los de la vara, con la anuencia de los matadores, les dieron de lo lindo. Llegado el tercio de banderillas, estos guaperas cortaban el viaje y buscaban el bulto con aut¨¦ntica sa?a. Toros guapos, pero vaya con la belleza...

Y todos cantaron la gallina en la muleta. Con muy mala clase, sin codicia, parados y descastados, quiz¨¢ s¨®lo el segundo embisti¨® m¨¢s de un par de veces seguidas, aunque sin convicci¨®n alguna. Todos plantearon excesivas dificutades. Desarrollaron sentido y las malas ideas fueron en aumento. En conclusi¨®n, puro maquillaje el de estos toros de Barcial. Fina estampa mentirosa, porque pronto se les corri¨® el r¨ªmel y qued¨® al descubierto que est¨¢n podridos, que son pura ruina y que s¨®lo sirven para el matadero; toros con mucha guasa, imposibles para el toreo de ahora y de antes.

Muy desconfiado se mostr¨® Frascuelo toda la tarde. Sus toros no le permitieron el menor descuido, pero con el capote por lo alto y perdiendo pasos y con la muleta retrasada, demostr¨® que no est¨¢ en su mejor momento.

Flojo de ¨¢nimo y recursos apareci¨® el cordob¨¦s Jos¨¦ Luis Moreno. Le toc¨® en suerte el ¨²nico toro que se dej¨® dar dos muletazos seguidos, y all¨ª anduvo perdido en una labor desordenada, con la muleta siempre enganchada y sin saber qu¨¦ hacer para remediarlo. En el quinto, no pas¨® de discreto. Y el m¨¢s animado de la terna, Alberto Ram¨ªrez, se la jug¨® sin cuento con capote y muleta, pero no hab¨ªa nada que hacer. Muy decidido en unas ver¨®nicas a su primero, mantuvo una valerosa porf¨ªa ante un bonito armario, pero armario al fin. Lo intent¨® sin desmayo en el sexto, al que le hizo un quite por ver¨®nicas que casi le cuesta una voltereta; se meti¨®, despu¨¦s, entre los pitones para demostrar, al menos, que es un valiente a carta cabal.