De nuevo el clar¨ªn de guerra
El se?or Aznar convirti¨® las temidas elecciones del 25 de mayo en una gesta personal para lograr un plebiscito favorable a su pol¨ªtica nacional e internacional. Pero supo, como siempre, vincular el culto a su persona a la estrategia mantenida desde que la oposici¨®n de izquierda tiene un l¨ªder cada vez m¨¢s carism¨¢tico y con una imagen humana que es el reverso de la suya, y desde el momento en que los sucesivos y graves errores de su Gobierno movilizaron a media Espa?a con Zapatero a su cabeza. Dicha estrategia, a su vez, es la que responde a la mentalidad y a la formaci¨®n del actual presidente del Gobierno: combatir de frente y sin concesiones al adversario como enemigo radical que, si se opone a sus decisiones, es un agente de todo mal que pueda ocurrirle al pa¨ªs. El plebiscito era entre el bien que ¨¦l encarna (Espa?a va bien, Espa?a soy yo) y el mal que es la versi¨®n espa?ola del eje maligno mundial contra el que ¨¦l lucha como san Jorge con el drag¨®n. Contra la figura satanizada de su rival, Aznar lanz¨® su clarinazo de guerra para que los suyos cerraran filas y se enfrentaran a la "anti-Espa?a" de la subversi¨®n comunista, el nacionalismo vasco y catal¨¢n, la inseguridad ciudadana y la miseria de los pensionistas. Tras sembrar el terror en sus discursos del miedo mentando los demonios familiares que ya Franco mentaba cada vez que su poder era levemente impugnado, Aznar esperaba movilizar a una poblaci¨®n que ¨¦l sabe a¨²n esclava de una larga historia de reacciones viscerales y belicosas y, junto a ello, de un conformismo obligado y servil como el del antiguo grito "?vivan las caenas!". Pero el plebiscito ha sido que m¨¢s de 100.000 espa?oles prefirieron a Zapatero y no a ¨¦l, y de paso ha demostrado que el eje del mal patrio (socialistas, comunistas y nacionalistas ) supera en casi dos millones de votos al PP. De paso tambi¨¦n, el cintur¨®n rojo de Madrid aprieta la cintura pinturera y gallarda de la Villa y Corte, y en Euskadi fracasa otra vez la batalla emprendida con todos los medios.
Hay que derrotar para siempre a quienes explotan el bajo nivel pol¨ªtico y excitan los viejos demonios
Ahora bien, ante la resistencia del PP, que, a juicio de muchos, no ha sido castigado como se merec¨ªa, algunos se preguntan de qu¨¦ han servido las movilizaciones populares de este a?o ante los desastres de Aznar y de su equipo. La respuesta se halla en esos millones de ciudadanos que han votado a favor de la alternativa. Lograr m¨¢s votos en esta ocasi¨®n particular supondr¨ªa una racionalidad pol¨ªtica que por desgracia ning¨²n gobierno en este cuarto de siglo ha fomentado. Los medios de comunicaci¨®n decidieron que las elecciones del domingo ser¨ªan unas "primarias", pero s¨®lo han sido un ensayo general de la batalla entre dos Espa?as que Aznar promueve para acabar de una vez con el poder de la que se le opone. A ¨¦l y a los suyos les sienta bien la guerra. Las manifestaciones aquellas eran pac¨ªficas y por la paz, pero ¨¦l forz¨® su imagen radical, provoc¨® los ataques violentos al PP, acus¨® a Zapatero y Llamazares de provocarlos y logr¨® el cierre de filas al grito de "?el alc¨¢zar no se rinde!".
?Habremos ca¨ªdo en una trampa provocadora los de la Espa?a "del mazo y de la idea" al habernos opuesto radicalmente a la destrucci¨®n interna de nuestra fr¨¢gil democracia y a nuestro alineamiento con el imperialismo agresivo? ?Deb¨ªamos haber callado y sometido a la recuperaci¨®n del poder autocr¨¢tico por parte de la derecha eterna de este pa¨ªs para no brindarle la ocasi¨®n de reforzarse en las urnas? Antoni Puigverd escrib¨ªa, el pasado 27 de mayo, en este diario que hemos entrado en una fase pol¨ªtica de radicalidad ideol¨®gica y estrat¨¦gica que est¨¢ acabando con la moderaci¨®n centrista de partidos y votantes. Tiene raz¨®n y es l¨®gico que as¨ª sea porque el "centrismo" de la izquierda era tan equ¨ªvoco como falso es el de la derecha. Los se?ores de derechas y el pueblo de izquierdas han visto llegada la hora de la confrontaci¨®n en serio. Los primeros tienen la ventaja de que hay todav¨ªa mucho pueblo sin formaci¨®n ideol¨®gica que prefiere indemnizaciones materiales inmediatas a derrocar al amo. El caso gallego ha sido paradigm¨¢tico. ?C¨®mo librar la batalla democr¨¢tica contra los se?ores de la guerra sin el concurso de unas masas concienciadas y combativas? ?se es el problema de fondo y no se resuelve en un a?o. Pero no puede admitirse la decepci¨®n y el abandono por parte de la vanguardia pensante y activa, actitud muy t¨ªpica de las minor¨ªas ilustradas de nuestra tierra. Al clarinazo de guerra que volver¨¢ a convocar al miedo y al odio dentro de un a?o escaso hay que oponer desde ahora mismo la voluntad de promover y educar el voto futuro de cuantos conciudadanos se pueda para as¨ª derrotar pac¨ªficamente y por largo tiempo, es decir, para siempre, a quienes siguen explotando el bajo nivel pol¨ªtico de muchas personas y excitando los viejos demonios del sector m¨¢s reaccionario de nuestra sociedad.
En esta tarea, los partidos de la izquierda tienen una especial responsabilidad. Deben asumir un papel m¨¢s firme y, a la vez, m¨¢s transparente, despreocup¨¢ndose de las cuotas de su poder y formando un frente lo m¨¢s unido posible que sea movilizador de conciencias y dador de respuestas concretas e inmediatas a las necesidades populares desde los nuevos consistorios progresistas. Recu¨¦rdese que, en Francia, el susto Le Pen se produjo porque, en aparente paradoja, si la izquierda no combate a favor de la gente contra las mafias pol¨ªticas y econ¨®micas que controlan la sociedad, la gente deja de apoyar a la izquierda para pasarse al fascismo. Y el fascismo tiene hoy muchas formas seudodemocr¨¢ticas de seguir recogiendo el voto de los que buscan seguridad y caen en la trampa de la zanahoria y en el placer del latigazo.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es profesor de Derecho Constitucional de la UB.
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