Con las mangas enganchadas en el engranaje de la paz
Por primera vez en cien a?os de conflicto, los dos pueblos, los jud¨ªos israel¨ªes y los ¨¢rabes palestinos, llevan ventaja a sus l¨ªderes. Saben que el territorio disputado ha de ser dividido en dos Estados nacionales. Los hechos b¨¢sicos son muy simples. Un pa¨ªs que tiene aproximadamente el tama?o de Sicilia habitado actualmente por cinco millones y medio de jud¨ªos y entre tres y cuatro millones de ¨¢rabes. No pueden compartir la tierra, as¨ª que tienen que dividirla en dos. Los checos y los eslovacos hicieron lo mismo no hace mucho sin derramamiento de sangre alguno. Despu¨¦s de tres a?os de una sangrienta Intifada palestina y una sangrienta opresi¨®n israel¨ª ha quedado claro para la mayor¨ªa de los israel¨ªes que casi todos los asentamientos jud¨ªos en Cisjordania y Gaza tendr¨¢n que ser trasladados, o de otro modo no habr¨¢ un Estado palestino viable. Al mismo tiempo, cada vez son m¨¢s los palestinos conscientes de que los refugiados de 1948 tendr¨¢n que ser reubicados en Palestina, y no en Israel, o si no no habr¨¢ un Estado israel¨ª viable.
Este proceso de vuelta a la cordura es tremendamente doloroso. Conlleva para ambas partes una deteriorada imagen de s¨ª mismos, un sentido de la justicia acomodaticio, sue?os rotos y un gran sentimiento de p¨¦rdida. Ambas partes van a sentirse como amputadas cuando se lleve a cabo la soluci¨®n de los dos Estados. Ahora es el momento de que el resto del mundo ofrezca a ambos bandos toda la ayuda, el apoyo y la comprensi¨®n posibles. Es el momento de que gobiernos e individuos de buena voluntad dise?en un Plan Marshall en miniatura para reubicar a los refugiados palestinos en el Estado de Palestina. Y tambi¨¦n es el momento de ofrecer a Israel las garant¨ªas de seguridad que necesitar¨¢ a cambio de renunciar a los territorios ocupados. Es un momento para la compasi¨®n, y no para el repaso hist¨®rico ni para las culpas. Ni Sharon ni Abb¨¢s est¨¢n en camino de convertirse en un Nelson Mandela. Pero tanto si les gusta como si no, parece que se les han enganchado las mangas en el engranaje del proceso de paz. Est¨¢n siendo arrastrados a ¨¦l, a pesar de las patadas y de los gritos y de los intentos de tranquilizar a los compatriotas fan¨¢ticos. Pero ahora va a resultarles casi imposible a estos dos l¨ªderes alejarse del proceso de paz. No esperemos una luna de miel repentina entre enemigos a muerte. Esperemos y alentemos un divorcio doloroso y el reparto del peque?o hogar en dos apartamentos todav¨ªa m¨¢s peque?os. Ha llegado la hora.
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