Sin oposici¨®n
Situaci¨®n: Ralf Dahrendorf ya lo apuntaba tras las elecciones de noviembre pasado en EE UU: "La democracia muere sin oposici¨®n". All¨ª no hay oposici¨®n real al discurso, centrado en el antiterrorismo, de la Administraci¨®n de Bush, que ha secuestrado as¨ª la agenda pol¨ªtica, la exterior y la interior. La misma falta de oposici¨®n pol¨ªtica se vive en Francia, con el rey Chirac; en el Reino Unido, donde la mayor oposici¨®n a Blair est¨¢ dentro de su partido; en Alemania, donde Schr?der est¨¢ d¨¦bil, pero el cambio de mayor¨ªa no producir¨ªa un cambio de pol¨ªtica; en la Italia de Berlusconi o con Sharon en Israel; por no hablar de la Rusia de Putin.
Bush y Chirac se parecen en la falta de oposici¨®n interna a sus pol¨ªticas exteriores. Alg¨²n comentarista ha hablado al respecto de un "choque de dos unilateralismos", es decir, choque de dos sistemas sin oposici¨®n. ?Estamos viendo en la cumbre del G-8 en Evian el encuentro entre los neocons y los neogaullistas? En todo caso, Bush y otros parecen haber hecho suya la m¨¢xima del general De Gaulle cuando afirm¨®: "Respeto a los que se me resisten, pero no puedo tolerarlos".
Causas: ?Qu¨¦ dif¨ªcil es hacer oposici¨®n! No consiste s¨®lo en intentar ganar en unas elecciones desde fuera del poder. Ambrose Bierce, en su Diccionario del Diablo, defini¨® esta tarea como "ayudar con obstrucciones y objeciones", y al que la ejerce, como "el partido que impide que el Gobierno caiga en su propia locura". ?ltimamente, en las elecciones, los derrotados tienden a ser los que est¨¢n en la oposici¨®n. As¨ª, en las municipales y auton¨®micas en Espa?a, en pocas ocasiones ha ganado la oposici¨®n (cualquiera) a un titular. No se sabe hacer oposici¨®n, funci¨®n que ha de consistir, adem¨¢s de lo que se?ala Bierce, en resistir verse arrastrado por el discurso impuesto por el poder, controlarlo y, aunque cada vez interesen menos los programas, ante la creciente personalizaci¨®n de la pol¨ªtica y el dominio del estilo, ofrecer visiones distintas de la realidad pol¨ªtica.
El discurso del miedo tras el 11-S y los temores a la inmigraci¨®n favorecen esta situaci¨®n, en un mundo en el que la hiperpotencia tampoco encuentra oposici¨®n, sino, si acaso, resistencia. A diferencia de los ochenta, no estamos ni ante el triunfo del neoliberalismo ni de un pensamiento ¨²nico. Si acaso, ante una carencia de pensamiento, que se produce en un entorno general de desideologizaci¨®n, que favorece, como tambi¨¦n apunt¨® Dahrendorf, que los partidos puedan entrar en casi cualquier tipo de coaliciones, si lo necesitan, y pierdan parte de su raz¨®n de ser.
Efectos: Este vac¨ªo ha favorecido, desde hace a?os, el surgimiento de los "movimientos de masas no identificados", que a menudo van por delante de la pol¨ªtica y los pol¨ªticos, o que algunas ONG o medios tengan que hacer el papel de oposici¨®n, para el que no valen. En el vac¨ªo de la oposici¨®n crece la impunidad. Y as¨ª, Rumsfeld osa afirmar que el r¨¦gimen de Sadam Husein pudo haber destruido las inencontradas armas de destrucci¨®n masiva antes de la guerra. ?Acaso no lo sab¨ªa?
Sobre la construcci¨®n europea, las distintas posturas no s¨®lo enfrentan a Estados, sino que cortan a trav¨¦s de muchos partidos. Salvo algunas excepciones, en muchos grandes partidos conviven europe¨ªstas y antieurope¨ªstas, en un debate a¨²n minoritario, salvo en el Reino Unido. Y, sin embargo, si llega a ver la luz, esta Constituci¨®n europea, un aut¨¦ntico monstruo en su estado actual, estar¨¢ por encima de las nacionales. Requiere un gran debate.
Un peligro de la falta de oposiciones es que el deterioro de las libertades denunciado por Amnist¨ªa Internacional o por los expertos que elaboraron el informe al respecto para la Comisi¨®n Europea pase sin que suenen las alarmas. Otro, que crezca sin objeciones la penetraci¨®n de los grupos de inter¨¦s en la pol¨ªtica. William Pfaff habl¨® de Am¨¦rica, SA, al principio de la Administraci¨®n de Bush, lo que no s¨®lo se ha confirmado, sino agravado. En Italia es al rev¨¦s. Sin oposici¨®n, Berlusconi confunde sus empresas e intereses privados con el Estado.
aortega@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.